ECONOMíA › OPINION
› Por Mark Weisbrot *
Ya que la “crisis de la deuda” estadounidense se ha convertido en una gran noticia internacional hace unas semanas, cabe aclarar lo que es real y qué no lo es. En primer lugar, el gobierno de EE.UU. no tiene una “crisis de la deuda”. El gobierno de EE.UU. paga intereses netos de sólo el 1,4 por ciento (salsa.de
mocracyinaction.org) del PIB por su deuda pública. Esto no es mucho ante cualquier comparación histórica o internacional. Actualmente, el déficit anual, que es relativamente grande (9,3 por ciento del PIB), es principalmente el resultado de la recesión y la débil recuperación. Las proyecciones del déficit a largo plazo se guían por los costos de la atención médica en el sector privado. Estos costos tienen efectos secundarios a los gastos públicos, porque el gobierno de EE.UU. paga casi la mitad del gasto total de salud, a una tasa dos veces mayor que otros países desarrollados. Y va en aumento rápidamente.
Nunca hubo ninguna posibilidad de que EE.UU. realmente incumpliera los pagos de su deuda. La supuesta “crisis” fue fabricada desde el principio, con los republicanos en la Cámara de Representantes utilizando un detalle técnico para ganar recortes impopulares que no podrían ganar en las urnas. La estrategia funcionó: realizaron un acuerdo que se compromete a grandes recortes del gasto sin ningún aumento en los impuestos para los ricos o los súper ricos de EE.UU., quienes han incrementado considerablemente su porción del ingreso nacional durante las últimas tres décadas.
La derecha ganó porque el presidente Obama decidió colaborar con ellos, tratando de aprovechar la “crisis” fabricada también para implementar los recortes que ofendieron y dolieron a la gente que votó por él. Por supuesto, él también quería aumentar los impuestos a los ricos, pero por haber aceptado la legitimidad de la extorsión de los republicanos, él lo perdió también.
El daño más grave de esta “arma de distracción masiva” –y la capitulación del presidente Obama a ella– es que el debate político en los Estados Unidos ha sido fuertemente alterado. La falsa “crisis de la deuda” es considerada como el principal problema, y aún más absurdamente, como una de las causas de la debilidad de la economía. La economía de EE.UU. apenas creció en el primer semestre de este año, y hay 25 millones de personas, o de-sempleadas, o trabajando involuntariamente a tiempo parcial, o que han abandonado la fuerza laboral. Hemos pasado por más de un tercio de la “década perdida”, y el cambio en el debate político hacia la reducción del déficit incrementará la probabilidad de que experimentemos toda aquella década.
Si el presidente Obama pierde ambas Cámaras del Congreso y/o la presidencia en las próximas elecciones, será el resultado de una economía débil y alto desempleo, y porque dejó que sus oponentes no sólo sabotearan la economía –algo que hicieron con mucho gusto–, pero también porque dejó que ellos redefinieran el debate económico para que en el futuro se le eche la culpa al presidente y su partido por esa debacle.
Así que la próxima vez que alguien se queje de que la mayor parte de América del Sur es gobernada por presidentes populistas de izquierda que luchan demasiado contra la elite tradicional de sus países, acuérdese de que hay peores clases de liderazgo: la clase que comete suicidio político por el bien del “bipartidismo.”
* Codirector del Center for Economic and Policy Research, en Washington.
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