ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
› Por Alfredo Zaiat
Las últimas cifras de la balanza comercial adelantadas por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner muestran un saldo positivo de 11.527 millones de dólares de enero a octubre de este año. El informe oficial del Indec se difundirá en dos semanas. La tendencia en la evolución de las exportaciones e importaciones indica que el año cerrará por encima de la meta oficial de 12 mil millones de dólares de superávit comercial. Por varias razones es un dato económico relevante. Se preservó el saldo favorable en un contexto de crisis en las potencias mundiales con impacto en el comercio internacional, logrado a partir de un régimen defensivo de administración del sector externo. Este consistió en la profundización de medidas como los derechos antidumping, la aplicación de licencias no automáticas de importación, la compensación del valor de las importaciones con el de las exportaciones y la instrumentación de la presentación de la Declaración Jurada Anticipada de Importación, además de iniciativas de sustitución en varios rubros industriales. Esas decisiones provocaron en la microeconomía no pocas alteraciones en la organización diaria de las empresas y, en la macro, una desaceleración inicial de la actividad económica durante el período de adaptación al nuevo régimen.
La política oficial buscó también la protección de sectores vulnerables a importaciones con precios predatorios provenientes de países en crisis o de potencias emergentes que pretenden avanzar sobre otros mercados para colocar sus excedentes cuyo destino original eran Estados Unidos y Europa. Cuidar esas industrias tuvo como objetivo principal sostener el nivel de empleo, lo que se consiguió. La estrategia global del Gobierno en el frente del comercio exterior permitió alcanzar el mencionado superávit. Este resultado ha tenido los efectos señalados en el funcionamiento de las empresas, en la preservación del empleo y en la actividad económica en general, pero también ha tenido su importancia en el frente financiero y cambiario. Mantener la cuenta positiva de dólares provenientes del intercambio comercial brinda cierta autonomía a la política económica para continuar con el desendeudamiento, manteniendo un stock de reservas suficiente. Por eso es interesante conocer quiénes son los dueños de los dólares comerciales provenientes de las exportaciones, teniendo en cuenta que el 80 por ciento de las divisas fugadas en el período 2007-2011 provinieron del superávit comercial. Y desde la instauración del sistema de control y administración de moneda extranjera, los dólares de los exportadores sumaron las reservas necesarias para pagar deuda.
Como el gobierno de CFK está convencido de que no es una buena opción el endeudamiento a tasas de interés muy altas para conseguir dólares, los originados del saldo del intercambio comercial pasan a ocupar un espacio estratégico. En el primer año del nuevo sistema cambiario, la mayoría de los análisis han apuntado a las restricciones a las importaciones como una medida para cuidar los dólares de las reservas. Poco se ha mencionado a los exportadores, actores centrales y decisivos en la generación de divisas, con el poder que eso significa. Resulta tan relevante conocer quiénes son por la actual situación externa y cambiaria, como también por el perfil de la estructura de las exportaciones y los desafíos de cambiarla si la meta es poder manejar una política económica menos dependiente de unos pocos dueños de los dólares comerciales. Si bien con un esfuerzo considerable la Argentina elude las presiones del poder financiero, que ofrece el regreso del ciclo de endeudamiento para conseguir los dólares, todavía no ha podido disminuir el poder de unas pocas firmas que concentran los dólares de las exportaciones.
Un reciente documento del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE) destaca que las veinticinco empresas que más venden en el mercado internacional representaron el 53 por ciento del total de las exportaciones de 2011. La elevada concentración, además de una referencia sustancial en cuanto al tipo de estructura económica, no es un dato menor en términos políticos como potencial capacidad de ejercer presión sobre el diseño de políticas públicas. Los principales exportadores argentinos de 2011, según el ranking elaborado por la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina, fueron:
El perfil de esas empresas muestra que doce se dedican a la exportación de granos, oleaginosas y sus derivados; seis venden al exterior petróleo y gas; dos son mineras; y las cinco restantes están vinculadas con bienes industriales de mediano-bajo contenido tecnológico: tres firmas fabrican autos; una, tubos de acero y otra, aluminio.
La estrategia para disminuir la capacidad de presión de los dueños de los dólares comerciales sólo puede ser modificada interviniendo en el perfil de especialización y estructura de las exportaciones argentinas, dominado por productos primarios (agro, hidrocarburos y minería). El trabajo del IEFE menciona cambios de relevancia entre la política macroeconómica de la década del ’90 y la postconvertibilidad, que son evidentes. En esa comparación observa además un pequeño incremento de las exportaciones industriales en el total (de 29,8 por ciento promedio en el período 1991-2001 a una medida de 32 por ciento en 2003-2011), especialmente por el dinamismo de las ventas externas del sector automotor. Y señala que en la postconvertibilidad también ha mejorado un poco el contenido tecnológico de las exportaciones industriales, al subir 4,1 puntos porcentuales los bienes de mediana-baja tecnología, disminuyendo los de baja tecnología.
Diversos trabajos de investigación concluyen que las pymes, y no las grandes empresas, son las que suelen tener ventas al exterior diversificadas y volcadas a productos con mayor contenido tecnológico. Si bien existe una vocación política para alentar a esas firmas, la concentración de las exportaciones en grandes firmas aumentó desde 2003. Frente a ese panorama, el documento del IEFE propone “una profundización de las políticas macroeconómicas que aumenten las competencias organizacionales, tecnológicas, la productividad de las firmas y que consoliden posiciones en los mercados externos de bienes de mayor complejidad”. Para ello, el Estado tiene la misión de vincular políticas industriales y tecnológicas para hacer más compleja la estructura productiva del país y, de ese modo, ganar autonomía, dispersando el poder de los dueños de los dólares comerciales.
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