Mié 11.06.2003

ECONOMíA

Palabras, religión y finanzas

En una excursión por el análisis semántico, Lavagna fustiga al FMI y a la subliminal contaminación del lenguaje.

› Por Julio Nudler

A pesar de la tortuosa historia de la banca vaticana, y de episodios terrenales semejantes que involucran a otras iglesias (elocuente recuerdo infantil de un gran armario metálico de caja de crédito dentro de la sinagoga del barrio), Roberto Lavagna escribe ayer en Clarín que “desde la Edad Media, pocas actividades humanas han estado –con justicia o sin ella– más alejadas de la religiosidad que las financieras”. El ministro de Economía prosigue así con dos estimulantes hábitos. Uno, mirar las cuestiones económicas desde el ángulo del idioma, enfoque enriquecedor y muy necesario por el degradado lenguaje de los economistas, buena parte de los cuales piensan en inglés y traducen luego a un mal castellano. Dos, tratar de ver lo que esconden las palabras escogidas. Por ejemplo, cuando se traduce waiver por perdón en lugar de desistimiento, viéndolo desde el Fondo Monetario, o de dispensa, pensándolo desde la Argentina o cualquier otro deudor que incumple una meta.
Lavagna sostiene que los periodistas económicos escriben perdón porque se esfuerzan por identificarse con un lenguaje propio de la religión. Quizá la verdadera explicación sea más simple: perdón es una palabra común, más apta que dispensa o desistimiento si la idea es minimizar el vocabulario en uso. Clarín, por su lado, interpreta como una crítica expresa a Alfonso Prat-Gay la mención de Lavagna a quien opinó “hace poco que el mejor momento para negociar era aquel en el que el país estaba de rodillas” (patente Dromi), pidiendo el ministro que Dios nos libre de estar en esa posición, pese a que diversas religiones la consideran grata al Señor. En cuanto al presidente del BCRA, decir como dijo ante el Council of the Americas que hubiese sido más ventajoso para la Argentina renegociar su deuda cuando sus papeles estaban por el suelo y no tenía perspectiva alguna de pagar fue bastante sensato: la quita que podía lograrse hubiese sido proporcionalmente mayor.
Lavagna insinúa que en lugar de que siempre sean los países deudores quienes se hinquen a pedir perdón por sus errores y sus incumplimientos al FMI y los acreedores, deberían ser éstos los que pongan rodilla en tierra y se hagan cargo de sus equivocaciones. Palabras que despiertan simpatía y adhesión en el lector, aunque éste crea recordar que fue este mismo ministro quien firmó este año un compromiso a mediano plazo con el Fondo, por el que se impondría a la Argentina un ajuste fiscal inédito.

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