ECONOMíA › SECTORES DEL AGRO Y LA INDUSTRIA CONCENTRADOS ASUSTAN CON EL RECLAMO DE UN DóLAR MáS ALTO
La reaparición de los pedidos devaluatorios en el discurso empresario coincide con el comienzo de las negociaciones colectivas de trabajo. Se producen en un contexto de aumento de precios de los alimentos y de crecimiento de los márgenes de rentabilidad empresaria.
› Por Tomás Lukin
El debate sobre el tipo de cambio regresó de la mano de los reclamos devaluatorios del titular de Federación Agraria, Eduardo Buzzi. El pedido del federado es una sofisticación de los argumentos esgrimidos durante el conflicto por las retenciones. Ya no se refiere exclusivamente a las alícuotas de los derechos de exportación sino a la “necesidad” de un tipo de cambio más alto. Esa sutileza permite tender un puente con las demandas de algunos sectores industriales exportadores como el automotor, en este caso expresados por el presidente de Fiat Argentina, Cristiano Ratazzi. La reaparición de la devaluación en el discurso empresario coincide con el comienzo de las negociaciones colectivas de trabajo.
En un escenario de aumentos de precios que impactan con más fuerza sobre los bienes de la canasta básica alimentaria, una devaluación agrega mayores presiones sobre la evolución de la inflación, provocando el deterioro de los salarios reales. A pesar de las quejas por la política cambiaria del Gobierno y la permanente situación crítica que dicen atravesar, el agro y los distintos sectores industriales exhiben elevadas tasas de rentabilidad y las perspectivas para el año prometen romper records históricos de rendimiento de la tierra y los niveles de producción en algunos sectores.
Con una economía creciendo, el sector patronal argumenta el reclamo devaluatorio ante la necesidad de preservar sus niveles de competitividad erosionados por la apreciación cambiaria y los “desmedidos” incrementos de salarios. El reclamo de una porción del sector agropecuario –Carbap cuestionó las formas del pedido de Buzzi– busca que el tipo de cambio efectivo que surge tras descontar las retenciones sea más elevado.
“Es imposible vivir de competitividad cambiaria. Los empresarios deben seguir invirtiendo para conservar sus márgenes de rentabilidad, que ya son muy abultados. Los únicos que pierden con una devaluación son los trabajadores. Mejora márgenes de rentabilidad y eleva el precio de los alimentos”, apuntó a Página/12 el economista de AEDA Iván Heyn. El especialista en política industrial remarcó la necesidad de analizar otras cuestiones al momento de hablar de competitividad, como los términos de intercambio, la calidad de los productos, la dinámica del mercado interno, niveles de endeudamiento, la política comercial y los subsidios a algunos sectores como el energético, que benefician a las empresas. “La discusión es política, no técnica. Los empresarios tienen elevados niveles de ganancia, buscan acceder a tasas de rentabilidad extraordinarias”, sostuvo Heyn.
Ni las ramas más concentradas de la industria ni el sector agropecuario exhiben una elevada incidencia de los salarios. El principal exponente de esta oleada de reclamos fabriles es el titular de Fiat Argentina, Cristiano Ratazzi. Sin embargo, en la industria automotriz esa relación no supera el 10 por ciento. En tanto, el agro registra niveles de informalidad que duplican la media nacional, en algunas actividades excede el 70 por ciento. Además, el reclamo de un mayor tipo de cambio contradice sus quejas ante la variación en el precio de sus dolarizados insumos.
Al igual que el desempleo, la contracción de los ingresos reales resultante de una devaluación puede funcionar como una herramienta de disciplinamiento y control de las demandas sociales. Un incremento en el tipo de cambio que no sea compensado con retenciones, compensaciones o subsidios resulta en una transferencia de ingresos con efectos distributivos regresivos. El salto cambiario podría impulsar los incrementos de precios atentando contra los mismos empresarios (los que no exportan) ante la caída en la demanda interna que se registraría.
Por su parte, el investigador del Cenda Emmanuel Agis rechazó los argumentos sobre el impacto de la apreciación cambiaria sobre la rentabilidad y consideró que “el tipo de cambio está siendo administrado para mantener la competitividad”. Agis sostuvo ante este diario que “las grandes empresas tienen niveles de rentabilidad elevados. Si las pymes tienen dificultades deben plantearlas en lugar de reclamar por un salto cambiario. El Estado cuenta con otras herramientas más allá de la devaluación para incentivar sectores: medidas de protección comercial, subsidios, compensaciones o facilitar el acceso al crédito”, entre otras.
El tipo de cambio real alto fue uno de los pilares de la política económica del gobierno desde 2003 y arrojó excelentes resultados en materia de crecimiento. Sin embargo, el reclamo de algunos sectores empresarios por el nivel del dólar limita la posibilidad de debatir e impulsar políticas de desarrollo que excedan esa variable.
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