Dom 14.06.2009

ECONOMíA  › OPINION

Poder de veto

› Por Alfredo Zaiat

El paquete financiero del Banco Mundial anunciado esta semana tiene dos señales muy contundentes. Una, que el país no está totalmente marginado del acceso al crédito internacional como repiten economistas especializados en el error. La otra, que los organismos multilaterales han cambiado muy poco pese a la caída del Muro de Wall Street que los ha tenido como protagonistas de esa debacle.

El martes pasado, el directorio del Banco Mundial aprobó dos proyectos para la Argentina como parte de la estrategia de asistencia para el período 2009-2012. Por un lado, el Proyecto de Desarrollo Sustentable de la Cuenca Matanza-Riachuelo, por un monto de 840 millones de dólares. Por otro, se autorizó el Proyecto de Protección Social Básica por 450 millones de dólares, que se ejecutará en su mayor parte durante este año, dinero que se canalizará a través del Ministerio de Trabajo y de la Anses. También se ratificó la nueva estrategia de asistencia del organismo a la Argentina para los años 2009-2012 por una suma total de 3300 millones de dólares, que abarca tanto el apoyo a los programas de protección social del Gobierno como el financiamiento de inversiones de sectores relevantes para el desarrollo.

Casi 4200 millones de dólares totalizan esas líneas de financiamiento internacional. Por lo pronto, durante este año se detendrá la tendencia al desendeudamiento con el BM, puesto que según se informó en el comunicado que detalló esos créditos, será “la primera vez en 10 años que los flujos netos con el organismo serán positivos”. Es decir, que se recibirán más dólares que los que se girarán a la cuenta del BM en Washington.

La restricción crediticia es el argumento preferido de la corriente conservadora para señalar el rechazo que existe en el mercado internacional a la política económica local. El default de la deuda y la posterior renegociación con una fuerte quita del capital desplazó a la Argentina del mercado financiero internacional. Ese “defecto” mudó en “virtud” ante el estallido de la crisis global precipitada por la exhuberancia especulativa, de la que el país quedó excluido por su declaración de cesación de pagos. Por ese motivo, la transmisión de la crisis por el canal financiero fue insignificante, y sólo la impunidad que brinda la protección del poder económico consiente a los economistas del establishment continuar su tarea de confusión.

La dificultad de acceso al financiamiento internacional viene dada por la factura que el poder financiero todavía le hace pagar al país por la fuerte quita al capital ofrecido para reestructurar sus pasivos. Pero también por haber respetado hasta el momento las condiciones de esa renegociación: los inversores que no aceptaran en su momento la oferta no recibirían nada. La espectacular presión de los denominados holdout (fondos buitres) en tribunales de Nueva York, con la amigable recepción del juez Thomas Griesa, en gobiernos de países centrales y en organismos multilaterales, fue cerrando grifos financieros del país. Con una cándida estrategia, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner tiene la expectativa de eludir ese cerco manifestando su voluntad de presentar una nueva oferta, desventajosa respecto de la primera, a esos tenedores de bonos en default. En tanto, el estallido de la crisis internacional clausuró el financiamiento global alcanzando entonces esa restricción al resto de los países. Ahora, el crédito del BM abrió esa ventana descolocando a los gendarmes de buenos modales que analizan la realidad dando la espalda al mundo.

La aprobación de un amplio programa de asistencia financiera del BM también revela que esa tecnoburocracia sigue con los mismos vicios noventistas. El otorgamiento de esos créditos vino acompañado de críticas moldeadas en el paradigma neoliberal, del que fueron principales propaladores durante décadas, que está mostrando su rostro más desesperado en estos meses de crisis global. El mismo comportamiento de veto a las políticas económicas de países periféricos que no se ajustan a su credo fue expuesto al momento de autorizar esos préstamos. La corresponsal de La Nación en Washington detalló esos tradicionales cuestionamientos. Informó que el BM advirtió a la Argentina sobre las estatizaciones, el alto endeudamiento, la inflación y la limitada capacidad para atraer capital privado. También señaló el elevado nivel de corrupción y cuestionó el blanqueo de capitales. La periodista indicó que el BM alertó sobre la creciente intervención estatal en la economía que puede “disminuir la credibilidad del gobierno argentino en relación con los derechos contractuales y desencadenar una nueva oleada de casos de arbitraje”. Funcionarios del Gobierno trataron luego de suavizar esas observaciones afirmando que se trata de prevenciones “tradicionales” de los técnicos del Banco Mundial. De todos modos, y más allá de internas palaciegas respecto de los responsables de la difusión de ese crítico documento, esas amonestaciones y la forma de expresarlas refleja que poco y nada ha cambiado en las burocracias técnicas de los organismos multilaterales de crédito.

Esas instituciones (Fondo Monetario y Banco Mundial) habían quedado en el ojo de la tormenta durante el peor momento de la crisis. Fueron señaladas como responsables por no haberla previsto, y peor aún, por haberla alentado al fomentar la especulación financiera a escala planetaria al impulsar políticas de apertura de la cuenta de capital. Sin embargo, en el último encuentro de los líderes del Grupo de los 20, el FMI y el BM recuperaron centralidad en la arquitectura financiera internacional al decidirse respectivas capitalizaciones con el objetivo de que ayuden a países en dificultades. De esa forma rescataron del oprobio a esos organismos sin cambiar su estructura técnica ni conceptual. Así dejaron preparado el terreno para que la dupla FMI-BM reproduzca el mismo esquema de condicionalidades, ahora remozadas, y de influencia en las políticas económicas nacionales acompañando las críticas de los grupos conservadores locales, replicando la estrategia de veto aplicada en décadas pasadas.

Este nuevo capítulo que se escribe con el BM, que indudablemente descomprime el frente financiero porque acerca dólares en un escenario de tensión y termina de desencajar a los gurúes, permite también adelantar el sendero que se transitaría si se decidiera retornar a los brazos del FMI, como impulsa el establishment, y tiene eco en algunos despachos del Gobierno, perezosos en la búsqueda de canales de financiamiento alternativos. Con el Fondo, regresaría el poder de veto con un vigor que no ha perdido intensidad, y que ya se sabe a quiénes beneficia.

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