ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
La cotización del dólar comercializado en el circuito marginal ha subido en lo que va del año 36 por ciento y desde el comienzo del nuevo régimen de administración y control de acceso a la moneda extranjera lo hizo en 96 por ciento. A lo largo de ese período los motivos expresados por analistas de la city para justificar el aumento han sido variados. La secuencia explicativa comenzó con que el dólar oficial estaba barato, continuó con los nervios de inversores ante la imposibilidad de ahorrar en divisas, luego con la dificultad para comprar dólares a la paridad oficial por parte de turistas al exterior, siguió con la merma estacional de la liquidación de dólares de exportación de soja, y ahora que esos mismos exportadores después de vender en el segmento oficial recompran en el paralelo. El denominado dólar blue es un mercado marginal en volumen, pero se ha convertido en un factor importante de construcción de expectativas sociales y de inversión. La brecha cambiaria con el dólar blue es el sobrecosto que paga la economía blue por dolarizar excedentes. Es una variable que ha empezado a jugar en el terreno de la política con aspiración de limitar márgenes de autonomía de la política económica y el indisimulado objetivo de buscar consenso social para una brusca devaluación. En ese escenario turbulento sobre qué relevancia en la economía tiene el precio del dólar definido en operaciones que violan las leyes penal tributaria y penal cambiaria, es oportuno observar el comportamiento de opciones financieras legales en el primer cuatrimestre de este año y desde noviembre de 2011, momento en que se limitó y luego se eliminó la posibilidad de comprar dólares para atesorar.
El argumento principal de los dolarmaníacos, además de las explicaciones coyunturales mencionadas, es que “la gente” compra dólares para protegerse de la inflación y que no existen alternativas de inversión para canalizar el ahorro. Sin ingresar en el debate sociológico sobre qué significa “la gente”, resulta interesante descubrir que en esos meses en que el dólar paralelo pasó a ocupar el centro del análisis económico ha habido opciones financieras con ganancias muy abultadas. Utilidades muy superiores a cualquier índice de inflación considerado, ya sea el oficial del Indec o de consultoras privadas.
Los cuadros adjuntos son elocuentes de las extraordinarias rentas ofrecidas por acciones y títulos públicos. Otras opciones están apenas por encima, igualan o un poco por debajo de la inflación no oficial, como los fideicomisos financieros. Aquí aparecen dos cuestiones para evitar confusiones:
1). La comparación con la evolución del dólar blue, aunque algunos activos subieron más que esa cotización, no es adecuada en términos estrictos debido a que se comparan activos cotizando en mercados diferentes. Uno operando fuera del control tributario y cambiario, y otro, legal. Lo relevante entonces es evaluar el movimiento de alternativas de inversión en relación con la inflación. En el actual ciclo con más controles hubo activos financieros que sirvieron como refugio al aumento promedio de precios. Y antes, con un sistema hiperliberal de acceso a la compra de dólares, cualquier inversión financiera, además de productivas como la inmobiliaria, industria o comercial, le ganó a la inflación, además de ser más rentable que el atesoramiento de dólares (conclusión de la investigación de economistas de la UBA Estanislao Malic y Andrés Asiain “¿Dólar: la mejor opción para el ahorrista?” analizando el período 2003-2011).
2). El mercado de acciones y bonos es más volátil que otras opciones financieras y, por ese motivo, se afirma que es baja la participación de pequeños y medianos ahorristas. Además, que les resulta muy complicado operar en ese canal de inversiones. No es más dificultoso que ingresar en una cueva para concretar una operación ilegal de compra de dólares. De todos modos, existe una carencia informativa en la población con capacidad de ahorro por deficiencias de las instituciones bursátiles y del Gobierno para explicar los costos, riesgos y ventajas de la inversión en activos bursátiles o fideicomisos financieros. Cuando lo hicieron, en el caso de las ON YPF, tuvieron una muy buena respuesta. Los bancos no son muy activos en esa tarea en el universo de ahorristas minoristas porque, si bien cobran una comisión por transacción y mantenimiento de la cuenta comitente, la canalización de fondos hacia la compra de acciones y bonos les resta fondeo provenientes de plazos fijos.
En los cuatro meses de este año el índice de precios al consumidor del Indec (el dato de abril se conocerá en los próximos días) se ubica cerca del 3,3 por ciento, mientras que el promedio de las consultoras privadas difundido por un grupo de diputados de la oposición casi siempre es el doble que el oficial, con la rigurosa metodología de multiplicar por dos. Como se puede observar en los cuadros, todas las opciones financieras legales fueron una vía de protección a la inflación en lo que va del año. Pese a esas evidencias, se mantiene en forma persistente el argumento del aumento de precios para justificar la presión en el mercado cambiario.
Las tensiones en los precios comenzaron en 2007 y hasta la instauración de un firme sistema de control para la compra de dólares transcurrieron cinco años. En ese período prolongado, la acumulación de dólares fue intensa pese a que como opción financiera fue la peor y no actuó como refugio a los aumentos de precios. En realidad existen otros motivos de la dolarización de excedentes de sujetos económicos con importante capacidad patrimonial y fuerte influencia en la generación de expectativas sociales. Una de las razones es la economía blue.
La economía no registrada no tiene otra alternativa que dolarizar sus excedentes de capital puesto que no puede destinarlo a comprar acciones o títulos públicos, a constituir plazos fijos, o a adquirir propiedades. Debería registrar esas transacciones y no puede hacerlo porque desarrolla su actividad en la informalidad. Entonces las ganancias las canaliza a comprar dólares. Antes de los controles había un sistema aceitado de abastecimiento y comercialización de dólares provenientes del circuito oficial hacia el ilegal (por ejemplo, los coleros en las casas de cambio; aunque no era la única vía). La brecha cambiaria era de unos pocos centavos, que se amplió a partir de los controles que obturaron ese circuito de dolarización de capitales no declarados.
Quienes compran dólares ilegales teniendo fondos declarados al fisco porque se han convencido de que de esa forma construyen una protección contra la inflación, y porque piensan que no existen opciones rentables no han contado con la suficiente información financiera. Pueden tener razones psicológicas o emocionales comprensibles de tal decisión, pero exceden el análisis financiero de las rentabilidades de activos en el mercado legal. Para intervenir en esos motivos resulta esclarecedor saber que el dólar blue actúa como la variable perfecta para la construcción de la economía del miedo. Esta tiene como objetivo disciplinar a una sociedad para que acepte situaciones que serían rechazadas si fueran ofrecidas en un marco normal. En este caso, la de una devaluación brusca. Medida que, como enseña la historia económica argentina, es profundamente regresiva en términos económicos, perturbadora en el ámbito social y, en consecuencia, generadora de una profunda inestabilidad política.
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