ECONOMíA
› ZAFRA RECORD DE SOJA EN ESTA CAMPAÑA
Avance firme hacia el monocultivo
El record de más de 35 millones de toneladas obedece a la extensión del área cultivada y a los mayores rindes.
› Por Claudio Scaletta
El perfil sojero de la Argentina se consolida. La extensión del área cultivada en el ciclo 2002/2003 hasta los 12,8 millones de hectáreas y los mayores rindes obtenidos se tradujeron en una zafra record que, de acuerdo a un relevamiento de la Bolsa de Cereales, alcanzó los 35,27 millones de toneladas. Los productores están de parabienes, pues el record productivo coincide con la suba de los precios internacionales. A un promedio de 170 dólares la tonelada, esto se traduce en ingresos cercanos a los 6000 millones de dólares. La contracara de este éxito es la consolidación de un modelo basado en el monocultivo sojero, con la consiguiente pérdida de diversidad productiva y biológica.
Las 12,8 millones de hectáreas de la actual campaña superan en 1,1 millones a las del ciclo anterior. El mapa de la siembra continúa anexando zonas antes marginales para el cultivo, en especial Chaco, Santiago del Estero, extremo norte de Córdoba y Tucumán. A esta expansión se agrega el significativo incremento de los rindes en las zonas tradicionales, tanto en la soja de primera como en la de segunda ocupación. La Bolsa de Cereales calculó el rendimiento promedio en 27,8 quintales por hectárea. La combinación de los dos factores se tradujo en 5 millones de toneladas adicionales, unos 850 millones de dólares más.
El informe de la Bolsa de Cereales muestra que en la región comprendida por el centro sur de Santa Fe, noroeste de Buenos Aires y el este de Córdoba, los rindes medios sobrepasaron los 30 quintales por hectárea, mientras que en el centro norte de Córdoba y Santa Fe superaron los 25 quintales. Estos resultados se produjeron no obstante las sequías en el centro de Córdoba y las inundaciones de abril en Santa Fe. Las únicas provincias que fueron significativamente afectadas por las condiciones climáticas, por la falta de humedad, fueron Salta y Tucumán.
Tanto la expansión a zonas que antes se dedicaban a pasturas u otros cultivos como los mayores rindes, se explican por las técnicas de siembra directa, que no exigen el arado de los suelos, y a la utilización de semillas transgénicas, cuya virtud es ser resistentes a los herbicidas. Lejos de la estigmatización que sobre los transgénicos promueven algunas ONG europeas, comprometidas con la fenomenal estructura de subsidios existente en ese continente, las nuevas tecnologías son menos agresivas para el medio ambiente, no sólo porque permiten la explotación de tierras de menor calidad, sino porque demandan una menor cantidad de agroquímicos.
En términos económicos, el empleo de los transgénicos significa la participación en la renta agraria de un nuevo actor, las multinacionales proveedoras de semillas y herbicidas, pero esta participación en la venta de insumos es compensada por la mayor producción. Por supuesto, dada la mayor inversión previa, supone una barrera de entrada para los productores de menores recursos, pero esta situación es en todo caso inherente al cambio tecnológico y no responsabilidad de la nueva técnica.
No obstante, el modelo de exclusión social y concentración de la riqueza, como lo demostró el último Censo Agropecuario, también se vivió en el campo, donde el dato relevante de los ‘90 fue la fuerte concentración de la propiedad de la tierra. La preponderancia de la gran propiedad significa respuestas rápidas a las señales de precios. En el campo argentino este doble proceso, técnico y económico, se tradujo en un rápido crecimiento del área sembrada con soja en detrimento de otros cultivos. De acuerdo a los datos del Censo Nacional Agropecuario, mientras en la década del 90 los cereales tradicionales, como el trigo y el maíz, crecieron un 30 por ciento, las oleaginosas, principalmente la soja, crecieron un 65 por ciento. Este proceso se realimentó al coexistir con la destrucción de los cultivos industriales propios de las zonas extrapampeana, como el algodón y el azúcar, entre otros.
En ese contexto, el informe de la Bolsa de Cereales prevé una nueva expansión de las siembras de soja, proyección compartida por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA). En un informedifundido ayer la oficina estadounidense estimó que la cosecha sojera argentina para el período 2003/04 será de 37 millones de toneladas. Esto es un nuevo crecimiento de casi el 5 por ciento.
Los nuevos datos confirman, una vez más, el nuevo perfil de la Argentina: una producción altamente concentrada dedicada a un monocultivo de exportación (el 90 por ciento de la soja y sus derivados se destinan al mercado externo) y con cada vez menos agricultores en el campo.