ECONOMíA › OPINIóN
› Por Raúl Zylbersztein *
Nadie quiere pagar impuestos. Si bien no es lo que debiera ser, parece algo lógico y lo es en todo el mundo. De hecho, si no hubiese fuertes controles y castigos, nadie los pagaría. Pero sabemos lo necesario que es; son las expensas del país, lo que se debe pagar para vivir en sociedad y que quien necesite reciba los servicios que el Estado debe brindar. El problema surge en cómo se distribuyen esos impuestos, quiénes y por qué concepto deben pagarlos y cuáles deben ser los montos y alícuotas para ello.
La estructura impositiva actual es un monstruo amorfo, construido durante décadas por sedimentación de necesidades coyunturales que se hicieron eternas. Por ser tan añoso responde a los distintos paradigmas económicos de cada una de las épocas en que fueron instaurados.
El cambio de la estructura impositiva es vital para el futuro de nuestro país porque con él no sólo se solventan las funciones del Estado, sino que se moldea al país, haciendo la economía más equitativa. Por su función de orientar las conductas, los impuestos justamente deben responder a la idea de estructura productiva del país.
Para congraciarse con el electorado, hoy la oposición se sube sobre este tema, diciendo que hay que sacar impuestos, pero lo que no explican es de dónde van a sacar la plata, cuáles son los impuestos que proponen poner para reemplazar a los que quieren sacar. Es fácil decir que hay que sacarle retenciones al campo, pero quién lo paga entonces.
En cuanto al impuesto al trabajo, el concepto de ganancia es errado: para quien recibe un sueldo, no hay plusvalía. Pero no sólo los que reciben altos sueldos pagan impuestos. Lo que gasta la empresa en concepto de salario y lo que recibe el trabajador para consumir en forma directa puede llega a tener una diferencia de 3 a 1, y sobre ese peso el trabajador paga también impuestos, como el IVA o Ingresos Brutos.
En estos diez años se gestionó con la idea de un modelo con el cual, sin lugar a dudas, crecimos. Ahora es necesario el debate para una reforma impositiva que dé cuenta de ese modelo para seguir creciendo, instaurar el desarrollo, para transmitir confianza y para distribuir los medios de producción como herramientas necesarias para distribuir la riqueza. El modelo requiere de una estructura impositiva que responda a él y lo traccione.
Muchos piensan, oficialistas y opositores, que es una “caja de Pandora”, y que es mejor no tocarla, pero en realidad es lo necesario para acabar con las enfermedades endémicas de nuestro país. Es natural pensar que los que son fuertes y poderosos paguen más, pero es justamente esa fortaleza la que les permite contar con fuertes herramientas para defenderse. Pero del otro lado está la democracia, el poder de la gente que con su voto debe poseer el suficiente poder para imponerse. No es fácil el saber de qué lado está cada uno. No es el enfrentamiento de K versus Clarín, es algo un poco más profundo, más telúrico. Para bajar un impuesto hay que crear o subir otro, y el sector que se sienta perjudicado va a chillar y ahí veremos quién es quién en estos días.
No debemos esperar un tratamiento igualitario entre los actores, sino uno que sea equitativo. Así nivelar entre los que más tienen y los que más necesitan. Tratar igual a los diferentes es una gran injusticia. La estructura impositiva que traccione al modelo económico, que responda a él, debe centrarse en este concepto de equidad. El modelo económico y productivo de inclusión social debe tener una estructura impositiva que actúe como contracara de una misma moneda.
Y si de distribución se trata, es necesario distribuir las cargas impositivas, para distribuir los medios de producción como única manera de distribuir los ingresos, y así ser todos un poco más felices, y que esto sea política de Estado.
* Secretario general de la Confederación General Empresaria (Cgera).
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