Sáb 04.05.2013

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Puja distributiva

› Por Alfredo Zaiat

Los precios de bienes y servicios suben porque la emisión monetaria es elevada. La cotización del dólar en el circuito marginal aumenta porque existen muchos pesos en el mercado. El consumo de bienes durables se incrementa porque “la gente” no sabe qué hacer con el dinero que le sobra. Las expectativas de los actores económicos son negativas porque la expansión monetaria disimula desequilibrios de las principales variables, en especial las cuentas fiscales por el alza del gasto público. Casi todo lo que sucede en la economía tiene su origen en la emisión de dinero y, por lo tanto, el principal y único responsable es el Banco Central y los políticos populistas que influyen sobre sus decisiones. Está bien ganada así la definición de teoría monetarista. La cantidad de circulante es el determinante fundamental para evaluar la tendencia de la economía y para proponer medidas tras el objetivo de alcanzar “el equilibrio”. Es una corriente analítica de larga tradición en la historia del pensamiento económico, adquiriendo mucha influencia a partir de la década del 70 reteniendo hasta el presente una posición hegemónica en el espacio interpretativo de fenómenos económicos. Ese amplio dominio en el debate público está reflejado en analistas legos y un sector de la población que repite sus postulados como verdades absolutas. Por ese motivo, son expuestas como si fueran parte de la única teoría válida anulando cualquier otra alternativa. Tiene la virtud del mensaje superficial: mucho dinero en efectivo en el mercado es negativo; poco, positivo. Explicación monocausal de la inflación que posee una atracción irresistible por lo vulgar, condición que merece advertirse para eludir confusiones y, especialmente, para evitar que un sector de la población termine defendiendo intereses no propios.

Pese a que el discurso predominante es que la emisión es el motivo de la persistencia de la inflación desde 2007, año que comenzó una etapa de aceleración luego de un período (2003-2006) de relativa tranquilidad en ese frente, existe otra visión sobre las fuentes de tensión en los precios. Esta no considera que las políticas fiscales y monetarias hayan sido el origen de la inflación, sino que la causa se encuentra en incrementos de costos ligados a la puja distributiva y mecanismos de indexación, a lo que le agrega el impulso dado por shocks externos provocados por el incremento de precios internacionales de las exportaciones de materias primas. El marco teórico para abordarla lo brinda la corriente estructuralista de la inflación que analiza múltiples causas y explicaciones del fenómeno de aumento sostenido del nivel general de precios.

El actual ciclo de la inflación reconoce su inicio en una megadevaluación, alteración de los precios relativos y en una fuerte suba de los precios internacionales de los alimentos (denominada inflación importada). Esto último impactó en los costos directa e indirectamente por exportaciones e importaciones, que luego derivó en un proceso de intensificación de la puja distributiva, lo que se conoce como mecanismo de propagación. Este adquiere cierta autonomía a partir de determinados niveles pasando a ocupar un lugar relevante como factor explicativo de la inflación. Otros países latinoamericanos también registraron aumentos de los precios de las materias primas, causa subyacente de la inflación, pero en el caso argentino el impacto fue mayor. Esto fue así porque la política de tipo de cambio no actuó como atenuante al mantener su competitividad con miniajustes de devaluación de la moneda. Los derechos de exportación (retenciones) intervinieron para compensar el efecto de esa estrategia, medida limitada a partir del rechazo a la resolución 125 en la votación en el Senado. Esa derrota del oficialismo actuó como una importante restricción de política antiinflacionaria.

El esquema Metas de Inflación aplicada por otros países, como Brasil, atenúa el impacto de los aumentos de precios internacionales de materias primas con tasas de interés elevadas y apreciación del tipo de cambio. El resultado de una inflación más baja se paga afectando la actividad económica por la caída de la demanda de la producción nacional y por el disciplinamiento de la puja distributiva. Este se concreta al limitar a los formadores de precios internos por la competencia importada, facilitada por la apertura con un tipo de cambio atrasado, y manteniendo el salario real de los trabajadores constantes, sin capacidad para mejorar la distribución del ingreso. Esa estrategia (atraso cambiario y tasas altas para controlar la inflación en un contexto de precios internacionales elevados) provoca otras distorsiones de largo plazo, como la primarización de las exportaciones, el alza del endeudamiento y el aumento de la vulnerabilidad externa por el movimiento de capitales especulativos.

En la investigación Márgenes unitarios flexibles, ciclo económico e inflación publicado por el Cefid-Ar, Gustavo Murga y María Agustina Zelada explican que la política cambiaria argentina favoreció el crecimiento del empleo y el Producto, pero también las condiciones para que los industriales puedan enfrentar la competencia importada manteniendo márgenes elevados. Señalan que el grado de sindicalización y la extraordinaria recuperación económica de los últimos años que dio mayor poder de negociación a los trabajadores también marcan una diferencia a la hora de medir los diferentes impactos de la inflación en cada país. Para agregar que “debido a estas dos cuestiones, la aceleración de la inflación en el caso de Argentina, a diferencia del resto de América latina, puede explicarse por un mecanismo autónomo de los impulsos internacionales y la puja distributiva”.

Murga y Zelada indican que pueden encontrarse entonces los ingredientes necesarios para evaluar que la historia inflacionaria reciente podría responder a otras causas y mecanismos en los cuales la teoría económica convencional no repara: inflación importada y puja distributiva. “La inflación importada puede ser de esta manera la causa del incremento del nivel general de precios, en tanto impulso exógeno. Y mientras el tipo de cambio nominal no contribuya a amortiguar el efecto del mismo, la puja distributiva puede convertirse en un mecanismo transmisor y acelerador de la inflación”, afirman.

¿Qué significa puja distributiva? La corriente estructuralista entiende a la inflación como resultado de un conflicto que surge a partir de la distribución del ingreso entre los asalariados y las empresas. “De este modo se vuelven necesarias regulaciones para pautar la velocidad de crecimiento de los ingresos de asalariados y capitalistas con el fin de evitar la inflación, y su aceleración, directamente asociada a la escalada del conflicto distributivo”, señalan Murga y Zelada. El conflicto surge cuando las firmas trasladan a precios el incremento de sus costos porque no les alcanza, o no se conforman, con el hecho de poder recuperar por rotación (cantidades vendidas) lo que pierden en tasa de ganancia (caída efectiva del margen unitario).

De ese modo adquiere centralidad la dinámica de la negociación paritaria anual donde intervienen los dos actores principales (empresa y sindicato) con el Estado involucrado en esa tensión en función a su posición respecto a la distribución del ingreso. Esta última variable mejora cuando avanza la tasa de crecimiento de los salarios sobre la de los márgenes unitarios, como se ha registrado en los últimos años, según Murga y Zelada. Pero, a la vez, mencionan que ello no puede lograrse sin consenso o disciplinamiento puesto que “cabe la posibilidad de que los productores trasladen a precios lo que consideran como un incremento de sus costos”. Por ese motivo aconsejan estudiar el movimiento de salarios y margen unitario (ganancia) de cada uno de los sectores productivos para instrumentar una política de ingresos efectiva tras el objetivo de estabilizar la inflación y de este modo lograr una mejora sostenible en la participación de los asalariados en el ingreso.

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