ECONOMíA › OPINION
› Por José Ignacio de Mendiguren *
Para encarar un proceso de desarrollo inclusivo y con expansión en el largo plazo, resulta imprescindible pensar nuestra relación con Brasil a través de una lógica que haga pie en el abordaje regional. Insertarnos en el mundo actual implica, como condición fundante, trazar líneas estratégicas claras y estables que robustezcan nuestras economías. Y eso sólo puede realizarse en base a un eje: coordinar nuestros esfuerzos centrándonos en la agregación de valor complementaria y planificando estrategias de alianza cuyo objetivo sea fortalecer armónicamente ambos lados de la sociedad comercial.
El primer detalle que no debe escapársenos ante esta tarea es que el ingreso de mil millones de personas a la clase media mundial –gracias al crecimiento de China e India– genera una fuerte demanda de materias primas, cuestión que constituye una oportunidad y al mismo tiempo un riesgo tanto para Brasil como para Argentina. Sabemos que los recursos naturales son armas válidas en el nuevo contexto global, pero deben ser el medio para encarar un proceso de desarrollo inclusivo y sustentable. Nunca un fin en sí mismos. La primarización de las exportaciones es un canto de sirena capaz de echar por tierra cualquier proyecto que tenga como objetivo generar naciones desarrolladas. Primarizar las exportaciones de nuestra región es regalar el estandarte del desarrollo a otras naciones del mundo.
Otra cuestión a tener en cuenta para planificar junto con Brasil el rumbo de las próximas décadas implica hacernos cargo de las tensiones comerciales propias de una relación intensa y estratégica como la que nos ha atravesado durante años. Para encarar la progresiva solución de las cuitas que muchas veces entorpecieron el entendimiento entre funcionarios y empresarios de ambos países, el Mercosur deberá generar cada vez más mecanismos cuya función sea evitar que los diferendos del día a día escalen hasta los niveles políticos más altos. Un número mayor de instancias institucionales implica disminuir el dramatismo de la conflictividad coyuntural.
Y en virtud de todo esto, resulta primordial que Brasil asuma cuál es el rol que le toca cumplir en tanto líder de la región. Ese liderazgo tendrá que ser ejercido de manera positiva: Brasil deberá abrirle el juego a otros países del Mercosur, no podrá ser exclusivamente quien genere los productos con mayor valor agregado de esta parte del mundo. Su liderazgo natural tendrá que aumentar en el marco de un crecimiento integrado con la región. Sólo de esta manera lograremos más complementariedad entre nuestras economías, más cadenas de valor que crucen las fronteras de toda América latina.
En este sentido, uno de los objetivos principales que Argentina deberá proponerse –dada la capacidad productiva y potencialidades para exportar a Brasil con las que contamos– es ir sustituyendo progresivamente aquellas importaciones extrazona necesarias para algunos sectores de la industria brasilera. Si podemos llegar a un acuerdo en este aspecto con Brasil, el horizonte de la complementariedad para desarrollo regional estará cada vez más cerca. Un dato a tener en cuenta, el mercado total de importaciones brasileñas en sectores que la Argentina puede abastecer es de cerca de 30.000 millones de dólares.
Adicionalmente, resultará primordial la construcción de una agenda de trabajo común en pos de lograr la institucionalización de mecanismos que permitan el acceso de productos argentinos al mercado brasileño. Entre esos mecanismos pueden enumerarse: la posibilidad de ser oferente en compras gubernamentales, constituir a Pymes argentinas como proveedoras de empresas estatales brasileñas y lograr líneas de financiamiento para empresas de capital nacional vía el Bndes. Hay muchísimos sectores de la industria argentina –textiles, vehículos y camiones, alimentos, autopartes, productos de plástico, máquinas y aparatos electromecánicos, productos de metal, insumos químicos, manufacturas de madera y papel y medicamentos, entre otros– que están en condiciones de aumentar el tipo de exportaciones capaces de contribuir al agregado de valor regional.
Estas son sólo algunas de las cuestiones que deberemos encarar conjuntamente con Brasil, porque no se trata únicamente de venderle más a nuestro vecino; hablamos de dar un salto de calidad en el intercambio comercial, vendiendo más y mejor valor agregado. Por eso hemos acordado con nuestros pares de Fiesp crear el Centro de Estudio para la Competitividad regional, una instancia colaborativa donde los sectores privados de ambos países realizaremos estudios en torno de las oportunidades de equilibrio competitivo y la generación de propuestas para mejorar la producción industrial conjunta. De esta forma, el sector privado complementará el proceso de integración al que se han comprometido tanto Cristina Fernández de Kirchner como Dilma Rousseff.
El mundo actual presenta oportunidades y amenazas que nos obligan a construir un proceso de integración recíproco y equilibrado. Si somos capaces de profundizar en términos equitativos la relación que nos une, el desarrollo será el tablero de juego donde por primera vez en mucho tiempo toda la región apueste a ganador.
* Empresario. Presidente de la Unión Industrial.
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