ECONOMíA › EL MINISTRO DE EDUCACIóN, ALBERTO SILEONI, ANALIZA EL IMPACTO DE LA ASIGNACIóN UNIVERSAL POR HIJO EN LA ESCUELA
Desde que se implementó el plan asistencial, se incorporaron 250 mil nuevos alumnos al sistema educativo. El incremento se debe a que el beneficio establece como requisito la presentación de los certificados de escolaridad y vacunación.
› Por Tomás Lukin
Desde la creación de la Asignación Universal por Hijo (AUH) se incorporaron al sistema educativo 250 mil nuevos alumnos. El ministro de Educación, Alberto Sileoni, explica que el mayor impacto se observa en las escuelas secundarias, y en las regiones más vulnerables del país, pero también creció la tasa de escolaridad en el nivel inicial y primario. El incremento se debe a que la reglamentación del plan social establece como condición necesaria para percibir el beneficio la presentación de los certificados de escolaridad y vacunación. En diálogo con Página/12, el funcionario advierte que el mayor desafío a partir de la masividad alcanzada es asegurar la retención de esos chicos en el sistema y preservar la calidad.
–¿Cómo ha sido el impacto de la asignación universal en el área de educación?
–Se sumaron al sistema educativo 250 mil chicos, pero todavía no tenemos un número definitivo. El nivel secundario es donde se observa con mayor nitidez, sobre todo en las escuelas urbanas marginales. También en el nivel inicial, salas de cuatro y cinco años, aunque ahí la cobertura ya era muy elevada. El problema de la secundaria es que vamos perdiendo a los chicos en el camino, ésa es una de las mayores dificultades que tenemos. La asignación universal tiene el valor de retener, pero también el inmenso valor de reincorporar. El 25 por ciento de incremento en la escolarización corresponde a los primeros sondeos que hicimos desde la dirección nacional de estadística. Pero no se trata de un comportamiento uniforme para todo el sistema educativo.
–¿Existen diferencias en materia regional?
–El mayor impacto se observa en el conurbano bonaerense. La provincia de Buenos Aires, que representa alrededor del 40 por ciento del sistema educativo, incorporó 100 mil pibes. También hay movimientos claros en el noroeste y noreste del país, Córdoba y Santa Fe. El número está en construcción, pero nos permite suponer que este año se van a superar los 250 mil nuevos alumnos de un universo de 500 mil que están afuera del sistema. El objetivo es que no quede ninguno, pero cuanto más se rodea el problema va quedando el núcleo duro, que es más difícil ya que muchos tienen una alternativa laboral afuera.
–La AUH compite con puestos de trabajo informales a los que acceden muchas veces los adolescentes.
–Absolutamente. Es una de las paradojas del crecimiento económico. Las crisis no son necesariamente el momento en el que más se abandona la escuela, en épocas de bonanza se compite con el mercado laboral. Ahí tenemos un punto de tensión. La AUH es convocante y masiva, y las condicionalidades en salud y educación colaboran. Estamos trabajando también en conjunto con una red de más de 1000 organizaciones sociales que lideran Cáritas, FOC y SES, que colaboran en la detección de personas que todavía no cobran la AUH, llegan a lugares más finos. Son muchas organizaciones que ocuparon el lugar del Estado cuando éste se retiró y nosotros somos un Estado que vuelve en una época de síntesis. Trabajamos muy bien, es convergente.
–Más allá de las condicionalidades para percibir la totalidad de la prestación, ¿cómo garantizan la retención de los alumnos en las escuelas?
–Primero: queremos ser firmes en la condicionalidad para que no se convierta en una cuestión meramente asistencial. Pero como educación el desafío es trabajar para que no se vuelvan a ir. Es una gran responsabilidad y la sentimos, porque muchos de esos chicos ya se fueron de las escuelas. Hay que parar el drenaje. Ahí adquieren relevancia las medidas que estamos tomando como el programa Conectar igualdad para reducir las brechas tecnológicas a partir de la entrega de laptops. La escuela tiene que ser un lugar que invite a los pibes a quedarse. Hay que desmontar algunos mitos. No es más exigente el que más reprueba. No es mejor escuela la que más expulsa. Se trata de diseñar otra secundaria que, sin perder calidad, sea menos rígida.
–¿Qué significa menor rigidez?
–La escuela secundaria clásica no piensa en alumnos que puedan ser trabajadores, o alumnas que estén embarazadas o sean mamás y papás. Estamos incorporando más tutores, profesores por cursos, contraturnos, habilitamos la posibilidad de que se comience el ciclo lectivo en agosto, sabemos que los problemas se concentran al momento de los exámenes en la primaria y durante los dos primeros años de la secundaria. Cuando esto ocurre en familias no pobres acuden a profesores particulares, pero los sectores vulnerables no pueden. Tampoco tienen el mandato familiar de hacer la secundaria. Tienen más dificultades, no menos condiciones. La pobreza es un obstáculo para educar.
–Algunos directores negaron vacantes a chicos que se inscribían a partir de la AUH, ¿cómo se interpreta ese rechazo?
–Son excepciones. Acá también estamos dando una disputa cultural y política. La secundaria tiene un ADN que es selectivo. Hay todavía sectores que entienden que la secundaria debe ser selectiva y que algunos chicos no deben estar adentro. Lo que era universal hasta no hace mucho en todo mundo era la primaria. Nosotros somos la primera generación que se autoimpone el mandato de que todos los chicos vayan 13 años a la escuela. Esto es algo que se construye. Son procesos arduos, largos y costosos.
–¿La inclusión de más de 250 mil chicos al sistema generó dificultades en materia edilicia?
–Más que un tema edilicio, que algunos tuvimos, lo que observamos es mayor población en las aulas que llega al límite de lo tolerable y problemas de mobiliario. Muchas provincias salieron a comprar de urgencia sillas de plástico apilables baratas. Nosotros dispusimos dos líneas de acción: se realizó una compra centralizada por ocho millones de pesos y además se efectuaron transferencias por 7,6 millones de pesos a distintas provincias –Buenos Aires, Entre Ríos, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán y Corrientes– para la compra de mobiliario. En eso somos claros: la responsabilidad de la dotación de los recursos es del Estado, tanto Nación como las provincias. No queremos que nos escamoteen la noticia, porque algunos titularon que no había bancos. Nosotros reconocemos que evidentemente en algunas escuelas faltan insumos, pero ésa no es la noticia. La noticia es que hay más pibes en las escuelas por la asignación universal y eso genera un cuello de botella en el mobiliario.
–Las familias que envían a sus hijos a establecimientos privados gratuitos o con cuotas muy bajas porque no existe alternativa pública, ¿pueden ser beneficiarias de la asignación?
–Todavía estamos en proceso de resolverlo, no está definido ya que se prorrogó la entrega de libretas hasta agosto. Estamos trabajando, son alrededor de 600 escuelas. Pero, al no estar selladas las libretas, no podemos precisar si hoy están cobrando.
–En pocos meses comienza el debate alrededor del presupuesto, ¿qué lugar ocupa la inversión en educación en el país?
–A fin de año llegaremos al 6 por ciento del PIB, es un porcentaje muy importante. En 2011 ese presupuesto será exclusivo para Educación y no compartido entre Educación y Ciencia y Tecnología, por lo que se verá un incremento el año que viene. En 2003 arrancamos con un presupuesto del 3,5 por ciento de un producto mucho más flaco que el actual, hoy tenemos la inversión en educación más alta de la región. Obviamente que comparado con los países desarrollados todavía hay un camino por recorrer. Se va a sostener este nivel de inversión y se van a comenzar a ver más resultados, desde la construcción de escuelas hasta cuestiones salariales. Además, la Nación tiene una participación creciente. Antes la relación era: 27 por ciento Nación y el 73 por ciento las provincias. Ahora es 40 por ciento Nación y el 60 por ciento lo ponen las provincias. De todas formas, reconocemos que tenemos mucho por mejorar en distintos sectores, desde la educación inicial hasta cuestiones salariales. Pero no alcanza con mejores condiciones dentro de la escuela, sino mejores condiciones sociales y económicas.
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