ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
En el mundo desarrollado se debate sobre el futuro del dólar como moneda universal y diversos analistas evalúan que lenta pero en forma sostenida ha empezado a perder su hegemonía, que terminaría compartiendo con otras divisas. Estiman que será un proceso que llevaría no menos de diez años en un ciclo de retroceso que ya se ha iniciado. Esto no significa que el dólar dejará de ser una moneda relevante ni que Estados Unidos abandonará el privilegiado lugar de ser una de las grandes potencias económicas. El actual reacomodamiento, con no pocos conflictos sociales y crisis financieras globales, expresa los cambios que se están registrando en las relaciones de poder en la economía internacional. Es importante considerar este contexto externo para saber qué se está discutiendo en el mundo de-sarrollado y entonces poder contrarrestar la obsesión argentina por el dólar. En estos meses previos a la elección presidencial, economistas de la city adelantan una mayor presión compradora en el mercado cambiario y un aumento de la fuga de capitales. Además especulan con un ajuste abrupto de la paridad cambiaria para las semanas posteriores a la apertura de las urnas. Ese tipo de análisis convoca adhesiones en variados auditorios, que aún no pueden admitir que el dólar ya no es lo que era en la economía internacional. Ese fanatismo por el dólar en la plaza local puede interpretarse por décadas pasadas de inestabilidad que convirtieron al billete verde en refugio ante diferentes tormentas económicas. Si bien ese apasionamiento ya ha adquirido rasgos culturales, hoy existen mayores recursos analíticos para precisar el escenario cambiario dejando de lado previsiones que corresponderían a un panorama internacional y doméstico añejo.
El abandono de la moneda local para trocarla por el dólar, operación conocida como fuga de capitales, es un componente estructural de la economía argentina. Pero no es un caso aislado de los países emergentes. El movimiento de fondos hacia paraísos fiscales o mercados desarrollados es un comportamiento extendido y no está vinculado directamente con la mayor o menor aceptación de los agentes privados a un gobierno y su plan económico. Una referencia poco mencionada cuando se habla de fuga es que gran parte de ese flujo de capital es ilícito porque su origen es dinero obtenido ilegalmente. La ONG Global Financial Integrity (GFI) difundió a comienzos de este año un informe que estimó en 6,5 billones de dólares la fuga de capitales del mundo en desarrollo entre 2000 y 2008. Ese flujo de dinero es definido como ilícito porque involucra evasión fiscal y corrupción empresario-gubernamental. También incluye operaciones conocidas como precios de transferencia, que son manipulaciones de precios para el intercambio de bienes o servicios pactados por dos compañías que pertenecen a un mismo grupo empresarial para girar utilidades y eludir el pago de impuestos.
En un documento de la consultora AMF Economía se menciona que pese al excelente ingreso de divisas comerciales y al descenso que registró el riesgo soberano, los agentes privados continúan demandando activos externos con cierta intensidad. Afirman que lo que denominan “viento de cola” no resultó suficiente para desalentar el proceso de salida de capitales privados, para insistir que “ni los buenos precios y cantidades de la campaña agrícola, ni la menor aversión al ‘riesgo argentino’ alcanzan a distraer la histórica pasión de los argentinos por dolarizar carteras”. Sin embargo, cuando se observa el ranking latinoamericano de fuga de capitales, aparecen países con realidades políticas y económicas diferentes, que plantea que ese giro de fondos tiene su motivación en la búsqueda de ocultar dinero obtenido en forma ilícita más que en determinadas condiciones de la macroeconomía. Los top five de esa lista de flujo ilegal, promedio 2000-2009, son los siguientes, según Global Financial Integrity:
- México: 46 mil millones de dólares anuales
- Venezuela: 17 mil millones de dólares anuales
- Argentina: 10 mil millones de dólares anuales
- Chile: 8 mil millones de dólares anuales
- Costa Rica: 4,4 mil millones de dólares anuales.
A nivel global, ese ranking es liderado por China, con una fuga de 2,2 billones de dólares en todo ese período, seguido por Rusia, con 427 mil millones de dólares.
De acuerdo con las estadísticas cambiarias elaboradas por el Banco Central, los agentes privados mantienen estable el proceso de formación de activos externos, denominación técnica de los que se conoce como fuga de capitales. En promedio, en los últimos años han comprado dólares para retirarlos del circuito económico a un ritmo de 2400 millones de dólares por trimestre, monto que coincide con la media de 10 mil millones de dólares anuales estimados por GFI. El año pasado, por el papelón del entonces presidente del Banco Central, Martín Redrado, al atrincherarse en la entidad, precipitando un conflicto por el pago de deuda con reservas, a lo que se le sumó la crisis europea, elevaron esa fuga a 11.400 millones de dólares.
Con más intensidad cuando se producen crisis, como la registrada con el sector del campo privilegiado o por la utilización de reservas, la compra de dólares por el sector privado se presenta como una constante. Esa preferencia se ha verificado pese a que el ciclo económico que se extiende desde 2003 tiene la particularidad de que es excedentario en dólares. Por el alza de los precios internacionales de los commodities y el aumento de la cosecha, por el default y la posterior renegociación con quita que alivió la carga de los pagos de la deuda, y con un tipo de cambio que aún mantiene niveles de competitividad, en la economía argentina “sobran” dólares, que se acumulan en las reservas del Banco Central. Por ese motivo hoy no existen condiciones para provocar una corrida ni para prever una fuerte devaluación. Pese a que es interesante debatir sobre el recorrido futuro del tipo de cambio en relación con su impacto en ciertos sectores del campo (frutihortícola) o de la industria de mano de obra intensiva, la paridad no está atrasada. A diferencia de otras monedas de la región (real brasileño, peso uruguayo y chileno), el peso argentino no ha registrado una veloz apreciación debido al retroceso del dólar a nivel global. Más aún, la pretensión de Estados Unidos es debilitar su moneda para acelerar la salida de su crisis.
La obsesión con el dólar seguirá dominando el mercado local porque forma parte del acervo cultural argentino, pero las condiciones financieras, de la economía internacional y de la dinámica de la producción doméstica deberían alejar los fantasmas de desequilibrios en el frente cambiario. También se podría empezar a precisar que la tendencia permanente de fuga de capitales responde a la persistencia de flujos ilícitos de dinero más que a la resistencia a una determinada política económica.
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