ECONOMíA › FINALIZO LA CUMBRE DE MINISTROS DEL GRUPO DE LOS 20, CON UN DOCUMENTO AMBIGUO SOBRE LA CRISIS
Debía ser una reunión preparatoria de la cumbre presidencial del 27 y 28 en Toronto, pero prácticamente no hay una sola propuesta consensuada de fondo. Europa seguirá con el ajuste, el FMI intocable y las calificadoras sin castigo.
› Por Raúl Dellatorre
Sin avances ni acuerdos sobre regulaciones al sistema financiero mundial para prevenir nuevas crisis, culminó ayer la sesión de dos días (en rigor, fue menos de un día y medio) de los ministros de Economía y Finanzas del Grupo de los 20, que deliberó en Corea del Sur como paso previo a la cumbre presidencial que tendrá lugar a fin de mes en Toronto, Canadá. No hubo mención en el documento final al impuesto a los bancos impulsado por Estados Unidos y Gran Bretaña. Tampoco a las consecuencias sociales de las políticas de ajuste que se pretenden imponer a los países endeudados, como Grecia. Ni existió un análisis claro en las conclusiones sobre por qué se reprodujo la crisis en la Unión Europea luego de los voluminosos programas de ayuda a los bancos implementados por Estados Unidos y Europa. La postura contra el ajuste que llevó Argentina a esta cumbre quedó en minoría, frente a la escasa voluntad de los países centrales a admitir el fracaso demostrado por la misma receta neoliberal que antes sometió a América latina. El G-20 dejó para otra oportunidad asumir una crisis que amenaza extenderse. Los representantes de los países centrales volvieron a sus países confiando en que para fin de mes, cuando los presidentes se vean las caras en Toronto, “los mercados” le ofrezcan un panorama menos tenso al mundo, suficiente para volver a eludir la discusión sobre la crisis terminal del sistema.
En su declaración final, el Grupo de los 20 pidió a los países con “desafíos fiscales” que aceleren su consolidación y cuiden al tiempo su crecimiento. “Los recientes eventos subrayan la importancia de unas finanzas públicas sostenibles”, que se deben combinar con “medidas creíbles que favorezcan el crecimiento”, indicaron los ministros. Coincidieron en que los ajustes deben hacerse “a la medida de las circunstancias nacionales”, al tiempo que aplaudieron la acción “decidida” de los gobiernos para afrontar los problemas de deuda en la Eurozona. Con una cuidada ambigüedad, el documento hizo equilibrio entre las diferencias de diagnóstico y evitó responder a la preocupación sobre el freno que le puede imponer a la recuperación global la violenta política de ajuste que se aplica en la mayor parte de Europa.
Fuera del encuentro, y tomando distancia del comunicado, las declaraciones de algunos de los ministros participantes permitieron tener un semblante de las controversias que la declaración evitó. Guilio Tremonti, ministro de Economía de Italia, reflejó la posición del gobierno de Silvio Berlusconi al sostener que la economía mundial empezará a recuperarse en la medida en que se libere del “lastre de las regulaciones”. Elena Salgado, su par española, marcó un grado mayor de prudencia al mostrarse a favor de “una rápida consolidación fiscal” en Europa pero “sin excederse en la frenada”. Un trago amargo, sí, pero no un tratamiento prolongado. Los españoles que salieron a las calles en estos días no son tan condescendientes con el brutal paquete de ajuste que les arrojó sobre la cabeza el gobierno de Rodríguez Zapatero.
Respecto del cuestionado papel de los bancos, primero como responsables de la crisis como correas de transmisión de los movimientos especulativos, y luego responsables de su reproducción en la medida en que se les permitió seguir ocupando un rol central en la globalización económica, el comunicado final del G-20 fue más que benevolente. “Se requiere de mayor transparencia y del refuerzo de los balances bancarios, así como mejorar el modo de gobernar las empresas financieras”, indicó la ambigua declaración final de los ministros. En materia de regulaciones, quedó en claro que la reunión de presidentes de fin de mes en Canadá no generará ningún tipo de novedades, pero se dejó abierta la ilusión para la cita de noviembre de este año en Seúl.
Para entonces, los responsables de finanzas de los 20 se declararon dispuestos “a llegar rápidamente a un acuerdo para reforzar las exigencias en material de capital y de liquidez” de las instituciones financieras. La propuesta de Estados Unidos de introducir un impuesto mundial a los bancos, cuyo producto serviría para financiar futuros planes de rescate en caso de crisis financiera, quedó a un costado. Habían advertido su rechazo los representantes de Brasil, Canadá, India y Australia. La consideración de la propuesta de Obama fue reemplazada por la insípida expresión de deseo de “que el sector financiero aporte una contribución justa y significativa para pagar toda carga asociada a las intervenciones gubernamentales, donde tengan lugar, para reparar el sistema bancario”.
Otra voz disonante con el coro de los países centrales fue la del ministro argentino, Amado Boudou. “La reunión deja un poco el sabor a que no está muy claro cuáles son las mejores medidas para la crisis europea”, señaló al término del encuentro. Las recetas que se están llevando a cabo en la Eurozona, como en Grecia, “van a ser causa de problemas más graves”, anticipó. Los organismos “proponen grandes ajustes fiscales que se convierten en un sistema que luego erosiona la capacidad de repago de los países y profundiza la crisis”, advirtió, además de “agravar en el mediano plazo el problema”. “Los van a agravar, como lo vamos a estar viendo muy pronto”, anticipó.
Boudou consideró que durante el encuentro de ministros se puso “demasiado énfasis en la consolidación fiscal”. “Es cierto que es importante, pero creemos que hay que seguir manteniendo estímulos a la demanda”, dijo en relación con la posibilidad de que estas políticas de ajustes marquen una nueva tendencia recesiva.
El ministro argentino volvió a reclamar una regulación estricta sobre las agencias calificadoras de riesgo, a las que responsabilizó en buena parte de la crisis financiera. “Lamentablemente han sido una mala guía, una pésima guía para la asignación de recursos en el sistema financiero.” Pero extendió su reclamo a la necesidad de una mayor regulación en todo el sistema financiero, junto a una profunda reforma de los organismos multilaterales.
Alejado de este diagnóstico, el Grupo de los 20 mostró su cara más optimista al evaluar la evolución de la economía mundial. El documento final consideró que “la economía mundial continúa creciendo más rápido de lo previsto, pero a un ritmo desigual según los países y las regiones”, apunta, aunque advirtiendo que “sin embargo, la reciente volatilidad de los mercados financieros nos recuerda que los desafíos significativos perduran, lo que subraya la importancia de la cooperación internacional”. A esperar que cambie el viento, entonces, ya que de cambiar el sistema financiero global no se habla.
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