Sáb 10.04.2010

ECONOMíA  › PANORAMA ECONóMICO

Ganancias y salarios

› Por Alfredo Zaiat

El Instituto Argentino de Mercado de Capitales realizó un estudio sobre las ganancias 2009 de las empresas que cotizan en Bolsa. Fue el año del impacto más fuerte de la crisis internacional sobre la economía doméstica. Las expectativas sociales y productivas eran desfavorables, clima alentado por economistas especializados en el error. El resultado de la investigación de esa institución vinculada con la entidad bursátil es tan contundente como sorprendente, teniendo en cuenta el estado de ánimo que expresa el establishment: las utilidades de esas compañías crecieron en un 51,7 por ciento respecto de 2008. En ese informe, que incluye los balances de 53 de las principales firmas del país, se destaca que diversos sectores del aparato productivo sumaron en total utilidades por 7300 millones de pesos. Los principales generadores de ganancias en 2009 fueron los bancos porque contabilizaron el aumento por intermediación financiera, en especial por las elevadas tasas que cobraron por los préstamos al consumo, por mayores ingresos por comisiones y porque se beneficiaron de la fuerte alza de las cotizaciones de los títulos públicos que tienen en cartera. El año pasado fue complicado para las compañías de servicios públicos: con tarifas reguladas, prácticamente ninguna pudo trasladar a precios sus incrementos de costos. De todos modos, no dejaron de ganar dinero, sino que lo hicieron en una magnitud menor a la registrada en el período anterior. En ese rubro, las telefónicas tuvieron un mejor recorrido, con ganancias que aumentaron un 40 por ciento en relación con 2008 en el caso de Telecom. Situación similar se comprobó en el sector siderúrgico y metalúrgico. Aluar, Siderar y Tenaris padecieron la caída en el precio internacional de las commodities y de la actividad doméstica y del resto de la economía mundial. Pero igual mantuvieron notables niveles de utilidad, con perspectivas muy favorables para este año.

En ese año, de fase recesiva de un ciclo de intenso crecimiento iniciado en 2003, ha sido asombrosa la contabilidad de elevadas ganancias de las empresas, con la previsible disparidad sectorial y de tamaño, pero la mayoría con signo positivo. Esta es una característica del actual modelo económico que se ubica en un espacio confuso en el debate público. Desde el Gobierno se la menciona en diferentes circunstancias como parte de discusiones abiertas en frentes diversos, pero no como un aspecto central a considerar en la articulación de un discurso convincente frente a cuestionamientos variados. Los funcionarios quedan encapsulados en esa idea difundida por la corriente conservadora que sostiene que señalar las crecientes ganancias del sector privado podría desestimular la inversión porque puede ser interpretado como un ataque al espíritu emprendedor. Esa puede ser la defensiva estrategia oficial, sin embargo, es menos comprensible que hoy lo sea también en los representantes de los trabajadores organizados. En la discusión salarial de este año no exponen como principal argumento el elevado nivel de utilidades que vienen acumulando desde hace varios años importantes sectores productivos. Han limitado la negociación a un porcentaje de ajuste ligado a la evolución de los precios, con la dificultad que eso implica debido a la pérdida de credibilidad del Indec y a la casi nula consistencia técnica de las consultoras privadas.

Se presenta entonces una interesante oportunidad para empezar a incorporar la tasa de ganancia como variable en la negociación salarial. Los trabajadores evitarían quedar atrapados en la batalla política alrededor del Indec y de la campaña inflacionaria sobre los precios por parte de la cadena nacional de medios privados. Definir como único parámetro de ajuste salarial el Indice de Precios al Consumidor termina por convalidar la apropiación de ingresos por parte del empresariado vía aumento de productividad, crecimiento de las utilidades y también a través de los precios. El alza de los salarios atado al IPC sólo acompaña la tendencia, aspecto que es importante para mantener el poder adquisitivo, pero la negociación alcanzaría mayor complejidad en un escenario sociolaboral que ha adquirido una dinámica vital.

El proceso de recuperación luego de la fabulosa transferencia de ingresos hacia el capital que significó la megadevaluación de Duhalde comenzó con aumentos de sumas fijas no remunerativas dispuestas por decreto. Luego ese dinero pasó a integrar el salario, para empezar una persistente y creciente apertura de negociaciones paritarias. Desde entonces, el objetivo fue seguir el sendero de los precios más unos puntos adicionales, lo que permitió una mejora salarial en términos reales. En términos históricos igual siguen retrasados por el deterioro de arrastre del extenso período 1976-2001 correspondiente al patrón de acumulación de valorización financiera.

En el último informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra), vinculado con organizaciones gremiales adheridas a la CTA y coordinado por el economista Eduardo Basualdo, se explica que “si bien hacia 2007 se produjo un descenso en el ritmo de crecimiento salarial por el proceso inflacionario desatado en ese momento, en el contexto de la crisis mundial el ritmo de variación de los precios disminuyó por la contracción en el nivel de actividad económica”. La investigadora Mariana González, autora de ese documento, agrega que “en este marco, desde mediados de 2008 se produjo una nueva expansión salarial, aunque a un ritmo claramente inferior al experimentado durante 2002-2006. Entre el 4º trimestre de 2008 y el mismo trimestre de 2009 el salario real de los trabajadores registrados del sector privado se incrementó en 2,0 por ciento”. En síntesis, el conjunto de los asalariados recuperó los niveles salariales vigentes en el 4º trimestre de 2001 recién en 2006. Esa tendencia se vio retrotraída por el proceso inflacionario de 2007, volviéndose a recuperar luego desde principios de 2008, para mantenerse estable en 2009.

En ese contexto se presenta el escenario para que los trabajadores puedan reestablecer la dirección hacia una mejora sustancial de los sueldos en términos reales. Existe una organización sindical más fuerte, con una CGT y CTA con firmes compromisos en defensa de los trabajadores. También se amplió el universo de asalariados en blanco, al crearse 2,2 millones de puestos que gozan de los beneficios y derechos que establece la normativa laboral. Cantidad de empleos de calidad que es casi 20 por ciento mayor de la que había en el mejor momento de la década pasada durante la vigencia del régimen de convertibilidad. Además, según el estudio de Cifra, la remuneración real promedio de los asalariados registrados (sector público y privado) ha subido 22 por ciento en relación con el de fines de 2001.

Esas condiciones abren el escenario para negociar salarios por la vía tradicional del Indice de Precios al Consumidor pero sumando a esa mesa otras variables, entre las que se destaca la tasa de ganancia empresarial. Esta sería una forma de eludir la discusión sobre quién aumenta los precios y sobre la credibilidad de los índices del Indec y de las consultoras privadas. También se presentaría como una estrategia fundamental para desmontar la avanzada conservadora. Esta busca culpar a los trabajadores por los aumentos de precios ante la defensa de sus legítimas demandas salariales, mientras la tasa de ganancia de las empresas continúa subiendo por el ascensor.

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