ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: INNOVACIóN, DESARROLLO Y TRANSFERENCIA TECNOLóGICA
La innovación es un factor central para consolidar el posicionamiento del país a escala internacional. Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Japón y Alemania lograron un alto índice de desarrollo humano liderando procesos de innovación agrícolas, industriales o energéticos.
Producción: Tomás Lukin
Por Javier Parysow *
La innovación en las organizaciones y empresas es crítica para el desarrollo sustentable de los países. Los análisis sobre las causas y determinantes de un proceso exitoso o fallido de desarrollo suelen centrarse en variables macroeconómicas (PIB, manejo fiscal, balanza comercial, inflación), y a veces se incluyen las condiciones sociales, educativas como la tasa de alfabetización, el número de matriculados según nivel educacional y del sistema de salud, ya sean la tasa de natalidad o la esperanza de vida. Las políticas en estas áreas son centrales para explicar tanto como para promover los procesos de desarrollo, pero es fundamental incorporar al análisis la capacidad de innovación de las empresas y organizaciones.
La innovación es un factor central para sustentar el posicionamiento de nuestro país a escala internacional, con la venta de productos y servicios de alto valor agregado y conocimiento incorporado. Cabe destacar que los países con un alto índice de desarrollo humano, tales como Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Japón y Alemania han logrado un liderazgo en términos de innovación en los procesos productivos, sean éstos agrícolas, industriales o bien ligados al sector energético.
Ahora bien, la innovación es un concepto amplio. Innovar es hacer las cosas siempre un poco mejor, aunque sea con pequeños cambios, casi de sentido común. Es tener la capacidad para identificar problemas productivos u organizacionales, enfrentarlos y solucionarlos; incorporar tecnología a los procesos productivos; desarrollar nuevos productos y servicios con la ayuda de conocimientos científico-tecnológicos. La innovación no depende exclusivamente de las capacidades individuales de empresas y organizaciones sino fundamentalmente de la red de relaciones en las cuales están insertas junto a otras empresas, institutos de investigación y universidades, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil. Por ello es fundamental promover estas interacciones a lo largo del tiempo, tarea nada fácil en tanto estas organizaciones y empresas suelen tener prioridades, tiempos y culturas diferentes. Es necesario formar profesionales especializados que permitan y hagan viables estas interacciones, plasmándolas en proyectos de innovación concretos.
En este marco, el denominado “triángulo de Jorge Sabato” tiene plena vigencia. El mismo postula que las interacciones entre el gobierno, los centros del conocimiento (universidades y centros de investigación) y las empresas traen beneficios para cada uno de los vértices y para el conjunto de la sociedad, impulsando la innovación y mejorando la competitividad. Actualmente se observa en nuestro país una multiplicación de proyectos e iniciativas en las que participan los tres vértices del triángulo.
Por ejemplo, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria ha creado el Incuinta, una incubadora de empresas de base agro-biotecnológica, que permite transferir tecnología desarrollada por los investigadores del INTA en las cadenas de valor agropecuarias de todo el país. La Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina forma parte del Centro de Investigación, Desarrollo, Innovación y Diseño en Ingeniería (Cididi), conformado junto con la Facultad de Ingeniería de la UBA y el Centro Metropolitano de Diseño del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El Cididi tiene por objetivo brindar servicios tecnológicos e implementar proyectos de Investigación y Desarrollo que generen innovaciones de alto valor agregado en el sector metalúrgico.
La Universidad Nacional de Tres de Febrero lidera un consorcio junto a sus pares de La Matanza, Quilmes y UTN, más dos cámaras empresariales, cuyo objeto es brindar una especialización para la formación de gerentes y vinculadores tecnológicos expertos en el sector metalúrgico y en servicios tecnológicos para pymes. Esta especialización impulsará la realización de pasantías en empresas e instituciones de vinculación tecnológica y/o investigación en ciencia y tecnología, y la realización de proyectos innovadores que respondan a necesidades y demandas concretas de las empresas. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación apoya esta iniciativa en el marco del Programa de Formación de Gerentes y Vinculadores Tecnológicos.
Estos son sólo algunos de los casos relevantes de una realidad promisoria hacia el futuro, en la medida en que sea apoyada y consolidada, no sólo por los actores tradicionalmente ligados al sistema científico-tecnológico sino también por otros actores tales como cámaras empresariales, colegios profesionales y funcionarios de diferentes áreas de gobierno. Una realidad que tiene trazos de cambio cultural, en donde se están dejando atrás concepciones cerradas, estrictamente disciplinares o corporativas, y van apareciendo crecientemente visiones y actitudes más colaborativas y abiertas. Actores con historias y roles diferentes empiezan a ver sus complementariedades, visualizando al mismo tiempo la sociedad y el mercado como un conjunto de oportunidades que pueden encarar con éxito.
* Miembro de la SID y de las Unidades de Vinculación Tecnológica de la Untref y de Adimra.
Por Darío Codner *
A mediados del siglo XX, Argentina tuvo un proyecto industrial basado en la sustitución de importaciones. En ese contexto el desarrollo tecnológico jugaba un papel central. Se sentaron las bases para el desarrollo de industrias como por ejemplo la nuclear, la aeronáutica, donde se desarrolló un avión con tecnología de propulsión a chorro, la automotriz que entre 1952 y 1979 desarrolló, fabricó y comercializó el Rastrojero y un motor de dos tiempos de diseño y fabricación nacional. En paralelo, la ciencia argentina se desarrollaba principalmente en las universidades e institutos siendo esenciales para la obtención de los únicos tres premios Nobel en el campo de la biomedicina.
No es un sueño. Se podría decir que se sentaron las bases para ser un país moderno e industrializado, que se apoyó en la ciencia y la tecnología para lograr el desarrollo socioeconómico. Sin embargo, nuestra historia está repleta de desencuentros y terminamos el siglo XX con un fuerte desacople entre los mundos de la ciencia, la tecnología, la industria y la sociedad. Definitivamente quedó en el olvido la búsqueda del dominio tecnológico y desarrollo industrial de mediados del siglo pasado.
Afortunadamente, desde el año 2003 se inició un camino de recuperación del Estado y la jerarquización política de las actividades científicas, tecnológicas y de innovación en la Argentina con la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, cuatro años después. En sintonía, el presupuesto en ciencia y tecnología creció impulsando la recuperación y desarrollo de capacidades a través del impulso a la formación de doctores, la repatriación de científicos, el desarrollo de un nuevo plan nuclear, el impulso al desarrollo del software, la biotecnología y la nanotecnología, entre otras.
De todos modos, aún hay mucho por hacer. Poco se podrá lograr de este proceso sin nuevas industrias, sin nuevos actores industriales que demanden conocimientos y tecnologías para innovar, y sin que se aceiten los mecanismos que faciliten el fluir de los conocimientos desarrollados en universidades e institutos de investigación a la sociedad. En esta dirección, en los países desarrollados existen vigorosos lazos entre la academia y la industria. Las universidades utilizan sus oficinas de transferencia y comercialización tecnológica, para valorizar el conocimiento, lograr acuerdos de I+D con la industria y estimular la creación de empresas de base tecnológica a partir de desarrollos de sus laboratorios. Estas oficinas son gestionadas por especialistas y tecnólogos capaces de conectar la oferta y la demanda de conocimientos. La transferencia tecnológica es el mecanismo articulador entre los entornos productivo, académico y de capital de riesgo.
Sin embargo, en nuestro país la estructura industrial es poco densa, las agendas de investigación de la academia poca relación tienen con las necesidades de la industria, y el capital de riesgo no existe. Ahora bien, en este contexto local ¿por dónde se pueden estimular las acciones de transferencia tecnológica? En primer lugar, se deberá seguir estimulando la excelencia en investigación y desarrollo. No hay forma de lograr una transferencia tecnológica efectiva sin una ciencia de excelencia. En segundo término, resulta necesario reconocer la importancia de la profesionalización de las oficinas de transferencia con personal estable y calificado. No alcanza con tener capacidad para ofrecer, es necesario interpretar la demanda. Nuestro mayor déficit está en la capacidad para comercializar la tecnología. Las oficinas de transferencia tecnológica deberán constituirse como brazos tecnocomerciales.
Por otro lado, se requiere avanzar en el desarrollo de ambientes de innovación, donde industria y academia puedan dialogar y desarrollar proyectos conjuntos. Aquí surge la necesidad de resignificar las incubadoras, parques y polos como territorios naturales para lograr la conexión pública-privada.
También, es necesario establecer estímulos para que los investigadores puedan tener mayores y mejores vinculaciones con empresas, así como nuevos instrumentos de promoción de la innovación que seduzcan a los empresarios a encarar proyectos con incertidumbre tecnológica. La expectativa es que el fortalecimiento de las actividades de transferencia tecnológica permita sostener los esfuerzos para recuperar capacidades tecnológicas perdidas y olvidadas, dominar nuevas tecnologías e incluir a la sociedad toda en un proyecto nacional basado en el conocimiento argentino y para la satisfacción de las necesidades de los argentinos.
* Subsecretario de Investigación y Transferencia Tecnológica de la Universidad Nacional de Quilmes.
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