ECONOMíA › OPINION
› Por Carlos Heller
Todo un pueblo que al festejar rompe con la falacia mediáticamente instalada de la crispación social, el descontento generalizado y el todo negativo. Un fenómeno social se ha expresado en la participación de millones de ciudadanos, con sus familias, símbolos y banderas en un clima de diversidad respetuosa. Un reencuentro multitudinario con la historia. Una historia recuperada y alejada de los manuales escritos por los vencedores. Carrozas que desfilaron sin secuencia correlativa de cada momento histórico para dotar a cada momento del valor propio y esencial. Eslabones narrativos de una historia de esfuerzos y luchas, de triunfos y derrotas, pero todos con un común denominador: el pueblo y su presencia activa. Cancioneros coreados de viva voz homenajeando las gestas latinoamericanas fundidos con el fervor en la Marcha de San Lorenzo. Todo un pueblo festejando de a millones pero en las calles, en ese espacio que por ser público demuestra que no es inseguro. Otro mito que se derrumba, el del miedo y la violencia cuando el pueblo sale a la calle. Celebramos el Bicentenario de aquella Revolución que inició el camino hacia un 9 de Julio en el Jardín de la República. Con la misma pasión y con esta alegría demostrada, con el pueblo participando y movilizándose podemos construir el camino hacia la Segunda Independencia. Por ello es necesario continuar y profundizar el cambio.
Los festejos del Bicentenario tienen un “atrás”. Y, por supuesto, tienen un “adelante”. El “atrás” lo constituye una serie de medidas que amplían los derechos sociales y civiles de los argentinos (la estatización de los fondos previsionales, que posibilitaron un conjunto de iniciativas económicas y sociales de progreso para el sistema productivo, para los trabajadores y la sociedad en su conjunto, miles de nuevas jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo, cientos de cooperativas con nuevos trabajadores, la discusión del matrimonio gay, entre otras). Estas medidas, que amplían la democracia en la Argentina, contribuyen a explicar el porqué de las multitudes y sus festejos en las calles de las ciudades. Y contribuyen también a explicar el cambio en la sensibilidad y el ánimo que hicieron posibles estos festejos en esa magnitud y con esas características. El “adelante” lo constituye una serie de iniciativas orientadas a profundizar aún más el proceso de democratización en la Argentina. Entre ellas, la ley de servicios financieros para el desarrollo económico y social ya presentada por el bloque Nuevo Encuentro Popular y Solidario en la Cámara de Diputados de la Nación. Este proyecto, que propone reemplazar la ley formulada por Martínez de Hoz en 1977, busca profundizar la orientación del crédito hacia las micro, pequeñas y medianas empresas, impulsando la expansión de todo el sector productivo nacional. La iniciativa busca también promover un acceso universal a los servicios financieros, entre otros objetivos.
El país está ante lo que quizá sea el inicio de un círculo virtuoso de la política. Porque la emergencia de este nuevo sentir popular que valora iniciativas con contenidos transformadores, genera mejores condiciones para aumentar y profundizar ese camino. El tiempo es ahora. Es necesario utilizar la fuerza de ese nuevo estado de ánimo para avanzar en el Parlamento en la discusión de este proyecto de ley de servicios financieros para el desarrollo económico y social. Con muchos y diversos debates. En las comisiones y con los bloques parlamentarios. Pero también en la sociedad: con los beneficiarios de estas iniciativas, con los pequeños y medianos empresarios, que se verán favorecidos por el acceso a un mayor volumen de préstamos y en mejores condiciones; con los cooperativistas; con las poblaciones de todos los pueblos del interior a donde hoy no llegan los servicios bancarios; con los usuarios que tendrán sus ahorros más protegidos; con todas las organizaciones políticas, sociales y sindicales del campo nacional, popular y progresista comprometidas con la construcción de un país más grande, más democrático e inclusivo. El tiempo es ahora. Un tiempo para profundizar el camino de las transformaciones. Para hacer coincidir el “adelante” del Bicentenario con ese “atrás” de iniciativas que hicieron posible la multitudinaria presencia del pueblo en las calles. Un tiempo para continuar uniendo política y sociedad. Y para convocar a la ciudadanía a miles de pequeños Bicentenarios: a miles de espacios de participación y de intervención política y social. Es como si en este inolvidable Bicentenario, la memoria de los próceres de 1810 se hubiera activado y encarnado de repente en las multitudes. Quizás, también nos avisaron que el núcleo duro del sentido común neoliberal de los noventa –el que escindía política y sociedad– ya no es tan fuerte como supo ser. Que miles de argentinos ya no desean ser actores de reparto. Que estamos en un tiempo de ciudadanos activos y protagónicos y que cada vez más se sienten parte de nuestra historia, y de una Patria común americana con todos los pueblos hermanos del continente.
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