ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
› Por Alfredo Zaiat
Los países toman deuda en los mercados local e internacional con fines diversos. Lo hacen para compensar desequilibrios de las cuentas externas originados por déficit de la balanza comercial o de la cuenta corriente. Ese saldo negativo puede estar motivado por un contexto externo adverso o medidas de política económica doméstica que derivan en fragilidad en ese frente, ya sea por atraso cambiario, fuga de capitales, desordenada apertura comercial externa, debilidad exportadora o una industria local con escasa integración de partes nacionales. La captación de recursos financieros permite nivelar las cuentas externas. La clave es en qué condiciones y cuál es el destino de esos fondos. Existe otro tipo de deuda, la que se aplica para financiar inversiones de infraestructura que tienen un potente impacto en el desarrollo del capital reproductivo.
El reflujo de los petrodólares en la década del 70 y la posterior expansión de la globalización financiera en un escenario de apertura de las economías y, en especial, de la cuenta capital, inició un largo período de dominio de la colocación de deuda en el mercado internacional como recurso para equilibrar el sector externo. En ese proceso intervinieron con marcado activismo el FMI y el Banco Mundial como promotores de esa apertura, acompañando con financiamiento para estabilizar las cuentas que se desmadraban precisamente por esa medida.
En una primera etapa los grandes bancos internacionales (Citi, JP Morgan, Chase, Barclays, Deutsche) eran los acreedores directos de los países estructurando créditos sindicados entre las entidades. Luego de la crisis de deuda de la década del 80 disminuyeron la exposición directa a una eventual cesación de pagos y empezaron a actuar como organizadores y colocadores de deuda en los mercados en forma de bonos soberanos, distribuyendo así el riesgo entre miles de inversores de todo el mundo. De ese modo se fue constituyendo un esquema de sometimiento de la política económica y de condicionamiento de los acreedores a los países endeudados con el objetivo de garantizar el repago de la deuda. Se diseñó así un círculo vicioso de deterioro y elevados costos sociales y laborales. Es lo que padecen hoy los países periféricos de Europa, lo mismo que Argentina en los noventa.
El desendeudamiento es una estrategia para no estar subordinado a esas presiones del mercado financiero, política necesaria para ampliar márgenes de autonomía de la gestión económica pero que implica un esfuerzo considerable, ya sea vía superávit fiscal o por utilización de reservas para cancelar vencimientos. El desendeudamiento con ese mundo de las finanzas ha desafiado la lógica de funcionamiento del mercado financiero globalizado y del FMI y BM. Esto no significa que una economía en desarrollo como la argentina no sume deuda para financiar proyectos de inversión o no utilice la herramienta de financiamiento vía préstamos intra sector público, como hace la mayoría de los países.
Puesto que la movilización de recursos locales para financiar el desarrollo, como propone el economista Aldo Ferrer como factor destacado de la densidad nacional, exhibe un frente beligerante con la fuga de capitales desde 2007 (80 mil millones de dólares), irrumpe la alternativa de sumar deuda externa para financiar proyectos de inversión para ampliar la estructura productiva.
¿Esto implica el abandono del desendeudamiento? Se debe precisar el tipo de deuda en su origen y característica para evitar confusiones. El objetivo del desendeudamiento es con el mercado financiero globalizado y así evitar las condicionalidades del FMI y las exigencias de ajustes por parte de acreedores privados que buscan así garantizar el repago al momento de otorgar refinanciaciones, que vienen escoltadas de abusivas comisiones de emisión y de colocación de bonos. Ese proceso de desendeudamiento no se ha interrumpido, y la reducción de las reservas es una prueba de ello.
La economía argentina busca ingresar en otra etapa vinculada a la deuda, alejada de la especulación financiera y elevadas comisiones a bancos para empezar a ensayar el camino del financiamiento de proyectos productivos.
La deuda tiene efectos diferentes según el tipo de acreedor y el destino de los recursos. Define cómo se financia un modelo de acumulación, si es para sostener uno de valorización financiera o de expansión de la estructura productiva. La comparación de dos acontecimientos de deuda, uno reciente y otro de 2001, brinda elementos de análisis para esa evaluación. Para el primer caso, la operación de refinanciación de deuda conocida como el megacanje en 2001 y, para el otro, la deuda que se tomará para el proyecto de centrales hidroeléctricas Kirchner y Cepernic, en Santa Cruz. O para cualquier otra inversión de infraestructura, como el soterramiento del Sarmiento, que tiene financiamiento del Banco de Desarrollo de Brasil (BNDS).
Las diferentes condiciones y el destino de los recursos son factores importantes para empezar a debatir sobre la deuda y el carácter del desendeudamiento. El megacanje y el crédito para esa obra hidroeléctrica brindan un marco analítico para comprenderlos.
Esta transacción fue realizada previa al estallido de la convertibilidad y tuvo las siguientes características:
- Los bonos de la deuda pública involucrados en el trueque alcanzaron los 27.700 millones de deuda pública.
- El objetivo era postergar vencimientos de capital e intereses después de 2005 por 12.840 millones hasta esa fecha.
- La tasa de interés efectiva que aceptó pagarse fue muy alta, casi del 16 por ciento anual por los nuevos bonos.
- Las comisiones de intermediación sumaron más de 140 millones de dólares.
- Los siete bancos que las cobraron por organizar el megacanje fueron el Francés, Santander Central Hispano, Galicia, Citigroup, HSBC, JP Morgan y el Credit Suisse First Boston.
- La peculiaridad de ese pago es que unos 20 mil millones en títulos del canje estaban en poder de esas entidades, ya sea como tenencia en sus propias carteras de inversión o en las de las AFJP asociadas a esos bancos. De esta manera, cobraron comisiones por hacer de intermediarios de sí mismos.
- La extensión del plazo de vencimiento de la deuda fue de apenas de 7,53 a 8,23 años.
- Un informe de la Auditoría General de la Nación concluyó que el megacanje resultó un incremento de la deuda pública total superior a los 53 mil millones.
La licitación para la construcción de la central, que generará unos 5000 gigavatios (hoy el 5 por ciento de la energía eléctrica del país) y donde participaron diferentes grupos privados locales e internacionales, fue ganada por el consorcio integrado por Electroingeniería, la firma china Gezhouba e Hidrocuyo. El desarrollo de la represa permitirá sustituir importación de energía por 1000 millones de dólares cuando esté en pleno funcionamiento en cinco años y, por lo tanto, mejorará el frente externo. Para realizar la obra el Gobierno se endeudará, crédito que tiene las siguientes características:
- El China Development Bank desembolsará 1050 millones de dólares con garantía soberana otorgada por el Gobierno. Financiará el 121 por ciento del monto total del proyecto, al incluir el IVA.
- Tendrá un período de gracia para comenzar los pagos de 5,5 años, con un plazo de amortizacíon de la deuda a los 9,5 años en cuotas semestrales.
- La tasa de interés anual que se aplicará será la Libo más un margen de 3,8 por ciento anual; hoy de apenas casi 4,5 por ciento anual.
- Las comisiones totales involucradas en la operación se ubican en el uno por ciento del monto global del proyecto.
Ambas operaciones de endeudamiento tuvieron diferentes protagonistas, condiciones del crédito, destino de los recursos e impacto en la economía. Comparación que abre el escenario para describir un salto cualitativo en el análisis de la orientación del desendeudamiento y del tipo de deuda que se toma en función del desarrollo de la economía.
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