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› Por Alfredo Zaiat
La fortísima caída de las cotizaciones de acciones y bonos en las Bolsas mundiales genera portadas y comentarios de analistas en tono de catástrofe. La angustia recorre el sentido común alimentado por el temor a una nueva recesión en Estados Unidos y la Eurozona. El alerta suena más potente por la eventualidad de un default de las deudas de esos países que aún mantienen la categoría de líderes de la economía mundial. Esta reacción que mezcla ansiedad e intranquilidad en sociedades bombardeadas con rostros desencajados de operadores bursátiles es la expresión más contundente de cómo funciona la actual fase del capitalismo dominado por las finanzas globales.
El derrumbe de los índices promedio de acciones de las Bolsas es dominante en títulos de hecatombe sobre la evolución de las economías. En cambio, en los últimos dos años la información sobre el recorrido de la tasa de desempleo, que en Grecia superó el 15 por ciento, en España el 24 por ciento y en Estados Unidos se mantiene desde entonces cerca del 10 por ciento, con un desocupación juvenil del 25 por ciento, no se tradujo en muestras de nerviosismo sobre el destino de esas economías. Mientras se debate sobre el abandono del dólar como moneda de reserva internacional y la posibilidad de una cesación de pagos de sus abultadas deudas, ya se ha declarado un default sociolaboral sin que se expresara preocupación por ese desenlace.
Esa disparidad en el abordaje de la crisis es la manifestación más contundente en la esfera pública de la hegemonía de las finanzas sobre la producción, al tiempo de la exteriorización del comienzo de su fin como rector del desarrollo del actual ciclo del capitalismo. Ese proceso que puede durar varios años, sin embargo, sigue en progreso con liderazgos políticos débiles, subordinados a la lógica de funcionamiento de las finanzas, provocando una inmensa destrucción de riquezas y un impresionante daño social, desde septiembre de 2008, cuando estalló esta crisis.
La dinámica de fin de ciclo de la presente fase del capitalismo global encontrará su punto de inflexión cuando las sociedades alcancen el nivel de saturación a los ajustes recesivos, con desempleo masivo y pérdidas de derechos sociales. En esa instancia, la resistencia social, que ya se empieza a manifestar con más frecuencia y mayor furia, determinará el límite de estrategias políticas neoliberales tributarias del salvataje de una economía de la deuda, pública y privada, que está mostrado su agotamiento.
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