ECONOMíA › PANORAMA ECONóMICO
› Por Alfredo Zaiat
Las acciones y los bonos alcanzaron valores record. Los precios de las materias primas avanzan en forma sostenida. El ingreso de dólares por el intercambio comercial es incesante, a lo que se le ha sumado otra corriente intensa por el lado financiero. Las reservas internacionales superan todos los días máximos históricos. El oro cotizó por encima de los 1400 dólares la onza, nivel impensado hace poco tiempo. Este comportamiento local de esas variables acompaña la tendencia dominante en el mercado financiero global. No es novedad un período de boom bursátil y de commodities con fuertes alzas de precios en frenesí especulativo. Una característica del actual momento que lo diferencia de experiencias recientes es que las economías desarrolladas transitan una profunda crisis económica y sociolaboral. En épocas de auge, la excitación financiera tenía su explicación en la visión optimista sobre el futuro impulsada por la bonanza económica aunque haya sido provocada por burbujas, ya sea de las puntocom o inmobiliarias. Ahora el vértigo especulativo se desarrolla en un contexto de elevada incertidumbre, mediocre recuperación de las potencias, elevado desempleo en las economías del centro y una guerra de divisas con riesgo de extenderse al ámbito del comercio internacional. Se trata de un contexto que requiere estar alerta, puesto que la abundancia de fondos líquidos debido a la expansión monetaria para salir de la recesión y tasas de interés cercanas a cero es el condimento necesario para alimentar burbujas.
The Onion es una revista satírica estadounidense que, al poco tiempo del estallido de la crisis subprime que hundió a la economía, tituló: “Nación asolada por la recesión reclama nueva burbuja en la que invertir”. Tim Keck y Christopher Johnson, jóvenes de la Universidad de Wisconsin, fundaron The Onion en 1988, para venderla al año siguiente al editor en jefe Scott Di-kkers por menos de 20 mil dólares. Hoy es una publicación de casi 700 mil ejemplares y un exitoso sitio web. El desarrollo de esa noticia en The Onion describe con ironía la actual fase del capitalismo global: “La economía de Estados Unidos no puede sobrevivir sólo a base de inversiones sanas... Hace meses que se reclama una nueva burbuja inversora, desde que estalló la burbuja de las hipotecas de alto riesgo y dejó al mundo de los negocios sin un adecuada fuente de ingresos de fantasía”. Para continuar con una conclusión demoledora: “Pero, según ha ido pasando el tiempo, sin burbuja sustituta a la vista, los inversores han empezado a temer que se cumplan inevitablemente las peores perspectivas, un resultado conocido entre los economistas como ‘repercusiones en el mundo real’”. Esta referencia forma parte del libro La gran crisis financiera. Causas y consecuencias, de John Bellamy Foster y Fred Magdoff, especialistas que desde una interpretación marxista sostienen que “la explosión financiera que experimenta Estados Unidos y otras economías capitalistas avanzadas es sintomática de una tendencia subyacente al estancamiento, cuyas raíces se encuentran en el patrón de acumulación bajo el capital monopolista financiero”.
El reclamo sarcástico de The Onion para convocar a una nueva burbuja está siendo correspondido. La Reserva Federal ratificó que inundará de dólares la economía con la compra de bonos del Tesoro por unos 600 mil millones de dólares, al tiempo de mantener bajísima la tasa de interés. Europa también seguirá con tasas rozando el cero con la promesa de ajustar las cuentas fiscales luego de una fortísima expansión para salvar bancos. Con rentas bajísimas y abundancias de fondos líquidos, expresión de la debilidad de la moneda dominante (dólar) y de su subsidiaria (euro), los capitales financieros se han volcado a activos bursátiles y materias primas. El rally alcista de acciones, granos y metales refleja la elevada incertidumbre sobre las potencias económicas y la creciente fragilidad de la moneda hegemónica. Siempre que hay crisis prolongadas, los capitales flotantes se orientan hacia activos tangibles, aquellas cosas que se pueden tocar. Por ejemplo, los commodities.
El alza sostenida de los precios impacta por su velocidad, destacándose la soja con una suba de 100 dólares la tonelada en lo que va del año, para cotizar cerca de 490 dólares. El otro commodity que cautiva a los financistas es el oro: a fines de 2009 se negociaba a 1200 dólares la onza y hoy ya cotiza por encima de 1420 con proyección a cerrar el año en 1500 dólares. Esos valores nominales impactan porque superan máximos históricos. Pero en términos reales, ese precio se encuentra todavía un 30 por ciento por debajo de los máximos de 850 dólares que alcanzó en 1980: la cotización del oro ajustada a la inflación se debería ubicar cercana a los 2000 dólares la onza.
El oro es el rey de los commodities pese a que no paga ni intereses ni dividendos, por lo tanto su renta está vinculada a la evolución de su precio. Economista experto en finanzas, Ricardo Schefer explicó en una entrevista con Ambito Financiero que resulta conveniente observar la evolución histórica del oro, y también su comportamiento respecto de otros activos financieros. Señala que “si seguimos el precio del oro en dólares y la inflación en los Estados unidos, se observa que la fama del oro como refugio de la inflación estuvo bien ganada en la década del ’70, cuando la inflación se disparó. A partir de entonces, la relación se hizo borrosa, especialmente en los últimos dos años”. El oro está registrando un recorrido alcista de diez años durante los cuales su precio se multiplicó por 4,66. “Pero en moneda ajustada por inflación aún le falta un buen trecho para alcanzar el record de enero de 1980, de 1902 dólares en moneda de hoy”, señala Schefer.
Ese análisis sobre la evolución nominal de un activo, que sorprende en titulares mediáticos sobre el precio record alcanzado, y el valor en términos reales ajustado por la inflación resulta muy ilustrativo. Es un sendero complejo de abordar, puesto que con el oro o incluso con el papel moneda denominado dólar actúa lo que se conoce como ilusión monetaria. La sufren los agentes económicos que reaccionan a los cambios en los valores especificados en términos monetarios en vez de en términos reales. Tienen la impresión de haber aumentado su capacidad de compra por cambios en sus valores nominales, cuando de hecho no toman en cuenta la inflación, que produce una pérdida del poder adquisitivo del dinero. La ilusión monetaria genera la creencia de ser más rico por el aumento nominal del capital pese a que en términos de la capacidad adquisitiva es igual o menos que antes de esa suba. Por ejemplo, 1 millón de dólares de hoy no compran lo mismo que hace veinte años, aunque ese monto de dinero sigue siendo importante.
La ilusión monetaria interviene con intensidad en períodos de alta inflación. Aunque ese comportamiento está adquiriendo otra característica, que no se refiere a su concepto original, sino que se puede redefinir a partir de un fenómeno nuevo consistente en la pérdida de la hegemonía monetaria del dólar. La debilidad de esa moneda como medio de pago universal está generando el desafío de encontrar un nuevo sistema monetario global, que en la última cumbre del G-20 se empezó a plantear. En ese proceso de transición hacia un rumbo hoy incierto es preferible no quedar atrapados de la ilusión monetaria ni de renovadas burbujas especulativas.
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