ECONOMíA › CRISIS DEL RETAIL
› Por Cledis Candelaresi
Producto del deterioro económico global, de la incertidumbre que comenzó a ganar a los consumidores a partir del prolongado conflicto con el campo y de la desatinada política crediticia de algunas grandes casas de electrodomésticos, en el último año se triplicó la morosidad de sus clientes. La degradación de las carteras crediticias de renombradas casas como Garbarino, Frávega o Red Megatone, entre otras, amenaza, a su vez, alimentar un círculo recesivo. Ese deterioro, sumado a la caída en las ventas al contado, los impulsa a un drástico recorte de costos y a ser más cautelosos a la hora de vender financiada una heladera o licuadora. La Anses intervendría en una operación de salvataje.
Según un análisis de riesgo privado hecho para el sector, la mora en el retail saltó al 20 por ciento contra el 8 promedio que acusaba a fin del 2007. Desagregados, esos números muestran una realidad muy heterogénea. Hay regiones del país en las que trepa hasta el 40 por ciento, como Tucumán. Le siguen Mendoza o las bonaerenses localidades de Pergamino, San Nicolás y Junín, donde la cadena de pago empezó a resentirse nítidamente a partir de los conflictos con el agro. Córdoba y Tucumán también se escapan del promedio hacia arriba.
Según aseguran los especialistas, esa degradación en la conducta de pago engloba dos fenómenos distintos. Uno es la dificultad que tienen muchos de los clientes para honrar las deudas que contrajeron al comprar un electrodoméstico en cuotas. El otro –y el principal factor de contaminación de las carteras– es la no devolución de los préstamos en efectivo que comenzaron a otorgar esas mismas casas hace un tiempo con una voracidad que los indujo a error.
“Vamos a inundar el mercado de efectivo”, prometían los directivos de Garbarino en la fiesta de fin de año del 2007. El entusiasmo provenía del buen resultado que le estaba dando al retail otorgar créditos en efectivo por pequeños montos, a tasas astronómicas cercanas al 40 por ciento anual y a tomadores poco calificados. Fue algo casi de facto, que dejó esas operaciones fuera de las regulaciones del Central. Quizá, el germen local y en menor escala de lo que ocurrió en Estados Unidos con las hipotecas subprime.
Esa intromisión en el negocio financiero tensó la cuerda con las entidades de este rubro, que hasta el momento se ocupaban de dar los créditos para comprar lavarropas o batidoras, amén de prestar efectivo, según su métier natural. Una puja que replica la de otros países y que en España llevó a algunos bancos a incluir vidrieras con las computadoras o teléfonos cuya compra financiaban. Pero el rápido crecimiento de la morosidad local hizo que las vendedoras de electrodomésticos abandonaran el otorgamiento de préstamos y sólo financien ellas mismas las compras de los clientes que tienen identificados en su base como buenos pagadores.
Claro que ese repliegue del negocio financiero se produce luego de que las carteras se ensuciaran, comprometiendo la situación global de la empresa y justificando ajustes tanto en la grilla de personal como en pagos y honorarios de proveedores, que en estos días sufren recortes del 20 por ciento. No basta la buena intención que demuestran muchos clientes atrasados, que van hasta las sucursales acreedoras a pedir que les admitan un pago parcial. “Se deterioró la capacidad de pago pero no la voluntad”, concluyen los expertos contratados para el análisis del fenómeno.
Los fideicomisos integrados también por esos préstamos en mora eran otrora comprados por las AFJP. Hoy es la Anses la que, según dan fe fuentes próximas a esta negociación, compra esos paquetes por más de lo que valen. A cambio, el Estado pide que las casas contengan todo lo que puedan los precios y se avengan al plan canje de electrodomésticos, aunque sea con pocos productos, hoy agotados y sin chances de reposición inmediata.
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