ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: DISTRIBUCIóN DESIGUAL DEL INGRESO
A partir de 2003, la brecha entre pobres y ricos se redujo luego de dos décadas en las que se había ampliado sin pausa. Los analistas describen el rol que cumplieron las políticas productivas y sociales y formulan recomendaciones para seguir mejorando.
Producción: Tomás Lukin
Por Soledad Villafañe*
En estos últimos siete años hubo un proceso de mejora sustantiva en la distribución del ingreso. Esto se vincula con los avances alcanzados por el nuevo esquema de políticas, los cuales han permitido la expansión del empleo registrado, la reducción de la desocupación, el incremento de los salarios, la dinamización de la negociación colectiva y la ampliación de la cobertura de la protección social.
Un indicador que permite cuantificar la mejora en la distribución del ingreso es el coeficiente de Gini (el cual se acerca a 1 cuando la sociedad es más desigual y a 0 cuando es más equitativa). Este presentó un empeoramiento sistemático desde 1976, que se profundizó notablemente en los noventa. A partir del año 2003 se quebró la tendencia de agudización de la desigualdad y se inició una fase en que ésta se reduce significativamente, aun cuando en 2009 el efecto de la crisis internacional aminora su ritmo de mejora y cuando los niveles siguen siendo altos en relación con los que caracterizaron a nuestro país.
Si bien suele haber consenso en torno de esta tendencia en la desigualdad del ingreso, se plantean algunos interrogantes sobre ¿cuáles han sido los ingresos que más contribuyeron a esta dinámica?, ¿cuál ha sido el papel del mercado de trabajo? y ¿cuál el de las mejoras realizadas en el sistema de protección social?
Para responder a estas preguntas en el Ministerio de Trabajo hemos hecho estudios con la base de las EPH que permiten cuantificar las fuentes de ingresos que contribuyeron en mayor medida a la dinámica de la equidad. Los resultados muestran que entre 2004 y 2008, el índice de Gini cae más del 14 por ciento. Esta reducción estuvo asociada centralmente con tres factores: el crecimiento de los ingresos proveniente del trabajo registrado en la Seguridad Social, la contracción del empleo precario y las mejoras promovidas en el sistema de protección social.
A nivel general, la dinámica del mercado de trabajo dio cuenta de más del 85 por ciento de la reducción en el índice de Gini, lo cual no es inesperado, ya que una gran parte de los ingresos de los hogares proviene de esta fuente. Específicamente, nuestro estudio muestra que los ingresos del trabajo asalariado registrado son los que explicaron más de la mitad (56 por ciento) de la caída en la desigualdad. Ello se asocia con el mayor crecimiento de los ingresos provenientes de este tipo de ocupaciones entre los hogares de menores recursos. En efecto, mientras que la participación del empleo registrado en el ingreso total de los hogares aumentó 6,5 puntos porcentuales (pp) en promedio, lo hizo en más de 10 pp para cada uno de los deciles del 1 al 3 (el 30 por ciento más pobre de la población). El rol que han cumplido, entre otras políticas, la negociación colectiva y el incremento del salario mínimo han sido centrales en esa dinámica.
Otro factor importante se vincula con la pérdida de relevancia de las actividades precarias de refugio, en especial del empleo por cuenta propia como fuente de ingresos en los hogares menos pudientes. Según nuestro estudio, cerca de un cuarto de la mejora de la equidad observada durante los últimos años se debe a esta tendencia.
El tercer aspecto que explica la reducción en la desigualdad del ingreso está relacionado con lo sucedido en el Sistema de Protección Social. Poco más de una quinta parte de la caída en el Indice de Gini se vincula tanto con los incrementos en el haber jubilatorio como con la extensión del sistema a más de dos millones de nuevos jubilados. El incremento del ingreso proveniente de estas fuentes ha sido significativamente mayor en los hogares de ingresos bajos y medios (deciles 1 al 6), lo cual resulta determinante a la hora de analizar la mejora en la desigualdad.
Cuando se incorpora el último año y medio al análisis, la Asignación Universal por Hijo (AUH) emerge como el factor más relevante para explicar la caída en la desigualdad: se estima que el Gini se habría reducido, como mínimo, un 3 por ciento sólo por esta medida. La participación de la AUH en el ingreso total de los hogares superaría el 2 por ciento en promedio. Sin embargo, para los deciles más bajos ese porcentaje sería más importante: el 26 por ciento del ingreso provendría de esta fuente.
En síntesis, estos resultados aportarían evidencia a los interrogantes planteados al inicio de esta nota y contribuirían a pensar en las políticas que requieren profundización para avanzar hacia una sociedad más justa. Mientras las políticas orientadas al mercado de trabajo han demostrado ser un pilar central en la mejora distributiva de estos años; las políticas de ingresos relacionadas con la protección social de los sectores más vulnerables –menores y adultos mayores– han jugado un papel complementario e indispensable.
* Dirección de Estudios y Coordinación Macroeconómica-SSPTyEL-Mtess.
Por Leopoldo Tornarolli *
En los últimos 35 años el país experimentó fuertes cambios en la desigualdad en la distribución del ingreso implicando un deterioro distributivo la mayor parte de las veces. Las razones del empeoramiento pueden encontrarse en la teoría económica, dado que se sucedieron en el país varios fenómenos asociados con el aumento de la desigualdad: crisis macroeconómicas, hiperinflación, períodos de alto desempleo, represión política con supresión de la actividad sindical, procesos profundos de liberalización comercial, episodios rápidos de acumulación de capital y modernización tecnológica, períodos de instituciones laborales débiles, etc. Sin embargo, la trayectoria no fue lineal. Entre mediados de los ‘70 y comienzos de los ’80 la desigualdad se incrementó fuertemente. Durante buena parte de los ’80, aun a pesar de la inestabilidad macroeconómica, la distribución del ingreso se mantuvo estable. La fuerte crisis hiperinflacionaria de finales de década provocó un gran aumento de la desigualdad, que se revirtió parcialmente en 1991 con la estabilización económica. Durante los ’90, y pese a la estabilidad macroeconómica, los niveles de desigualdad se incrementaron nuevamente. Con la crisis macroeconómica de 2001-2002 la desigualdad volvió a aumentar significativamente, recuperándose parcialmente con la posterior estabilización.
A partir de 2003 los indicadores de desigualdad, estimados con datos de la EPH del Indec, muestran una tendencia a la baja. Incluso, el coeficiente de Gini de la distribución del ingreso se ubicó en el primer semestre de 2010 en valores similares a los observados a comienzo de los ’90. Para analizar la trayectoria futura probable de la desigualdad es necesario entender los factores que explican su caída reciente. Obviamente, las explicaciones son múltiples, pero entre las más importantes pueden considerarse las siguientes:
- La normalización del funcionamiento de la economía post-crisis.
- La recuperación gradual de los salarios reales luego de la abrupta caída post-devaluación.
- El fuerte crecimiento del empleo, debido a la expansión económica.
- La intervención estatal en el mercado laboral: aumentos del salario mínimo, otorgamiento de aumentos de suma fija y promoción de negociaciones colectivas.
- El incremento del gasto social, en especial la implementación de programas de transferencias focalizadas en familias de menores recursos: el Programa Jefes y la Asignación Universal por Hijo.
- El otorgamiento de un gran número de pensiones no contributivas.
Teniendo en cuenta estos hechos, ¿es posible esperar que siga cayendo la desigualdad en la distribución del ingreso? El análisis de los puntos anteriores llama a la cautela. En buena medida los factores que explican la mejora en la desigualdad no parecen seguir disponibles a futuro. La crisis de 2001-02 fue superada, los salarios reales recuperaron su nivel, el empleo ya no se expande fuertemente y el sistema de protección social tiene una cobertura alta. En ese sentido, los márgenes de acción parecen reducirse a mejorar la calidad más que la cantidad de las políticas implementadas, tanto en el mercado laboral como en el gasto público.
Respecto de la intervención en el mercado laboral, una política discutida en la actualidad ayuda a explicar cuál es uno de los limitantes a la mejora en la desigualdad. Si bien la participación de los trabajadores en las ganancias parece implicar una mejora distributiva, existe un gran grupo de asalariados que no se beneficiaría directamente con la medida (los trabajadores informales). El impacto de la medida en la distribución personal del ingreso no es del todo clara, ya que dichos trabajadores se encuentran mayormente en estratos inferiores de la distribución. Aunque la tasa de informalidad laboral cayó mucho desde 2004, la mayor parte de la caída se dio en 2004-2008 (25 por ciento), siendo la disminución en 2008-2010 muy pequeña (menos de 5 por ciento). En ese sentido, la presencia de un alto porcentaje de trabajadores informales y el estancamiento en la mejora de ese indicador constituyen un límite a la posibilidad de mejorar la distribución del ingreso, lo que lleva a la necesidad de políticas más activas en ese ámbito.
Respecto del gasto público, resulta impostergable el desmantelamiento gradual del sistema de subsidios vigentes. Los mismos insumen una gran cantidad de recursos públicos, limitando el accionar estatal en otras áreas donde la urgencia social es mayor, y buena parte de los mismos están concentrados en sectores bien ubicados en la distribución del ingreso. Un esquema racional de salida de dicho esquema podría liberar recursos públicos para aplicar en áreas más prioritarias (por ejemplo, algún mecanismo de movilidad jubilatoria más progresivo y menos costoso que el proyecto del 82 por ciento móvil), al mismo tiempo que incrementaría la progresividad del mismo esquema de subsidios.
* Investigador del Cedlas - Universidad de La Plata.
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