“No es que el empresariado argentino sea más tacaño, sino que el tipo de empresas preponderante no requiere una inversión sustantiva en innovación. Tenemos industrias extractivas y la competencia no está basada en innovación, sino en costos. Entonces por qué invertir en algo que resulta superfluo”, señaló el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, durante el segundo día del congreso de AEDA. La ponencia se centró en los resultados que ha mostrado la cartera a su cargo, creada en 2007, en cuanto a la incorporación tecnológica en los procesos productivos de la industria argentina.

“El problema de la inversión privada en investigación y desarrollo es la matriz productiva, qué composición de empresa tenemos de base tecnológica. Estas son las que en al menos una parte del proceso industrial tiene lugar el cerebro de alguien. Una ensambladora no es una empresa de base tecnológica, nadie piensa nada, es robotizada, pero en una empresa de software sí hay alguien que tiene que pensar”, explicó el ministro. Por eso, el objetivo del ministerio ha sido financiar desarrollos tecnológicos que permiten su incorporación a los procesos productivos. Para lograrlo, se complementaron las dos partes del proceso, los investigadores y las empresas con un plan de negocios en base a resultados que demuestren viabilidad de los proyectos.

El presupuesto invertido en investigación y desarrollo en el país aumentó del 0,41 por ciento del PIB en 2003 al 0,62 por ciento en la actualidad, según datos del Banco Mundial. Barañao rindió cuentas de los resultados alcanzados estos años al exponer los patentamientos y logros de empresas en sectores como el software, la nonatecnología y la biotecnología, buscando diversificar la producción y profundizar el crecimiento de la industria tecnológica.