ECONOMíA › OPINIóN
› Por Alfredo Zaiat
La meta de recuperar un sendero firme de crecimiento económico durante este año tiene a Brasil como pieza importante. Argentina construyó una relación estratégica con la potencia regional. Constituye una alianza política fundamental en una era de incertidumbre global y transformaciones en la distribución del poder mundial. Confianza y cooperación son rasgos principales del vínculo que les permite a ambos países transitar como socios en complejas negociaciones internacionales en organismos multilaterales. También para superar dificultades coyunturales, como la relativa comprensión brasileña a la política de administración del comercio exterior argentina o el actual aporte de gas de Argentina ante las restricciones energéticas brasileñas por el escaso aporte de las centrales hidroeléctricas por la sequía. La estrecha sociedad política, económica, social y cultural y la afinidad entre sus presidentes son un salto cualitativo esencial en el proceso de fortalecimiento recíproco, en el ámbito nacional y regional. Por ser líder en Latinoamérica, y por esa armonía estratégica, la economía brasileña es un factor destacado, no el único, para evaluar las perspectivas de crecimiento en el ’13.
La grey de la ortodoxia y parte de la heterodoxia han elogiado y aún lo siguen haciendo lo que consideran prudente manejo monetario, fiscal y cambiario de las autoridades económicas brasileñas. Se enfrentan entonces a una evidente incomodidad cuando tienen que explicar por qué Brasil se ha estancado, con datos negativos en la industria y un alza de la tasa de inflación. Si ha cumplido con el dictado de “racionales” medidas de la economía convencional, cuáles son las razones para tan mediocres resultados.
La política macroeconómica brasileña ha exhibido hasta el 2010 una tasa de crecimiento moderada y la ampliación del consumo en sectores medios y bajos. Ese período estuvo acompañado por una fuerte expansión del negocio financiero, una baja tasa de inversión en la economía real y una creciente primarización de las exportaciones. Esa política tuvo como eje ordenador el plano monetario con una tasa de interés elevada y con una importante apertura de la cuenta de capital, facilitando de ese modo fabulosas ganancias con la especulación financiera.
La expansión en esos años benefició las exportaciones argentinas de manufacturas, impulsando el avance de varias ramas industriales, autos y alimentos en particular. Sin embargo, la decisión brasileña de aplicar una política fiscal conservadora como estrategia compensadora a una flexibilización monetaria de reducción de la tasa de interés, con el objetivo de desalentar el ingreso de capitales financieros que apreciaban la moneda (el real) y afectaba a la industria, provocó que la economía se frenara en forma abrupta. En el lapso 2005/2010, la tasa de aumento del Producto Bruto Interno fue en promedio anual del 5 por ciento, y en 2011 bajó a 2,7 por ciento y el año pasado terminó en 1,0. El gobierno de Dilma Rousseff ha intentado reparar los efectos del ajuste fiscal lanzando paquetes de estímulos impositivos a la industria y planes de obras públicas para dinamizar la demanda. Pero la respuesta ha sido por ahora bastante débil.
El último “Coyuntura y desarrollo” de FIDE destaca que iniciado el nuevo año “ya se vienen revisando hacia la baja las proyecciones originales para el crecimiento económico brasileño”. Menciona que se ha disminuido la meta prevista de un crecimiento del 4,0 por ciento para este año, anunciada por el ministro Guido Mantega, a un rango del 3,0 al 3,5 por ciento. Este resultado “ocurriría pese a la batería de medidas orientadas a reactivar el mercado interno” que puso en marcha la administración Rousseff. El artículo de FIDE tiene un título sugestivo: “Las incógnitas sobre Brasil”. Expresa decepción por la reacción del sector privado a los incentivos fiscales al señalar que la inversión bruta interna en relación con el PBI fue del 18,7 por ciento el año pasado, “claramente insuficiente respecto de las necesidades que tiene la economía en materia de formación de capital reproductivo”. Esto se observa en el estancamiento de la productividad industrial y en las caídas en la producción de bienes de capital por segundo año consecutivo.
Similar diagnóstico expuso el economista argentino radicado en Brasil Eduardo Crespo en un reciente reportaje publicado en el suplemento económico de Página/12, Cash. El profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro explicó que el año económico de Brasil fue bastante malo porque se esperaba para fin de 2012 una leve recuperación, que no se verificó. Señala que en el gobierno de Dilma, iniciado en 2011, primero hubo una suba de la tasa de interés, luego la bajaron, pero con un fuerte ajuste fiscal durante todo ese año, que prosiguió en el siguiente. Entonces la inversión pública se desmoronó, y eso arrastró buena parte del gasto privado, básicamente la inversión. Devaluaron un poco la moneda, y las exportaciones subieron un 5 por ciento en 2011 para luego caer 3 por ciento en 2012. La economía pasó de crecer 7,5 por ciento en 2010 a cerrar 2012 en uno por ciento.
Pese a que hubo una política de reducir las tasas de interés, igual se han mantenido tan elevadas que, junto a un tipo de cambio atrasado, han provocado una caída de la inversión y reducción de la competitividad externa. De ese modo, la economía brasileña ha tenido un pobre crecimiento en los últimos años cubriendo la brecha externa con el ingreso de capitales extranjeros, primero con inversiones especulativas para aprovechar la bicicleta de tasas altas con moneda doméstica apreciada, y después con inversiones directas (ver el artículo de Esteban Actis publicado en la edición de hoy de Cash).
Un escenario de estancamiento o exiguo crecimiento brasileño es un factor perturbador para la proyección de la economía argentina en el ’13, que invita a fortalecer aún más el mercado interno y el proceso de sustitución de importaciones para mantener el dinamismo de la demanda. El informe de FIDE previene con que “no cabe descartar que el mediocre desempeño de 2012 se mantenga como una característica de la economía brasileña en el mediano plazo”. Afirma que analistas privados calculan factible un crecimiento del 3,26 por ciento, con un superávit comercial de 15 mil millones de dólares, sin grandes cambios en la tasa de interés ni en los niveles de inflación. “De hecho, son tasas de crecimiento económico compatibles con seguir marchando sin mayores presiones inflacionarias, un objetivo reiteradamente enunciado por los partidarios de la escuela monetarista que se desempeñan en el Gobierno del país vecino”, critica.
Una idea instalada en el debate económico local afirma que uno de los factores de incertidumbre de la economía argentina se encuentra en una devaluación del real, porque afectaría la competitividad de la industria. Sin embargo, un ajuste del tipo de cambio que permita aumentar la tasa de crecimiento brasileña y, por lo tanto, impulsar la demanda, entre ellos de productos argentinos, sería más conveniente para la industria local que un Brasil estancado.
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