ECONOMíA › SE PREVEN GRAVES CONSECUENCIAS PARA EL PAIS ASIATICO, PERO PUNTUALES A NIVEL MUNDIAL
Japón recién estaba consiguiendo sobrellevar los efectos de la crisis financiera internacional de 2008 cuando se produjo la catástrofe. El impacto internacional sería limitado, aunque algunos sectores, como el de seguros, lo sufrirán con intensidad.
› Por Cristian Carrillo
El desastre natural que sufrió ayer Japón traerá para ese país un desequilibrio económico de magnitud equivalente, con impactos variados para los mercados internacionales. Las pérdidas económicas hasta el momento son incalculables, pero puede tomarse como parámetro la reconstrucción que encaró el país tras el terremoto de 1995 –de menor magnitud que el de ayer–, que demandó 100 mil millones de dólares. A esto se suma la situación previa de deflación y alto endeudamiento del gobierno nipón, que hará todavía más difícil su recuperación. A nivel mundial los primeros efectos pudieron sentirse en el precio del petróleo, que se ubicó por primera vez en varias semanas por debajo de los 100 dólares el barril. Esto se debe a que Japón es el tercer consumidor de combustibles del mundo, detrás de China y Estados Unidos. En las Bolsas mundiales los papeles más afectados fueron los vinculados con firmas aseguradoras, ante las primeras especulacones sobre los desembolsos que deberán afrontar por los daños. En Argentina no se espera una repercusión negativa directa. Incluso podría beneficiarse de la exportación de alimentos durante el lapso que lleve la reconstrucción.
Japón aporta más del 8 por ciento al producto interno bruto mundial, con lo que se mantuvo durante una década como la segunda economía más grande del planeta. Recién el año pasado fue desplazada por China. Es además la segunda economía más poderosa en términos de tecnología, después de Estados Unidos. Sin embargo, la crisis financiera internacional de 2008 inició una etapa recesiva en el país, siendo uno de los desarrollados más afectados por la caída de las inversiones y la demanda mundial de sus exportaciones. Esto último hizo peligrar su superávit comercial. Para salir de esa situación anunció en abril de 2009 un plan trienal de estímulo por 150 mil millones de dólares. Las últimas cifras difundidas daban cuenta de que esa crisis comenzaba a quedar a atrás.
El terremoto de ayer arrasó con todo. “Es un episodio catastrófico tanto desde lo humano como desde lo material. La destrucción de riqueza que produjo este hecho es inmensurable. Esto plantea una dura paradoja, dado que en términos de flujo del producto interno bruto Japón mostrará un alto nivel de crecimiento, pero sólo estará recomponiendo stock”, explicó a Página/12 el economista José Siaba Serrate. El analista especuló con que la recuperación será mucho más costosa que la encarada luego del terremoto de 1995, a lo que se suman las difíciles condiciones previas a este último desastre. “El alto endeudamiento es uno de los principales problemas que tiene Japón, debido a que mucho de lo que se destruyó era colateral (garantía) de parte de la deuda estatal y privada”, agregó Siaba Serrate.
Por ejemplo, desde viviendas hipotecadas hasta empresas que perdieron sus instalaciones pero conservan las obligaciones crediticias. Seguramente el Estado se deberá hacer cargo de saldar esos compromisos. La deuda nipona equivale a dos veces su producto interno bruto (aproximadamente 4,5 billones de dólares).
El impacto internacional también es difícil de determinar. “La situación abre un abanico de efectos, dependiendo del sector de que se trate”, opinó el especialista. “Esto es seguramente lo peor que le pudo pasar a Japón en el peor momento económico”, publicó en su sitio web el economista Nouriel Roubini, de la Escuela de Negocios Stern de Nueva York, famoso por haber pronosticado la crisis financiera de 2008. “Cuando hay un shock como este tiende a producir un debilitamiento de la actividad económica en el corto plazo”, agregó. Por ejemplo, desde el lado de la oferta, el sector automotor podría verse sacudido. Toyota, la automotriz número uno del mundo, tuvo que cerrar sus plantas de producción por daños en varias de ellas. Una situación similar sucede con Nissan y Honda. Japón también es uno de los líderes en el sector tecnológico. Sony cerró sus centros de ensamblaje. Por el lado de las demanda, la industria japonesa es sumamente dependiente de las importaciones de materias primas y combustibles. Además, importa el 60 por ciento de los alimentos que consume su población.
La primera repercusión internacional vino por el canal de la demanda. El precio del petróleo se retrotrajo en Nueva York a 99,36 dólares el barril de crudo WTI. Es la primera vez que evidencia una caída tan marcada y además se ubica por debajo de los 100 dólares luego de varias semanas de alzas producto de la inestabilidad política en Medio Oriente. La caída en el combustible estuvo vinculada con una menor demanda esperada, dado el peso de las compras niponas a nivel mundial. Se prevé que la recuperación de su parque automotor lleve algunos años, lo que derivará en un menor consumo de combustible en el corto plazo. En el sector financiero los índices accionarios de las principales plazas bursátiles evidenciaron caídas leves, aunque se desplomaron los activos del sector asegurador. Papeles de las compañías de seguros en todo el mundo sufrieron recortes en cotizaciones de entre 2,5 y 7 por ciento. De todos modos, Wall Street subió 0,5 por ciento y la Bolsa de Buenos Aires bajó apenas 0,07 por ciento, mientras que el dólar siguió sin cambios a 4,06 pesos.
Por el lado comercial, Argentina, Brasil y Perú son los principales referentes de Japón en la región. En particular, la Argentina le exporta concentrados de cobre, aluminio, granos, camarones y langostinos y mosto de uva concentrado, entre otros. Por su parte, de Japón se importan principalmente automóviles y autopartes, medicamentos y mecanismos de impresoras láser. Ese comercio bilateral arrojó el año pasado un déficit para la Argentina de 379 millones de dólares. El país importó de Japón 1191 millones de dólares y exportó 813 millones, en su mayoría (61 por ciento) en productos primarios.
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