ECONOMíA › LULA DA SILVA DEFENDIO EL PAPEL DEL ESTADO PARA SALIR DE LA CRISIS ECONOMICA GLOBAL
El presidente brasileño destacó que “a veces hay que tener el coraje de estatizar los bancos para reponer el crédito”, en relación con el caso del Citi. Ante un auditorio de empresarios, académicos y sindicalistas defendió el rol del Estado.
› Por Ernesto Tiffenberg
Desde Brasilia
“Estoy convencido de que la salida para la crisis sólo llegará si los gobernantes del mundo asumen realmente su papel de gobernantes. Vivimos dos décadas de apatía, donde las personas eran electas bajo el supuesto de que el Estado no servía para nada y que todo sería resuelto por el mercado. Las elegían para achicar el Estado porque decían que sólo servía para complicar el buen funcionamiento de la economía. Muchos políticos pasaron todo su mandato tratando de hacer eso. Con la crisis eso se acabó. Llegó la hora de la política.” Entusiasmado, cuando ya había dejado de lado el discurso leído para poder transmitir realmente sus sensaciones, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, aprovechó un seminario del Consejo de Desarrollo Económico Social para enfatizar el rol que, desde su perspectiva, debe jugar el Estado en la resolución de la crisis que sacude al mundo.
El Consejo está formado por gran parte de los personajes notables del Brasil, con una buena representación empresaria que se ve confrontada por algunos sindicalistas y personalidades académicas, y el contexto mundial casi obligaba a este organismo de consulta de la Presidencia a debatir los mejores caminos para impedir que la crisis mundial arrastre a la economía brasilera.
El tema, como también ocurre en Argentina y Estados Unidos entre decenas de países, divide al campo político alrededor del rol que debe jugar el Estado. Nadie se muestra demasiado ofendido si se lo trae a la mesa para que provea al salvataje de las finanzas privadas, pero las posiciones se bifurcan a la hora de decidir si además de rescatar a los poderosos el Estado debe garantizar que los más débiles no sean los principales perjudicados por la debacle neoliberal. Lula no muestra demasiadas dudas al respecto: “La crisis financiera global se puede transformar en una gran oportunidad política, porque significa un punto final de un ciclo de más de dos décadas de equívocos y fraudes cometidos en nombre del dios mercado. Siempre los que sabían todo, menos que venía la crisis, nos dijeron que era necesario que crezcan las ganancias y con ellas la economía para que derrame sobre el resto. Ya vimos en qué termina esa receta. Ahora hay que hacer lo que no tuvimos el coraje de hacer en los últimos veinte años: es necesario distribuir para que la economía crezca”.
Con la próxima reunión del G-20 en la mira, destacó que “hay que discutir no sólo la regulación financiera, sino cómo reestablecer el crédito en todo el planeta”. Y no se privó de elogiar el nuevo presupuesto de Barack Obama, puesto como ejemplo del cambio de paradigma a nivel mundial, aunque también puso el acento sobre la tibieza de algunos aspectos del rescate de los bancos norteamericanos. “Acaso los países van a continuar sólo colocando dinero con la intención de salvar a los bancos o algún país tendrá el coraje de estatizarlos y recuperarlos para hacer volver el crédito”, fue la frase elegida por Lula que, poco después, apareció destacada en los medios opositores como un llamado a estatizar toda la banca. Si alguien se hizo ilusiones con la radicalidad del mensaje, no fue para tanto. Lula venía explicando que en Estados Unidos no existe la banca estatal y que semejante novedad (que el Estado se tenga que hacer cargo de los deshechos de los principales bancos) aterroriza a los encargados de tomar decisiones. “Ellos creen que la banca oficial es sinónimo de ineficiencia, pero aquí en Brasil tenemos muchos ejemplos de cómo puede colaborar a impulsar la economía”, ejemplificó, para después extenderse en los casos del BNDS, una institución que presta a tasas accesibles un monto mayor que el Banco Mundial, la Caixa Federal y el Banco Central
A la hora de explicar su receta para enfrentar la depresión mundial, Lula insistió, con argumentos parecidos a los que usa Néstor Kirchner, en asegurar que Brasil está mejor preparado para salir antes y más fortalecido de la crisis. El motivo hay que buscarlo en la aplicación durante los últimos seis años de un modelo contrapuesto al que recomendaba el FMI. En su mirada, gracias a la aplicación de “políticas redistributivas”, hoy existen en Brasil decenas de millones de consumidores nuevos que podrían reemplazar la caída de la demanda de los mercados de exportación. “Unos diez millones de personas tienen ahora energía eléctrica. Y es difícil de describir, y sobre todo de comprender para los que nacieron teniéndola, lo que siente un hombre cuando por primera vez enciende una bombita de luz. Quizá la mejor forma de entenderlo sea imaginando un viaje en el tiempo de un hombre del siglo XVIII”, se emociona y emociona Lula en la descripción. Pero enseguida le da un sentido económico. “Se imaginan lo que significa para la producción que millones de personas puedan ir comprando una televisión, una heladera.”
Un sector de los empresarios acompaña el entusiasmo del presidente. A otros se los ve más incómodos y a la hora del debate se encargan de resaltar que “en Estados Unidos no fracasó un modelo económico, sino que simplemente un gobierno hizo mal su trabajo, no controló como debía el zafarrancho de los créditos hipotecarios”. Y reclama las consiguientes regulaciones, algo casi exótico a oídos argentinos, acostumbrados al discurso antirregulador de todos los sectores del establishment local. Pero en Brasil la discusión ha pasado de casillero y el reclamo tiene más que ver con la necesidad de rescatar la magia del mercado del centro de las críticas.
Como diría poco después la economista Maria da Concencao Tavares, “ahora son todos keynesianos” y esperan que el Estado acuda al rescate. Lula está convencido, y lo transmite, de que ese Estado, encarnado en los gobernantes, es el encargado de, a pesar de las molestias empresarias, ocupar el centro de la escena. Concencao Tavares concuerda con él, pero abre un interrogante: “¿Está el Estado de nuestros países en condiciones de hacerlo?”.
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