ECONOMíA › COMENZó LA REUNIóN DEL GRUPO DE LOS 20. LA RECESIóN, EL CRéDITO Y LA REGULACIóN DE MERCADOS EN EL CENTRO DEL DEBATE
El primer día de encuentro de los líderes de las potencias y de los países en desarrollo estuvo signado por la urgencia. Primeros escarceos en torno de responsabilidades y reclamo de aportes.
› Por David Cufré
Desde Washington
Con George Bush como anfitrión, los presidentes de las principales potencias mundiales y de una docena de países en vías de desarrollo, incluida la mandataria argentina, comenzaron anoche, con una recepción y una cena de tres horas en la Casa Blanca, la cumbre del llamado Grupo de los 20, que debería sentar las bases de una refundación de la arquitectura financiera internacional. El encuentro tiene la marca de la emergencia. Intenta ser una respuesta coordinada de un grupo representativo de economías del planeta al agravamiento de la crisis. Fue convocado ante la evidencia de que ni Estados Unidos, en primer lugar, ni la Unión Europea pudieron contener a su Frankenstein de la desregulación de los mercados y el libre flujo de enormes masas de capital. El objetivo de corto plazo es amortiguar la caída, reducir las pérdidas lo más posible tanto en cantidad como en duración. Para ello se acordó que cada nación aplique una política de fuertes incentivos fiscales y producir nuevas acciones monetarias expansivas en conjunto. Con la mirada más allá, se busca consensuar nuevas reglas de juego que eviten la repetición de la debacle. Allí se discute la creación de mecanismos de alerta temprana, nuevas prácticas regulatorias y más controles sobre el accionar de bancos líderes. Los países emergentes, a su vez, exigen la reestructuración del FMI y tener acceso inmediato a líneas de financiamiento abundantes y a tasas marcadamente bajas.
Las sesiones que siguieron hasta esta madrugada demostraron que la tarea no es sencilla: se cruzan intereses, visiones estratégicas de largo alcance y posiciones de poder. Aun así, con el agua al cuello, el puntapié inicial logró ser dado.
Las negociaciones empezaron el fin de semana pasado en San Pablo con la presencia de ministros de Economía y presidentes de bancos centrales de los países miembros: Estados Unidos, Canadá, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y Japón, del Grupo de los 7, y los emergentes Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía. El integrante número 20 es la Unión Europea como bloque, representada en esta oportunidad por el jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Los equipos técnicos volvieron a encontrarse anteayer en esta ciudad. Los debates fueron intensos, con breves pausas sólo para pedir instrucciones a las altas esferas de cada país, y terminaron a las tres de la mañana. Ayer arrancaron a las ocho y continuaron cuando los jefes de Estado ya estaban en la Casa Blanca en una cena que empezó a las seis de la tarde.
Los presidentes se repitieron los discursos diplomáticos de la importancia de encontrar entre todos una salida a la crisis. La primera hora fue de recepción, la segunda de cena y la tercera para el café. Al cierre de esta edición, las conversaciones recién estaban finalizando. Hoy desde temprano tendrá lugar el cónclave oficial con todos los mandatarios. Se leerá una declaración conjunta y se confirmará que a corto plazo –aunque seguramente luego de la asunción de Barack Obama en Estados Unidos– habrá otra cumbre para analizar los avances de los equipos de trabajo que se formarán en esta oportunidad.
Los ejes de las negociaciones son básicamente tres: cómo evitar mayores daños sobre las economías reales por el crac financiero, el diseño de nuevos marcos regulatorios de los mercados a nivel internacional y la concesión de financiamiento a los países emergentes.
En este punto es donde existe la mayor coincidencia en los discursos de naciones desarrolladas y emergentes. “Ahora todos somos keynesianos”, describió ante PáginaI12 uno de los miembros de la delegación argentina, que encabeza Cristina Fernández y cuenta con la presencia del canciller Jorge Taiana, el ministro de Economía, Carlos Fernández, y el de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao. Los representantes de todos los miembros del G–20 remarcaron la necesidad de aplicar políticas fiscales expansivas. “Hay que hacer algo aquí y ahora para frenar la recesión en los países centrales y su propagación al resto. El gobierno alemán planteó que es necesario ir más allá de los centralizadores automáticos, como el aumento del gasto en seguros de desempleo frente a una suba de la desocupación sin pasar por el Congreso o un sostenimiento del nivel de inversión pública en un contexto de baja de la recaudación. Dijo que se necesitan medidas pro crecimiento de corto plazo”, comentaron desde la delegación argentina.
Cada país determinará cómo lo hace. La clave es expandir el gasto y la inversión pública para compensar la retracción del sector privado. Los países del G-7 concedieron que el riesgo inflacionario bajó y que hay margen para avanzar por ese sendero. “Los mercados están mirando las medidas que hagan resurgir el nivel de actividad”, indicó el funcionario a este diario. La declaración final posiblemente destacará que los bancos centrales volverán a coordinar acciones para promover las economías, como la baja de tasas de interés que dispusieron el mes pasado Estados Unidos, la Unión Europea, China y Japón.
Los emergentes reclamaron que Estados Unidos, Japón y Alemania hagan los mayores esfuerzos en materia fiscal, teniendo en cuenta que disponen de mayores márgenes para endeudarse. “No alcanza con que China siga creciendo y los países en desarrollo evitemos la recesión. La salida de la crisis tiene que venir de arriba y para eso se necesita que los estados pongan plata.”
India, Sudáfrica, Turquía, Brasil y Argentina insistieron en que el FMI, los demás organismos de crédito e incluso las naciones desarrolladas deben proveer financiamiento a los emergentes para paliar los efectos recesivos. “El ministro indio describió la paradoja de que se van capitales de nuestros países en busca de refugio a Estados Unidos y Europa, cuando fueron ellos los que generaron la crisis. Reclamó que la plata vuelva en créditos a tasas muy bajas”, explicaron desde la delegación argentina. La respuesta de los miembros del G-7 fue ambigua y a esta altura es uno de los puntos de conflicto.
Aunque existe consenso en que la desregulación financiera fue una de las causas de la crisis actual, Estados Unidos es el más reacio a profundizar los controles. Acepta que es necesario mejorarlos, pero Bush insiste en que no deben ir en contra de los principios de libre juego de oferta y demanda y de libre mercado. De todos modos, se prepara una voluminosa agenda de trabajo en este campo. Son soluciones a mediano plazo. Lo primero será el diseño de mecanismos de alerta temprana, con exigencia a bancos, aseguradoras y demás participantes de los mercados de capitales de proveer mayor información a los organismos reguladores.
Se discuten también mecanismos contracíclicos, de exigencia de aumento de los niveles de capital a esas entidades en épocas de auge para evitar la propagación de burbujas. Los países europeos plantearon la creación de un organismo supranacional que controle a los treinta mayores bancos del planeta por el riesgo sistémico que entrañan sus operaciones.
Las discrepancias en estas cuestiones es qué rol jugarán el FMI y el Banco Internacional de Pagos –que agrupa a los bancos centrales de los distintos países– en la aplicación de los controles. Europa –sobre todo Francia– apuesta a revitalizar el FMI, mientras que Argentina, Brasil, Sudáfrica, India y China están plantados en que ese organismo no puede ejercer el rol de regulador central si antes no cambia su funcionamiento de manera profunda.
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