Sáb 02.06.2012

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Tipo de cambio

› Por Alfredo Zaiat

El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) con el dólar, síntoma que se ha agudizado en estas últimas semanas a partir de una terapia de shock de abstinencia inmoderada, gatilla el debate sobre el nivel del tipo de cambio. Desde vertientes de la ortodoxia se insiste con que la mayor demanda de divisas tiene su origen en el atraso cambiario provocado por el aumento de precios internos. Diagnóstico compartido por no pocos sectores de la heterodoxia e incluso por economistas cercanos al gobierno. Representantes de ambas corrientes sentencian que la paridad peso-dólar se fue retrasando en los últimos años, lo que ha provocado pérdida de competitividad en diferentes actividades productivas, en especial por el alza de los costos laborales medidos en dólares. En forma contundente concluyen que las mayores tensiones que se observan en el mercado cambiario son por la inflación y que un supuesto equilibrio se lograría con una devaluación. La ortodoxia plantea una fuerte, lo que implica elevados costos políticos para el gobierno y una importante transferencia de ingresos hacia el núcleo exportador, además de convulsiones sociales. En tanto, miembros de la heterodoxia proponen que los mini ajustes de la paridad tengan un ritmo más acelerado en el marco de la política de administración del tipo de cambio flotante.

Es un debate que está abierto y que la administración kirchnerista no rehúye, como puede suponerse. Lo que sucede es que no transita por ninguno de esos dos caminos sugeridos. La cuestión es encarar esa discusión con análisis rigurosos sobre competitividad más que la simple cuenta de relacionar el valor del dólar con la inflación.

Un tipo de cambio real competitivo pensado en términos de la producción y alejado de la valorización financiera exige ampliar la evaluación a otras variables. Si no se incorporan, el debate sobre la paridad cambiaria queda atrapado en la lógica conservadora que ha tenido a la devaluación como uno de los principales factores de disciplinamiento político y social.

No es inocente ocultar que el nivel adecuado del tipo de cambio real está vinculado también con otras variables que son clave en su determinación. Las más importantes son el desempeño del saldo de la balanza comercial, de las exportaciones y de las importaciones; los salarios en dólares en relación con otros países; el recorrido de las monedas de los países con los que se mantienen importantes flujos comerciales; la productividad laboral; el precio de las commodities de exportación y los términos de intercambio; el impacto de la crisis internacional en el flujo comercial y de divisas; y el stock de deuda y exigencias de divisas para su pago.

Cuando se quiere debatir con seriedad el nivel del tipo de cambio real, resulta necesario ampliarlo a esas variables, además de considerar que se trata de una herramienta más, relevante pero no única, de una política de industrialización y de la competitividad de una economía. Eludir la trampa de fuertes e inesperadas devaluaciones, tradición histórica de crisis argentinas, es un desafío sustancial, al margen que hoy no se presentan condiciones de vulnerabilidad en ese frente cambiario. En ese marco, ese necesario debate adquiere densidad cuando esquiva los esquemas conceptuales ya fracasados de la ortodoxia.

El tipo de cambio real mide la relación entre los precios de los bienes y servicios de la economía con respecto a los de un grupo de socios comerciales importantes. Se trata de una variable importante por sus efectos sobre la demanda interna y externa, la estructura productiva, el patrón del comercio internacional, la inversión y su asignación sectorial, los flujos de capitales y la competitividad de la economía.

A continuación, en base a un informe reservado del Banco Central, se presenta un análisis sintético de la dinámica de variables clave en relación con la competitividad del tipo de cambio.

- Una medida de competitividad externa para sectores intensivos en mano de obra es el tipo de cambio real que toma en cuenta la evolución de los salarios locales en relación con la de los principales socios comerciales (dólar, euro y real). La base de comparación multilateral es la apropiada porque la canasta de comercio argentina se encuentra diversificada. La variable salarios nominales constituye una prueba particularmente exigente dado el fuerte crecimiento registrado desde 2003, siendo mayor al mostrado por otros precios de la economía, lo que se tradujo en una significativa mejora de los ingresos laborales en términos reales. Cuando se estudia la evolución del tipo de cambio real deflactado por salarios, se verifica que su valor actual resulta superior al promedio de los últimos quince años. El nivel en diciembre de 2011 excede en un 16,2 por ciento al promedio de la convertibilidad y en un 55 por ciento si se usa como referencia ese mismo mes de 2001.

- Otra variable determinante es la disponibilidad de dólares comerciales con el actual tipo de cambio real. La existencia de persistentes saldos positivos de la balanza comercial, en un contexto donde esos superávit han mermado o desaparecido en la mayoría de los países de la región, es una prueba no menor de que la competitividad de la Argentina se mantiene en niveles adecuados. Con una estricta política de administración del comercio exterior que limita las importaciones, con impacto negativo inicial en el nivel de actividad, el saldo comercial en el primer cuatrimestre del año fue positivo en 4795 millones de dólares, 57 por ciento más que en igual período de 2011. En ese año, el superávit comercial acumulado creció con respecto al de 2010 en más de 1600 millones de dólares cuando se excluye el rubro combustibles, el cual es muy poco sensible a las variaciones del tipo de cambio.

- Este desempeño de la balanza comercial no está sustentado por los precios elevados de las commodities, como ha sucedido en otros ciclos económicos. En 2011, el comportamiento de las exportaciones de manufacturas industriales tuvo un aumento del 23 por ciento (13 en cantidades, 8 en precios), lo que significa que con el actual tipo de cambio real los sectores productores de esos bienes son capaces de colocar sus productos en el exterior. Por otra parte, el aumento de las importaciones ha sido impulsado por la alta elasticidad de las compras externas al nivel de actividad, especialmente en lo referido a la inversión, más que por una apreciación del tipo de cambio real. Las importaciones de bienes de capital y piezas y accesorios crecieron en 2011 un 25 por ciento, mientras que las de bienes de consumo subieron un 22.

- Otro factor importante para evaluar la competitividad es la política cambiaria de los países de la región. Aplicaron fuertes devaluaciones en 2008, afectando inicialmente la competitividad argentina, ajustes que fueron parcialmente compensados con graduales ajustes que acumularon un 32 por ciento entre julio 2008 y diciembre de 2010. Una vez pasado lo peor de la crisis internacional, esos países comenzaron con apreciaciones nominales, contribuyendo a la recuperación de la competitividad del tipo de cambio. En 2011, la reversión de las tendencias apreciatorias estuvo lejos de compensar esa conducta pasada. Sólo la Argentina y México registraron en diciembre de 2011 una paridad nominal con el dólar mayor que en diciembre de 2006. En el caso de Brasil, más allá de la reciente devaluación del real frente al dólar, el tipo de cambio real bilateral con Brasil a diciembre de 2011 deflactado por salarios es un 103 por ciento mayor al nivel registrado en diciembre de 2001 y un 19,2 por ciento si se lo compara con el promedio de 1995-2001.

- La productividad es otro elemento clave para analizar el grado de competitividad cambiaria. Por ejemplo, si el tipo de cambio real se aprecia un 10 por ciento, pero la productividad crece en la misma magnitud, ésta tiene un efecto compensatorio sobre el nivel global de competitividad. La recuperación en la productividad, resultado del fuerte incremento de la actividad y del mayor uso de la capacidad instalada, es otro elemento que contribuye a la mejora de la competitividad dado que implica una disminución de los costos unitarios. La productividad laboral registró un ritmo de crecimiento del orden del 5 por ciento promedio anual entre 2004 y 2010.

- Al analizar la evolución de una variable que mide la competitividad agrícola, como es el precio de la soja, los datos siguen arrojando un balance positivo. La cotización promedio de la soja del período 2006-2007 fue de 242 dólares por tonelada, mientras que ahora se ubica por encima de los 500 dólares, poco más del doble.

- El nivel adecuado del tipo de cambio real debería ser más alto (depreciado) cuanto mayor sea el endeudamiento externo neto de la economía. Esto ocurre porque si un país tiene una deuda externa muy grande en relación con sus activos externos, necesitará de mayores saldos comerciales positivos para afrontar los pagos de intereses que generan dichos pasivos. Desde 2004, debido a los sucesivos superávit de cuenta corriente, la Argentina pasó de ser deudora externa neta a ser acreedora neta, lo cual implica un tipo de cambio real de “equilibrio” más bajo.

- Desde el estallido de la crisis internacional, el valor del dólar muestra una devaluación global con la mayoría de las divisas, especialmente con las emergentes.

Esta es una buena base para empezar a debatir sobre el nivel de competitividad de la economía, los desafíos que se le presentan y las políticas necesarias para seguir preservando un nivel adecuado de tipo de cambio real para la producción. Limitar el análisis a la simple relación con la inflación doméstica es, además de insuficiente y superficial, una señal de síntomas evidentes de TOC con el dólar.

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