ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Las operaciones de compraventa de dólares en el mercado marginal son ilegales. Están alcanzadas por la ley penal tributaria, al suponer que ese movimiento de dinero proviene de fondos no declarados al fisco, y por la ley penal cambiaria, que sanciona esas transacciones. Estas condiciones del circuito irregular de divisas no es información confidencial. Pese a que se conocen esas características de una actividad penada por la ley, en estos días analistas y comunicadores sociales han reiterado en varias ocasiones que si alguien recibe la validación de la AFIP resulta conveniente la compra de dólares en el mercado oficial para luego venderlos en el paralelo. La impunidad, la casi nula condena social y la ausencia de una advertencia de compañeros de trabajo a esa convocatoria a la ilegalidad están naturalizadas por el objeto fetiche en cuestión: el dólar.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) con el dólar provoca que desaparezcan represiones y se traspasen límites que se cuidan en otras actividades o negocios, al menos en la forma. Hasta el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, se interesa en que se conozca una insólita reunión que mantuvo con cambistas para “ordenar” la dinámica y la cotización en ese mercado. Es difícil encontrar opiniones aprobando el contrabando o justificando públicamente la evasión impositiva. En cambio, con el dólar todo es válido. Presentar amparos judiciales para comprar 10 dólares; viajar a Colonia para conseguir dólares en el casino, simulando jugar con fichas previamente obtenidas entregando pesos; y hasta hacer contrabando hormiga de divisas a través de Bolivia, Paraguay o Chile. Eso sí, todos los que de una u otra manera participan de esta anomalía luego levantan el dedo admonitorio por la falta de justicia, la corrupción y los niveles de pobreza.
El TOC con el dólar es un síntoma que se arrastra desde hace años, con manifestaciones de mayor o menor intensidad, pero ahora se ha descompensado a partir de la abrupta medida de la AFIP de impedir la compra de divisas sin importar el monto demandado ni la capacidad patrimonial del interesado. Es una decisión desproporcionada en función de que el régimen de control instaurado a principios de noviembre del año pasado ya había adquirido fluidez y aceptación, o resignación. Como en los tratamientos a los alcohólicos, la terapia de cura es gradual para evitar brotes de desesperación por un shock de abstinencia. Abordar al drogadólar dependiente con esa última estrategia, interrumpiendo casi todas las transacciones de compra de billetes verdes, ha generado un exagerado cuadro de incertidumbre económica. Esta situación se agudiza por la ausencia de una comunicación oficial contundente sobre el origen y el objetivo de la medida, como sí la hubo cuando el Estado recuperó el control de YPF con las exposiciones de Axel Kicillof. Ahora quien explica es Aníbal Fernández.
A diferencia de otros momentos históricos, en el actual existe más margen para recuperar plenamente la soberanía monetaria afectada gravemente por la convertibilidad, que aún hoy sigue irradiando sus efectos perversos sobre el funcionamiento de la economía. Existe un dato contundente, ocultado por el coro afinado de economistas del establishment que alienta la dolarización y una fuerte devaluación: el dólar ha ingresado en una etapa de declive a nivel internacional. Una referencia ineludible de ese ciclo es la nueva etapa que se abrió anteayer, cuando China y Japón, la segunda y tercera potencias económicas mundiales, comenzaron a intercambiar directamente sus divisas para operaciones comerciales sin emplear el dólar. El movimiento comercial entre ambos países asiáticos demanda un elevado monto de divisas, más de 350.000 millones de dólares al año, que ahora será canalizada con yenes y yuanes.
La inmensa tarea de ampliar la soberanía monetaria en un contexto internacional convulsionado requiere información precisa, tranquilizadora, regulaciones de compraventa de moneda extranjera que se respeten y explicaciones sobre la disponibilidad de divisas, compromisos de deuda y condiciones económicas locales e internacionales. Además de intervenir en una fuerte disputa política y económica en el terreno del dólar, el Gobierno debe ser consciente de que el TOC con el dólar es un extendido síntoma social más allá de qué sectores compran billetes verdes. Como apuntó el lector Aníbal Perpetua, desde Bahía Blanca, “Argentina es el único país del mundo donde el cemento se vende en pesos, los ladrillos se venden en pesos, la mano de obra se paga en pesos y los departamentos cotizan en dólares”.
Las manifestaciones de ese trastorno se presentan en forma tan aguda que el resultado de inversiones financieras de los últimos diez años, con el dólar siendo la peor alternativa, es negado. Los economistas Estanislao Malic y Andrés Asiain elaboraron el documento “El dólar, ¿la mejor opción para el ahorrista?” que compara el rendimiento acumulado que obtuvo un ahorrista que optó por invertir en la Bolsa local, accediendo a través de cualquier fondo común de inversión comercializado por bancos líderes –cuyo rendimiento se expresa en la evolución del índice de acciones líderes Merval–, otro que optó por un plazo fijo y un tercero que prefirió comprar dólares (midiendo su cotización al cambio oficial y al paralelo). Tomaron como base enero de 2003 definiendo que los tres invirtieron 10.000 pesos. El análisis de los rendimientos muestra que el ahorrista que compró acciones es el más favorecido debido a que sus ahorros en mayo de 2012 alcanzaron los 43.000 pesos. El que optó por un plazo fijo en pesos (lo menos riesgoso) pasó a tener 21.400 pesos. En cambio para quien eligió el dólar sus ahorros pasaron a representar 13.100 pesos, y si se arriesga a la ilegalidad y busca cambiarlos al valor del paralelo tendría 17.000 pesos. “Es decir, menos aún que quien optó por la tranquilidad de un plazo fijo”, afirman Malic y Asiain, para agregar que el objetivo de ese informe es “desnudar la falsedad de una de las principales fábulas financieras que circulan por la city local, ésta es, que el dólar es la mejor opción de ahorro”.
Ante la contundencia de este recorrido financiero, economistas de la city argumentan que la corrida hacia el dólar es una estrategia defensiva frente a la inflación. Sólo el TOC con el dólar de sus interlocutores les facilita la tarea a esos profesionales de pronósticos equivocados. Si el objetivo es mantener el poder adquisitivo del capital, además de las opciones financieras mencionadas, el camino es adquirir bienes muebles, inmuebles o cualquier otra mercadería, no la compra de dólares. En un reciente informe de la consultora Econométrica elaborado por Ramiro Castiñeira se afirma que “la inflación explica en buena medida por qué el sector privado prefiere ahorrar en activos externos y preferentemente sin intermediación de instituciones locales, ya sean públicas o privadas”. El aspecto notable de esta sentencia es que en ese mismo documento se destaca que “el sector privado duplicó su tenencia de activos externos de 50 a 100 mil millones de dólares entre 1991 y 2001”. Esos fueron años de la convertibilidad cuando el índice de precios estaba deprimido por el congelamiento cambiario y la apertura importadora indiscriminada.
En esos años de estabilidad de precios, la tenencia de activos externos del sector privado pasó de 25 a 35 por ciento del PBI, según Econométrica. Esto significa que sin inflación, en la convertibilidad se aceleró la fuga de capitales. “Esta proporción actualmente se mantiene. El sector privado hizo crecer su cartera de activos externos a igual ritmo que la economía”, afirma el informe. O sea, en estos años de inflación no aumentó la proporción de dólares en manos del sector privado en relación con la dimensión de la economía. En el trabajo se menciona que en 2010 los activos de residentes en el exterior sumaban 173 mil millones de dólares, equivalentes al 36 por ciento del PBI.
La adaptación de una definición del novelista vasco Pío Baroja sobre la existencia de distintas clases de españoles realizada a principios del siglo pasado colabora para acercarse al comportamiento de argentinos con el dólar. Esa conducta se manifiesta en siete situaciones
1. los que no saben;
2. los que no quieren saber;
3. los que odian saber;
4. los que sufren por no saber;
5. los que aparentan que saben;
6. los que triunfan sin saber, y
7. los que viven gracias a que los demás no saben.
Estos últimos se llaman a sí mismos “economistas profesionales”, conocidos por su debilidad por el establishment y por circular por los grandes medios con el objetivo de alimentar la ansiedad del drogadólar dependiente.
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