Mié 02.05.2012

ECONOMíA  › OPINIóN

Recuperar el futuro

› Por José Ignacio de Mendiguren *

Que la energía es un recurso estratégico para cualquier nación resulta ocioso discutirlo. Quizá más estéril si de combustibles fósiles no renovables hablamos. Las crisis que en la década del setenta desató la OPEP a nivel mundial ya nos delineaban claramente cómo se extinguía un modelo de desarrollo basado en la importación de energía barata. Se solidificaba entonces la postura por la que había bregado en nuestro país Enrique Mosconi: exploración y explotación nacional del petróleo como uno de los basamentos clave para construir una nación cada vez más soberana. Con el trajinar de la historia sobre nuestras espaldas, el siglo XXI nos sitúa en una discusión que, a todas luces, exige diagnósticos y acciones comprometidas con el desarrollo nacional: el futuro de YPF es la llave que abre uno de los cerrojos de las puertas que conducen al desarrollo argentino de las próximas décadas.

El Estado argentino ha comenzado con YPF un proceso desafiante para los próximos años. No sólo por lo que representa poner a esta empresa en sintonía con las necesidades de la nación, sino también por el hecho de cómo hacer para que YPF ocupe el lugar que se necesita dentro del conjunto de herramientas indispensables para rediseñar la matriz energética de nuestro país. Para lograr este objetivo será necesario que el Congreso nacional consensúe un marco regulatorio adecuado a los requerimientos de una sociedad que desde el consumo y la producción necesita pensarse en el largo plazo. Es por ello que la inversión en materia energética es un capítulo ineludible en la historia de la Argentina modelo siglo XXI (o post Bicentenario).

Todos los objetivos que nos propongamos con YPF deben tomar como condición fundante reconstruir la esencia de esta empresa en términos de un alto nivel de profesionalismo, con un management de excelencia que se apegue a políticas de Estado. Desafío más que importante explicitado por nuestra Presidenta: dejar de lado las coyunturas partidarias en la conducción del Estado para generar una planificación que trascienda los gobiernos. Si la dirigencia política argentina logra plasmar la propositiva en iniciativas de materialización concreta, se habrá allanado el camino para el bienestar de todos los argentinos.

Cualquier política energética sustentable en el tiempo indefectiblemente necesita contar con una herramienta importante como YPF. Porque reducir la dependencia de hidrocarburos importados no es una tarea menor en términos de lograr el paulatino arribo al horizonte de autoabastecimiento energético, ya que eso nos permitiría la sustentabilidad del crecimiento económico durante décadas. Para tener un bosquejo claro de la situación, basta con observar la tendencia a la desaceleración que desde 2006 denuncia la balanza comercial en el rubro combustibles, y que en el último año pasó a ser deficitaria por 3068 millones de dólares. El sinsentido cobra aún más espesor si tenemos en cuenta que nuestro país cuenta con reservas petroleras y gasíferas de importancia a ser explotadas.

Recuperar YPF implica reinventarla aprendiendo del pasado, para evitar que la repetición sin análisis y revisionismo se transforme en error no forzado. La empresa que necesitamos no tiene que ver con la frustrante experiencia privatista de Repsol ni con la paquidermia post década del ochenta. La nueva YPF debe reinsertarse en el camino que la colocó como pionera de Latinoamérica, como predecesora y asesora de empresas importantísimas como Petrobras. Y es en este sentido que su futuro marco regulatorio tendrá que ser el motor para complementar la relación entre sector público y privado, haciendo que la interacción entre ambos se traduzca en inversión constante y redituable.

El vasto espectro de apoyos que ha suscitado el proyecto de recuperación –tanto a nivel político como empresarial, gremial y social– muestra un amplio abanico compuesto de coincidencias y divergencias; cada uno de estos sectores tendrá que trabajar en los aportes que considere necesarios para que este proyecto se robustezca, porque queda claro que existe un acuerdo base sobre cuán indispensable es poner nuestros recursos al servicio del desarrollo nacional. Pero tan importante como el consenso en lo estratégico resulta discutir a fondo sobre cómo será el esquema que adopte esta política de Estado en las próximas décadas. Porque en la Argentina de hoy, “recuperar” es un verbo que necesita compromiso para conjugarse en futuro.

* Empresario. Presidente de la Unión Industrial Argentina.

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