Lun 05.04.2010

ECONOMíA  › TEMAS DE DEBATE: CRECIMIENTO ECONóMICO Y DESARROLLO

Claves para seducir al capital

La economía argentina volverá a crecer fuerte este año. El desafío consiste en generar condiciones apropiadas para que la clase social que concentra la mayor parte del ingreso nacional encuentre luego la situación propicia para una reinversión rentable.

Producción: Tomás Lukin

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Divisas y acumulación

Por Gustavo Burachik *

A fines de los sesenta el economista Oscar Braun planteó que en Argentina la tasa de crecimiento de la economía se encontraba limitada por la de las divisas disponibles. Aunque este factor era para Braun sólo una condición necesaria para la acumulación, es conocida su afirmación de que la escasez de divisas era “el freno dominante” al desarrollo de las fuerzas productivas. La experiencia reciente permite evaluar críticamente esta idea. Ocurre que la economía argentina viene generando de un modo sistemático y duradero un abultado excedente de divisas. El incremento de las exportaciones, de 173 por ciento entre 2002 y 2008, cubrió las salidas de dólares y dio lugar a una acumulación de reservas en el Banco Central.

Lo primero que hay que notar es que en ese período el crecimiento de la economía fue sólo un tercio del crecimiento de las exportaciones, lo cual, de algún modo, pone en entredicho la idea de Braun de que la restricción externa constituye “el freno dominante”. En otros términos, el crecimiento económico produjo una demanda de divisas para la importación (insumos, maquinarias) insuficiente para agotar los ingresos netos de dólares. Esta forma de ver las cosas tiene un sentido, ya que para evaluar la intensidad de la reciente fase expansiva es preciso referirla a la masa de recursos económicos (y de otras condiciones sociales y políticas que resultaron, asimismo, bastante favorables) que estaba a disposición de la acumulación y no dejarse impresionar por el valor absoluto de las tasas de crecimiento. Se pone así de manifiesto el carácter limitado de la expansión de los años 2003-2008, no sólo desde el punto de vista cualitativo (modernización tecnológica, aumento de la productividad) sino también cuantitativo.

La segunda cuestión es que el “excedente” efectivo de divisas ha sido muy superior al monto de las reservas internacionales acumuladas en el Banco Central, ya que a este saldo se arriba después de computar diversas formas de demanda “improductiva” de divisas por parte del sector privado.

Por un lado, M&S Consultores estiman la oferta neta total de divisas en 2003-2009 en 113.400 millones de dólares. Descontadas las compras del sector público (autoridad monetaria y tesoro), surge que la “formación de activos externos por parte del sector privado no financiero” fue de 54.500 millones de dólares. Esto es: 48 por ciento de la disponibilidad total de divisas fue demandada por las empresas con el único objeto de adquirir activos financieros y cancelar deudas en el exterior. De esta suerte, se ha afirmado que la tasa de endeudamiento de las empresas que cotizan en Bolsa se encuentra hoy en sus mínimos históricos.

Por el otro, esa oferta neta total de divisas ya tiene en cuenta el giro al exterior de utilidades de las corporaciones de capital extranjero, que sacaron del país 75 por ciento de las ganancias que obtuvieron entre 2003 y 2008. Conviene recordar que estas firmas explican 90 por ciento de las utilidades de las 500 empresas más grandes del país.

En paralelo con este “sobrante” de divisas ha tenido lugar un exceso de ahorro respecto de la inversión en el sector privado. La brecha fue espectacular en 2002/03 debido a la redistribución del ingreso provocada por la devaluación y el desempleo en un contexto de derrumbe de la acumulación. En ausencia de crédito externo o interno, las grandes empresas se valieron de estos ahorros para pagar sus deudas, en muchos casos, luego de renegociar plazos, etc. Sin embargo, la inversión se mantuvo sistemáticamente por debajo del ahorro (salvo en 2004) al menos hasta 2008. Más aún, la brecha entre ambas variables (medida en puntos porcentuales del PIB) ha sido creciente desde 2005. Las operaciones de recompra de acciones y deuda en el mercado de capitales local en el que varias corporaciones han invertido importantes montos en los últimos dos años constituyen también síntomas de este “exceso de ahorro”.

En suma, las grandes empresas nacionales y extranjeras han tenido acceso a una masa de ganancias superior a la que estaban dispuestas a invertir y usaron este “excedente” para adquirir divisas y sacarlas del país y para disminuir su endeudamiento neto. Así, la convergencia de altas ganancias con una elevada disponibilidad de divisas no ha resultado en una reanimación sustancial de las perspectivas de la acumulación del capital sino en una cuantiosa dilapidación. Entre los corolarios que pueden extraerse de estas consideraciones uno parece de particular interés: la mayor parte del ingreso nacional resulta apropiado por una clase social que no encuentra luego condiciones propicias para una reinversión rentable. No hay vuelta: el desarrollo de las fuerzas productivas requiere un cambio en las relaciones de producción.

* Docente del Departamento de Economía - Universidad Nacional del Sur.


Mirada histórica

Por Norberto E. Crovetto

Primer acto. Si pregunta qué discutían los argentinos durante las décadas del ’50-’70 se encontraría con dos tipos de relato. El primer relato es académico. En el mundo hay dos posiciones, por un lado los Estados Unidos y por el otro la URSS. Una sostenía que el crecimiento de los países se debía al ahorro y a la acumulación de capital, pero debido a la ley de los rendimientos decrecientes, la tasa de crecimiento se va reduciendo. Así, si se quiere seguir creciendo debe aumentar la productividad del capital. En todo caso debe ser una política deliberada del Estado. Esto para la Argentina significaba un ahorro mayor apoyado con el ingreso de inversiones extranjeras, y dejar de alentar industrias que son “artificiales”. Para la otra también la acumulación de capital es la fuente del crecimiento, pero en un régimen capitalista ello tiene un límite: las propias estructuras sociales y políticas. Argentina todavía no había alcanzado un sistema capitalista pleno, luego se debe alentar y promover políticas que lo impulsen. El otro relato decía más o menos lo siguiente: Se están dando las pinceladas fundamentales a un pensamiento propio. Las ideas eje son las condiciones para la acumulación de capital: a) Mantener el ahorro dentro del país defendiendo los precios y la producción exportable y centrando en el país la acumulación de capital. b) Con equidad, ampliar el mercado interno como sustentación de la mayor producción. En el plano real ambas cuestiones se encontrarán con la dificultad del sector externo, algo que no estaba suficientemente comprendido.

Segundo acto. Si se vuelve a hacer la misma pregunta en los ’80 se va a encontrar con una respuesta distinta. En primer lugar, sería difícil encontrar varias opiniones. Las dificultades económicas que tenían ambos bloques y la entronización del poder financiero a partir de los excedentes mal llamados petrodólares imponen un enfoque monetarista dejando de lado el debate sobre el crecimiento económico. El centro de la problemática es culpabilizar a la teoría keynesiana y la conducción estatal de la economía. Dejemos que la economía funcione en “libertad”, es decir con mínimos controles e intervenciones, así se asignará y producirá eficientemente y por lo tanto se crecerá. La política económica se resume en el “piloto automático”.

Tercer acto. En los ’90, los países centrales observan con preocupación que para el mundo en desarrollo la década del ’80 es la “década perdida”. Escaso crecimiento y crisis financieras (como el default de México y las crisis de la deuda en Chile y Argentina). La reformulación se denominó Consenso de Washington. En nuestro país, el mayor exponente fue Domingo Cavallo. Articuló su tesis central del “desarrollo hacia fuera” en base a un tipo de cambio apreciado con las políticas activas de modificación de los parámetros institucionales de la economía, último reducto de lo denominado peyorativamente “populismo”. Las medidas tendían a: desregular la economía y el mercado de trabajo, la apertura externa, etcétera. A una importante devaluación inicial le siguió un tipo de cambio fijo para alcanzar en el tiempo los beneficios de los “cambios estructurales”. ¿Se escuchaban otras voces? Débilmente, algunos comenzaron a plantear sus disidencias, que adquirirá fuerza luego de la crisis de 2001. El resultado de los ’80 y ’90 es una fuerte concentración y desnacionalización del sistema productivo.

Cuarto acto. A diferencia de lo sucedido durante la crisis del ’30, Argentina se anticipó a la crisis mundial actual. La respuesta del pensamiento nacional fue rápida y contaba con un fundamento pacientemente elaborado. Recuperar el centro de gravedad del crecimiento requiere de políticas que reconozcan restricciones y límites. Esta “novedad” se traduce en dos conceptos: a) La noción de estructura productiva diferente donde tenemos un sector muy productivo en comparación con el resto del mundo, el agropecuario. Entonces, producir un bien industrial nos cuesta más cantidad de soja que hacerlo en el resto del mundo. Y, b) la restricción que impone el sector externo. No podemos acumular capital si no hay un balance externo al menos equilibrado. Y éste es un tributo a Marcelo Diamand. Pero ahora con concentración de la producción en empresas multinacionales.

Epílogo. Si sólo las empresas pueden acumular por motivos productivos, el crecimiento depende crucialmente de su comportamiento. La disidencia está ahí. Una política de crecimiento centrada en la acumulación en nuestro país o una vuelta a las ideas de acumulación y crecimiento hacia afuera.

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