ECONOMíA › OPINION
› Por Alejandro Rofman *
Una polémica encendida ha estado acompañando la evolución del precio del dólar marginal, aunque apenas represente el 4 por ciento del total de las transacciones en divisas diarias en nuestro país. Desde los grandes medios de comunicación se ha estado fogoneando la idea de que el dólar oficial está atrasado. De que la maxidevaluación está cercana. Y de que sin esa medida habrá déficit de la balanza comercial.
Ninguna de estas predicciones son ciertas ni se van a cumplir. El tipo de cambio no está desfasado con referencia a su capacidad competitiva en la gran mayoría de los rubros que se exportan. Ni hay peligro de corrida cambiaria por la fortaleza de las reservas del Banco Central. Ni la balanza comercial se volverá negativa. Por el contrario, se estima que ese saldo se ampliará en relación con el 2011.
Los que alientan el fantasma del dólar marginal no solamente se equivocan, sino que emiten la propuesta devaluatoria para mejorar sustancialmente sus ingresos hoy robustos. Son los grandes exportadores de granos y oleaginosas y grupos económicos que tienen en el languideciente mercado mundial el destino central de sus ventas. Si algún bien excepcionalmente ha perdido competividad, con otorgarle un reintegro moderado se lo recoloca en posición favorable en el mercado internacional
¿Cómo combatir, entonces, la presencia de una cotización falsa del dólar, lo que supone la presencia de transacciones ilegales, que no tienen real fundamento?
El gobierno argentino ha impuesto restricciones a la libre disponibilidad de divisas dada la situación mundial, altamente compleja e impredecible y envuelta en una crisis que ya lleva cuatro años y que no tiene fecha de cierre previsible. Lo que hace el Gobierno es simplemente precaverse frente a la contingencia mundial cuidando nuestras espaldas, dado que Argentina no puede fabricar dólares o euros, sino que los debe conseguir del intercambio comercial. Entonces, hay que preservar los recursos que tenemos en esas monedas externas que nos permiten comprar insumos, materias primas diversas, maquinarias extranjeras que no se producen en el país, pagar intereses, dividendos y utilidades a las casas matrices de las multinacionales y hacer frente a los compromisos del endeudamiento público, cada vez más reducidos.
El Gobierno está haciendo una valiosa tarea por todos nosotros. Ha establecido medidas preventivas ante la eventualidad de futuros desastres económico-financieros internacionales y ha avanzado en fortalecer nuestra posición en el stock y el flujo hacia el Banco Central de las divisas que no producimos. Todos debemos ser totalmente solidarios en estos momentos con la gestión gubernamental. Al evitar que se malgasten los dólares en actos ilícitos o en erogaciones superfluas nos está garantizando nuestra capacidad de supervivencia.
Nuestro compromiso con la acción estatal debe ser integral. Es una obligación como ciudadanos colaborar para que no se malgaste un solo dólar, porque su acumulación constituye un seguro a futuro. Es como si estuviésemos en una situación crítica. Nadie tendría que dudar un instante en acompañar el esfuerzo colectivo de enfrentarla, impulsando la tarea de obtener y conservar las divisas necesarias a tal fin.
A los que todavía se lamentan de que no pueden comprar unos dólares con los 500 pesos que guardaron en un placard habría que decirles que lo pongan en un plazo fijo o junten unos cuantos amigos y compren bonos públicos. Claro que, como en todos los países del mundo, los intereses respectivos van a ser menores que el salto inflacionario, pero en este momento estamos en una emergencia. Y en estas circunstancias no puede haber deserciones hasta que la tormenta internacional se disipe.
* Economista, miembro del Plan Fénix.
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