ECONOMíA › GABRIEL PALMA, INVITADO DE AEDA
› Por Tomás Lukin
Ni las bajas tasas de interés de Alan Greenspan, ni las expectativas, ni el ahorro de los chinos son los responsables. Contra las explicaciones más difundidas sobre el estallido de la crisis financiera internacional, el economista de la Universidad de Cambridge Gabriel Palma tiene una visión diferente, endógena al sistema. En una conferencia organizada por la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA), el investigador chileno remontó el origen de la crisis a un cambio radical en el proceso de acumulación capitalista que surge desde el final de la década del ’70. La designación de Paul Volker a la cabeza de la Reserva Federal y los triunfos electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan marcaron el punto de inflexión que permitió un impresionante proceso de concentración y polarización en la distribución del ingreso.
Palma explicó que “en la década del ’30, el 1 por ciento más rico de la población de Estados Unidos se apropiada del 22 por ciento de la riqueza. A fines de los setenta, esa proporción había caído al 9 por ciento del Producto”. Agregó que “a partir de ese momento se revirtió el proceso, generando un incremento en la polarización, siendo tan intensa como la que sucedió en Chile con Pinochet”. Durante el mandato de George W. Bush los frutos del crecimiento fueron apropiados por los sectores más ricos, 3 de cada 4 dólares nuevos se los quedaba el 1 por ciento más poderoso. El economista remarcó cómo “la sofisticación de la tecnología de control neoliberal permitió que, en democracia, los ingresos de la mayoría de la población estuvieran estancados durante treinta años sin generar conflictos”. El investigador consideró que el principal paralelismo con la Gran Depresión será la duración de la crisis. Estima que la economía global tardará entre cinco y diez años en recuperarse y advirtió que habrá muchas salidas falsas, al estilo de las anunciadas por el FMI y la FED hace algunas semanas, ya que “existen muchas bombas de tiempo, como los elevados niveles de deuda de las familias, del gobierno y de las empresas”.
El profesor de la Universidad de Cambridge registra que en 1980 comienza una transformación “insostenible” en el proceso de acumulación: se pasa de un capitalismo progresivo a uno rentista. “Existió un cambio de sistema político e ideológico, surgió una nueva hegemonía neoliberal por consenso, sin necesidad de un golpe de Estado”, apuntó. Los ingresos del 1 por ciento más rico crecieron a un ritmo del 1 por ciento mientras duró el Estado de Bienestar. Desde la década del ’70, el ritmo se aceleró hasta el 4,7 por ciento y en el exclusivo grupo del 0,01 por ciento todavía más poderoso la tasa se elevó al 8 por ciento. Mientras tanto, la mayor parte de la población experimentó un cambio muy brusco, dejó de percibir mejoras en sus ingresos reales y hasta llegó a perder terreno en el reparto de la torta.
Entre 1980 y 2007 se dio un proceso de profundización financiera extraordinario. En ese período, el stock de activos –las acciones, los bonos y los bancos– se multiplicó por ocho y pasó de 36 trillones de dólares hasta los 240 trillones. Durante su exposición el economista identificó una fuerte “cointegración” entre el crecimiento del valor de los activos financieros y una distribución del ingreso desigual. “Hay un quiebre sistémico, toda una forma de hacer finanzas fracasó, los derivados no sirvieron para cubrirse, sino para generar más riesgo, hay que forzar al sistema financiero para que vuelva a asistir al sector real, que ganen lo que ellos quieran, pero financiando al sector real”, señaló el investigador.
Según Palma, la expansión financiera estuvo acompañada por un marcado deterioro de la macroeconomía: “Desaparece el ahorro privado, se cae la inversión y se logró mantener el consumo a través del endeudamiento”. En este sentido apuntó contra la ilusión de que la sobrevaluación de los activos financieros genera crecimiento en el sector real de la economía. “A partir del ochenta, el valor en el mercado de los activos físicos crece a un promedio del 14,5 por ciento, mientras que el costo de reemplazo de estos bienes crecía al 4 por ciento”, ejemplificó. Criticó los rescates a los bancos realizados por Bush y Obama, ya que el gobierno está pagando por las acciones de esas empresas por encima del precio de mercados. Por eso señaló el caso de Suecia a principios de los ’90 cuando, en medio de una profunda crisis bancaria, el gobierno decidió nacionalizar todo el sistema bancario, “arreglarlo” y volverlo a vender. “Esa fue una respuesta racional desde el punto de vista fiscal, hoy Keynes se está revolcando en su tumba porque están subsidiando al sector financiero en crisis en su nombre.”
Aunque el impacto de la crisis en América latina es menor que en los países centrales, las herramientas disponibles para hacer frente al retroceso de la demanda interna y externa en los países de la región son más débiles. Para posibilitar la política fiscal, Palma propuso “revisar la apertura de la cuenta capital, repensar su función y poner impuestos a los capitales golondrina”, y por otro lado “racionalizar el funcionamiento del sistema financiero, atarlo al sector real para reactivarlo”.
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