ECONOMíA › OPINIóN
› Por Martín Granovsky
Brasil y los países emergentes consiguieron un triunfo histórico que también será beneficioso para la Argentina. El triunfo es doble debido a la figura que ganó y a la figura que perdió. Ganó un diplomático brasileño, Roberto Carvalho de Azevedo, 55, que obtuvo la mayoría para ocupar desde septiembre próximo la dirección de la OMC, la Organización Mundial de Comercio. Perdió el mexicano Herminio Blanco Mendoza, 63, ministro de Industria y Comercio entre 1994 y 2000 y, sobre todo, jefe de los negociadores de su país entre 1990 y 1993 bajo el mando del presidente ultraliberal Carlos Salinas de Gortari para la construcción del Nafta, el área de libre comercio de los Estados Unidos, Canadá y México.
Europa votó en bloque a favor de Blanco. También los Estados Unidos, aunque, como es habitual, los negociadores norteamericanos redujeron su exposición pública cuando vislumbraron que se les vendría encima una derrota.
Azevedo ganó con los votos de Sudamérica y del Caribe, con los de Africa y con parte de los de Asia. Trabajó a toda máquina la Subsecretaría General de Asuntos Económicos y Financieros de Itamaraty, con 47 diplomáticos que se sumaron a los 17 destinados en Ginebra.
Los periodistas Joshua Goodman y Randall Woods escribieron ayer un análisis para la agencia Bloomberg, en el que señalaron que el brasileño “tiene el apoyo de los Brics para las negociaciones sobre el comercio mundial”. Los Brics son Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
“México puede ser la querida de Occidente, pero carece de apoyo amplio en el mundo en desarrollo”, dijo a Bloomberg Keving Gallagher, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Boston. Agregó que “una negociación encabezada por Brasil podría obtener el apoyo de los mercados emergentes” como China, la India y el resto de los Brics. Los analistas de Bloomberg relacionaron el triunfo del brasileño con “la lucha de los Brics para que su voz sea más escuchada en el Fondo Monetario Internacional y en todas partes”.
Al trazar el perfil del nuevo jefe, Bloomberg consignó que “como enviado de Brasil a la OMC desde 2008, Azevedo atacó los subsidios agrícolas de los Estados Unidos y Europa en nombre de los intereses de las naciones en desarrollo, mientras defendía el uso por parte de Brasil de mayores barreras arancelarias como una forma ayudar a los industriales heridos por la crisis financiera global”.
Tanto la presidenta Dilma Rousseff como el canciller Antonio Patriota interpretaron la victoria de Azevedo como un síntoma de transformación mundial. Al mismo tiempo, dijeron que de ahora en adelante Azevedo no representará a Brasil sino que será el director general de un organismo que agrupa a 159 países. Una primera lectura podría indicar que Dilma y Patriota fueron educados. No se agrandaron en la victoria, cosa mal vista en diplomacia, y a la vez supieron diferenciar entre el papel del candidato y el rol del director electo. Pero una segunda lectura permite tejer esta hipótesis:
- Blanco tiene experiencias que, analizadas por su contenido, apuntaron a la liberalización absoluta, y consideradas según quién firmó, son experiencias parciales. El Nafta es el caso más claro, pero también el hecho de que, con más de treinta acuerdos, México sea el país del mundo que firmó más tratados de libre comercio.
- Azevedo representa al grupo de países que formaron bloques –el Mercosur es uno de ellos– buscando más la integración que el comercio libre. En qué medida lo lograron es otro tema. Lo cierto es que, paradójicamente, la mirada del sector que triunfó en la OMC es más global que el punto de vista del sector globalizador derrotado.
Más allá de cómo se realicen las negociaciones futuras, parece claro que con la derrota de Blanco la OMC se salvó de ser una usina neoliberal simpática a los grandes intereses financieros. Azevedo sin duda será cuidadoso desde el día en que asuma, pero representa a una franja de naciones que sufrieron con el neoliberalismo y buscan una vida más allá del viejo esquema inaugurado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher a fines de los ’70 y comienzos de los ’80.
Solo queda una cosa por acordar. La argentina Máxima no se cuenta. Llegó a reina por casamiento y no por designación. Además, integra una casa real con jurisdicción sobre un solo país, Holanda. Brasil ya colocó dos funcionarios suyos en el comando de la FAO con José Graziano y ahora en la OMC con Azevedo. Son dos entidades internacionales contra una, la Santa Sede, en cabeza del argentino Jorge Bergoglio. El dos a uno sólo puede emparejarse hasta lograr un equitativo dos a dos con el compromiso de dejarle a la Argentina la Copa en el Mundial del 2014. Siempre, claro, que alcance un compromiso y no se necesite un milagro.
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