ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: CóMO EVITAR LA RESTRICCIóN DE LA CUENTA EXTERNA
Según los especialistas, la fórmula ideal para quitar del horizonte el riesgo de restricción externa pasa por sostener el excedente comercial. Los datos del último trimestre 2011 son alentadores, pero el horizonte de mediano plazo se presenta más incierto.
Producción: Tomás Lukin.
Por Héctor Valle *
El viejo fantasma de la restricción externa está lejos de corporizarse. Para 2012 cabe descartarlo y éste sería un buen año de transición para desenvolver proyectos de cambio estructural que terminen de diluir ese riesgo como un peligro para el mediano plazo. Si la mayor fortaleza de la Argentina ha sido el superávit comercial que supo conseguir –una genuina fuente de divisas que permitió, entre otras cosas, desendeudarnos en moneda extranjera y controlar las presiones especulativas contra el peso–, la fórmula ideal para quitar del horizonte el riesgo de restricción externa pasa por sostener el excedente comercial. En tal sentido, los datos del último trimestre 2011 son por demás alentadores. El año concluirá con un excedente comercial cercano a los 11.000 millones de dólares y, probablemente, con un poco significativo desequilibrio en el balance de pagos. No conozco experiencias de naciones que estuvieran al borde de la restricción externa con estos números en su cuenta de mercancías.
Algunos indicios recientes sobre las tendencias con que concluyó 2011 nos permiten esperar que concluya este ejercicio con una tasa de crecimiento superior al 8,5 por ciento. A su vez, el efecto arrastre otorgaría a la macroeconomía de 2012 un punto de partida que, bien aprovechado, le permitiría evolucionar mejor a lo pronosticado por la mayoría de las estimaciones de origen privado que se conocieron en las últimas semanas y terminar el año que viene en torno a las metas que se fijaron en el Presupuesto Nacional.
Pero este cauto optimismo no supone ignorar la evidencia de señales como la desaceleración de la industria en el cuarto trimestre del año y la importancia a mediano plazo que tienen factores como la pérdida de los superávit gemelos o la menor disponibilidad de reservas de libre disponibilidad. Adicionalmente, como es sabido, la adversidad del contexto externo ya se ha convertido en un virtual parámetro cualquiera sea el modelo económico que se adopte. Estas son todas señales amarillas que, razonablemente, no pueden soslayarse.
La meta oficial de 5 por ciento de aumento del PIB juzgamos que es alcanzable, si bien requiere de políticas más sofisticadas que las empleadas hasta el presente, así como una decisión explícita de proteger el mercado interno y convencer a los países de la región de que acompañen tal movida estratégica. Para ganar en virtuosidad, convirtiendo la crisis mundial en una oportunidad para nuestro desarrollo, la transición 2012 debería servir, entre otros objetivos, para encarar inversiones en sectores críticos, con prioridad el petrolero; resolver cuestiones pendientes en el ámbito de las finanzas globales, como el acuerdo con el Club de París; registrar nuevos progresos en materia redistributiva y avanzar hacia una creciente integración del mercado latinoamericano, superando las asimetrías y preservándolo de las turbulencias originadas en la crisis externa.
Las perturbaciones en las finanzas globales han llegado para quedarse, y en el mediano plazo Argentina deberá desenvolverse en un contexto de menor crecimiento mundial y soportando la perturbación que suponen ciertos cuellos de botella en la oferta interna de insumos básicos, entre los cuales se destaca el ya mencionado caso del petróleo así como ciertos bienes intermedios (tal como las autopartes o los componentes electrónicos) que ya ejercen una notable presión alcista sobre el nivel de las importaciones. Si estos desajustes no se corrigen, se pondrían en peligro dos ejes centrales, en materia de cuentas externas y fiscales, de la política desenvuelta hasta el presente: 1) Contar con un superávit comercial suficiente para disponer de las reservas excedentes necesarias para atender los compromisos externos sin acudir a los mercados financieros internacionales, y 2) seguir disponiendo de los ingresos fiscales originados en los impuestos al comercio exterior. Esto es, suponiendo que no se introduzcan reformas en las normas tributarias vigentes que incorporen nuevos gravámenes y/o nuevas eliminaciones de subsidios y exenciones.
La inercia de 2011, por sí sola, le garantiza a la economía nacional la posibilidad de iniciar el año con un piso de crecimiento para el PIB no inferior al 2 o 3 por ciento. Es probable que ello coincida con la liquidación de saldos exportables superiores a los habituales, originados en las dos campañas anteriores, y tal circunstancia favorable le sube el piso a un saldo comercial no menor a 8000 millones de dólares. De ser así, tendríamos un verano tranquilo, con el BCRA recuperando las reservas que perdió con la frustrada corrida cambiaria. El Gobierno puede aprovechar esos meses para avanzar con nuevas medidas dirigidas a sostener el crecimiento. Una condición de borde pasa por lograr una baja sustantiva en las tasas de interés.
Habida cuenta del marco externo, lo esperable es que el Gobierno aspire a dinamizar los factores internos de crecimiento –consumo más inversión– con el objetivo de preservar los niveles de actividad. Se trataría de una versión actualizada de las decisiones tácticas tomadas en 2009. En igual sentido, la propuesta de elevar las barreras del Mercosur se adelanta al previsible comportamiento de las naciones desarrolladas que no se recuperan. En una situación de recesión internacional, con altos márgenes de capacidades ociosas en los países industrializados, es de esperar que estos decidan estímulos fiscales que doten de mayor agresividad a sus exportaciones manufactureras. de exportación. A ello se sumaría la previsible avalancha de productos asiáticos.
Más allá de que estos parámetros puedan modificarse en los próximos meses, ponen de manifiesto uno de los puntos débiles de la situación en el balance de pagos y determinan, de modo casi obvio, cuáles deberían ser algunas de nuestras prioridades: garantizar la competitividad del tipo de cambio, cerrar la economía y sustituir la importación de petróleo y gas, así como la de otros insumos intermedios. Y hacerlo antes que el cuello de botella en la oferta interna de estos rubros ponga en peligro la situación de las cuentas externas y el crecimiento global de la economía.
* Presidente de FIDE
Por Ramiro Castiñeira *
Entre 2003 y 2011 la economía argentina creció por encima de Latinoamérica, dinamitó el desempleo y redujo a más de la mitad la pobreza. Alcanzó record en inversiones, de producción industrial, de cosecha, de exportaciones y se incrementaron las reservas del Banco Central, actualmente en magnitud mayor a cualquier momento de la convertibilidad. Se renegoció la deuda pública en forma exitosa y se desendeudó al Estado a punto tal que debe menos de 18 por ciento del PBI a acreedores privados y organismos multilaterales, y un tercio de esos pasivos están denominados en moneda local.
Se crearon 5 millones de puestos de trabajo registrados, se incorporaron 2,5 millones de nuevos jubilados con el doble de mínima y se creó un plan que otorga asistencia a 3,5 millones de chicos menores de edad, en abrumadora mayoría en hogares bajo la línea de pobreza. La suma de los nuevos empleos, la moratoria previsional y la asignación universal advierten que en los últimos años se reincorporó al 27 por ciento de la población que había quedado excluida del sistema entre la última dictadura y la convertibilidad.
Ahora bien, desde 2008 al 2011 el Gobierno perdió toda la fortaleza macroeconómica que exhibía y que permitió tantos logros en tan poco tiempo, en buena medida por el cuadro energético que se llevó puesto los pilares del modelo. Los tres puntos de superávit fiscal que se observaron hasta 2008 el Gobierno los perdió en subsidios, importar energía y sustituir la falta de inversión privada.
El superávit fiscal no solo otorgaba una real independencia financiera al disponer de ingresos para comprar dólares y pagar la deuda externa, sino que al mismo tiempo permitía mantener el tipo de cambio en niveles elevados como principal defensa del crecimiento, el empleo y el saldo externo, todo sin emitir ni endeudar al Banco Central.
La salida de capitales responde a lo expuesta que quedó la economía a una nueva crisis internacional. A medida que fueron descendiendo los superávit gemelos, fue en aumento la dolarización de privados ante el agotamiento del único canal de financiamiento y la imposibilidad de que las reservas lo reemplacen en forma indefinida. En 2011 el Banco Central perdió 12.300 millones de dólares, magnitud que desencadenó en las restricciones en el mercado de cambios. Con las restricciones, el Banco Central anula la pérdida de reservas por financiamiento de la salida de capitales, al costo de desdoblar el tipo de cambio. A partir de ahora, el mayor anhelo de dolarización por parte de privados impactará más en un incremento del dólar paralelo o suba de tasas para contenerlo, que en pérdida de reservas por salida de capitales.
Dado que las restricciones vinieron para quedarse, descontamos que la diferencia entre dólar oficial y paralelo comience a incrementarse a medida que el mercado advierta que se acentúa el atraso cambiario y más si el contexto externo empeora y el Gobierno no reacciona. Si bien las nuevas restricciones en el mercado de cambio estiran los tiempos con que la economía puede vivir sólo de reservas del BCRA, vale advertir que no modifica la realidad que la economía dejó de generar dólares y que tampoco dispone de financiamiento. Si no hay superávit externo ni financiamiento disponible, las expectativas se encauzan a esperar el ajuste por una combinación de menor nivel de actividad y devaluación (stop and go), que motiva la salida de capitales.
El 2012 arranca con la restricción externa en marcha, acentuada por la crisis europea. La economía local ajustará en magnitud suficiente buscando restablecer el equilibrio externo, con o sin ayuda del Gobierno. En este escenario, la economía crecería cerca del 2 por ciento el año entrante, aunque principalmente por efecto arrastre. Con estancamiento en las exportaciones y leve alza en las importaciones ante un mayor déficit energético, el saldo comercial pasará de 11.000 millones de dólares en 2011 a 8000 millones en 2012. El deterioro no es mayor por el freno en el nivel de actividad.
Este saldo comercial no alcanza para pagar los intereses de la deuda externa y utilidades de multinacionales (aún en descenso), ampliando el déficit en cuenta corriente. A ello se suman los pagos de capital de la deuda externa. Solo eso conduce a esperar una merma de las reservas del BCRA de otros 7000 millones de dólares en 2012.
No se puede crecer con la restricción externa operando y reservas en franco descenso. En los noventa, la Argentina eludió la restricción externa en base a deuda y privatizaciones. Tras su colapso, la eludió gracias a los dólares comerciales que permitía el tipo de cambio competitivo. Agotado también ese camino, en 2011 se eludió la restricción externa gracias a las reservas acumuladas. De más está decir qué estrategia nos llevó al colapso, cuál fue la exitosa y cuál se agota rápidamente.
Las restricciones cambiarias estiran la estrategia de vivir de las reservas del BCRA por lo menos un año más, dado que ahora no serán afectadas por la salida de capitales y se reservan exclusivamente al pago de la deuda y el resto de las operaciones corrientes de la economía. Igualmente, la economía empieza a frenarse dado que dejó de generar dólares, por lo que la restricción externa igualmente opera, con o sin restricciones en el mercado cambiario. En suma, si se quiere que el modelo continúe otorgando resultados, más vale dotarlo nuevamente de herramientas.
* Economista jefe de Econométrica
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