ECONOMíA › QUE DESTACA BOUDOU DE SU PRIMER AÑO EN EL CARGO. QUE COSTOS DEBIO PAGAR
El ministro de Economía más mediático que se recuerde no le escapa a la polémica. Al contrario, la busca. En esta entrevista, destaca que el Gobierno haya puesto el empleo en el centro de la economía y critica, sin eufemismos, a gestiones anteriores.
› Por Raúl Dellatorre
Esta semana, el jueves 8, Amado Boudou cumplió un año como ministro de Economía. Las complicaciones que debió sortear, algunas con origen externo –crisis internacional–, otras por cambios estructurales de peso y las reacciones que provocaron –reestatización del sistema previsional, uso de reservas para pagar deudas, entre otras–, hacen que el reemplazo de Carlos Fernández pareciera mucho más alejado en el tiempo. Un repaso de lo sucedido y lo que puede venir, en un mano a mano con Página/12.
–Empecemos por lo que viene. ¿Espera un año menos movido que el que ya tuvo?
–El próximo año será el de la inversión privada. El Gobierno ha hecho un gran esfuerzo para sostener la demanda en medio de la crisis internacional. Esto nos permitió mantener el nivel de empleo, que la economía siguiera funcionando. Se hizo un gran esfuerzo fiscal para sostener el ingreso y la actividad económica. Logramos llegar a 2010 con un piso de crecimiento que ya está en el seis por ciento y mantener un superávit fiscal primario del 1,4 por ciento del PIB. Ahora, el escenario macroeconómico necesita que el sector privado haga un esfuerzo de inversión para sustituir importaciones e incrementar el volumen de exportaciones. La propuesta de la presidenta de la Nación es que es necesario articular esfuerzos públicos y privados para llevar adelante este proceso y conseguir dar un vuelco fundamental en la historia económica argentina: terminar con los ciclos de stop and go de la política económica.
–¿Hay algún tipo de compromiso concreto del sector empresario o, por ahora, se formula como una necesidad y la expectativa de lograrlo?
–En el primer semestre de este año avanzamos con la industria automotriz en una mayor integración de productos locales, mayor participación de piezas locales en la fabricación. Estamos viendo los resultados: un menor volumen de importaciones de piezas. Este tiene efectos inmediatos en el empleo. Pero también en el mediano plazo como estrategia sectorial. Si no se integran localmente, las terminales dejan de ser competitivas, por lo que significan los costos de logística y de transporte. Es una experiencia sectorial, pero se va a llevar articuladamente a otros sectores. La propuesta apunta a todos los sectores económicos, pero lógicamente vamos a privilegiar a aquellos que sean más creadores de empleo y de valor agregado.
–¿Su gestión como ministro pagó un alto costo por la discusión sobre el uso de reservas?
–Me parece que no, que tuvo un saldo muy positivo. Porque no fue un debate sobre la medida únicamente, sino sobre una estrategia de gobierno, la política de desendeudamiento, que a pocos meses de puesta en práctica está demostrando sus resultados. Hay que resaltar el gran debate político que se generó en torno del tema. Es una propuesta y un programa diseñado con carácter técnico (pide unas planillas a un asesor y repasa los datos). Hasta ahora, y son datos recién elaborados, se han utilizado 2658 millones de dólares del Fondo del Bicentenario, 1054 millones para pagarles a organismos multilaterales de crédito y los restantes 1604 millones para vencimientos con tenedores privados de títulos. A la fecha (con datos del último día hábil, jueves 8), las reservas internacionales han vuelto a superar los 50 mil millones de dólares. Estamos en un nivel superior al del 1º de enero, por encima de cuando se propuso la medida. Y hay otro dato de la realidad: el mes que viene, agosto, estamos pagando los vencimientos del Boden 2012, y no hay más rumores acerca de si el Gobierno podrá pagar o no. Nadie lo pone en duda.
–¿Es una cuestión psicológica o un cambio de clima político?
–Se está comprendiendo que hay un gobierno que piensa y ejecuta la política económica con instrumentos técnicos eficaces, que tiene voluntad política y la aplica. El aumento de reservas internacionales y la política de desendeudamiento no son hechos aislados. Son posibles porque al mismo tiempo hay superávit comercial para generar divisas y superávit fiscal para poder pagar las deudas.
–¿La reforma financiera es una asignatura pendiente de la gestión?
–No cualquier reforma financiera va a ser útil. Si sirve para motorizar mayores niveles de crédito y ayuda a canalizar el ahorro del público para la inversión, sería un paso importante. Pero sería un retroceso si una reforma financiera, por más buenas intenciones que tenga, no atiende la realidad del mercado de crédito, la necesidad de fortalecerlo y no complicarlo.
–Su exposición mediática es mucho mayor que la de sus antecesores. ¿En qué medida valora la capacidad de comunicación como una necesidad de un ministro de Economía?
–Las expectativas e incertidumbres juegan un papel indiscutible en la economía. La comunicación de las decisiones de política es un atributo, pero si uno no tiene nada para comunicar, ni capacidad para tomar las medidas adecuadas, mucha comunicación puede convertirse en un problema más que en una virtud. Por eso resulta importante tener un buen equilibrio y correlato entre el diseño de las medidas de política económica, la capacidad de gestión y su potencial comunicación.
–Pero este gobierno pasó por diferentes etapas, similares políticas pero no la misma capacidad de comunicarlas...
–Le doy un ejemplo para mí muy claro. Para superar la crisis de 2009, de origen externo, la Presidenta hizo un gran esfuerzo personal en el terreno comunicacional. Yo creo que, sumado a sus decisiones y la capacidad de implementación de medidas oportunas por parte del Gobierno, permitió que en un momento en que se derrumbaron los mercados y países como España vieran trepar el desempleo al 20 por ciento, Argentina lograra transitar adecuadamente ese sendero tan estrecho. Imaginemos qué hubiera pasado en esa época conducidos por Fernando de la Rúa o Domingo Cavallo. No necesitamos imaginarlo, lo vivimos. Frente a la emergencia, son partidarios del ajuste, como también recomendaban muchos desde la oposición. El propio Cavallo aún hoy insiste en este tipo de soluciones.
–El comportamiento de los precios, o mejor dicho de los formadores de precios, ¿sigue siendo una cuestión insoluble?
–La historia marca que los sectores económicos en Argentina tradicionalmente han respondido a aumentos de demanda con incremento de precios y no de volúmenes de producción. Estamos trabajando para que esta vez sea distinto. Por eso enfatizamos el rol que debe tener la inversión.
–¿La concentración monopólica es un problema?
–Hay mercados en los que, por su economía de escala, es relativamente más difícil que se atomicen. Ahí el Estado tiene un rol estratégico de articulación y control. La experiencia argentina de los últimos años, de todos modos, muestra un hecho muy favorable, que es el gran desarrollo de pequeñas y medianas empresas a partir de 2003, que aumentaron la competitividad y posibilitaron que se generaran –no sólo ellos, sino en conjunto– más de cuatro millones de puestos de trabajo. Pero gran parte de esa expansión del empleo se dio en las pymes.
–¿Con qué se queda, en lo personal, de este año como ministro?
–Lo más valorable es formar parte de un gobierno que entiende que lo central de la economía es el empleo. El resto son cuestiones instrumentales. ¿Sabe por qué es valorable? Porque venimos de otras épocas en las que lo central era la convertibilidad, y el empleo era la variable de ajuste, la que se tenía que acomodar a las necesidades de un tipo de cambio “uno a uno”. Este es el gran cambio filosófico. Un cambio que todavía queda mucho por hacer para que se consolide. Llevamos “apenas” siete años de crecimiento. Se necesitan décadas de vigencia de este modelo para mejorar la calidad de vida de los argentinos, que es lo que queremos.
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