ECONOMíA › EL VICEPRESIDENTE DEL BANCO CENTRAL HABLO SOBRE LA DEUDA EN DEFAULT
A diferencia de países europeos en crisis, como España, Grecia e Irlanda, Argentina reestructuró la deuda en default sin asistencia externa, recordó Miguel Pesce, vicepresidente del BC. Evaluó que falta un último paso para cerrar esa etapa.
› Por Cristian Carrillo
“Apelo a la buena fe de aquellos que nos empujaron a resolver el problema de la deuda (en default) por vías de mercado frente a una legislación estadounidense con fallas, que impide forzar a los tenedores de títulos en cesación de pagos a aceptar la decisión de la mayoría, como ocurre en cualquier proceso de quiebra”, señaló ayer el vicepresidente del Banco Central, Miguel Angel Pesce, al cerrar las Jornadas Monetarias y Bancarias organizadas por el organismo. El funcionario aseguró que “las políticas centradas en metas de inflación y la falta de regulación del sistema financiero se cobró como primera víctima a la Argentina. No obstante, el país hizo un esfuerzo por reestructurar esa deuda y lo hizo sin el apoyo y la supervisión del Fondo Monetario. Tuvimos la suerte de no contar con asistencia del FMI, lo que nos permitió reducir la pobreza, ganar inversión y competitividad en los últimos diez años”, dijo Pesce. En el panel anterior se realizó un debate sobre el rol de las bancas centrales en el mundo.
El vicepresidente de Central aseguró que la estabilidad de precios no es suficiente y que la Argentina fue una víctima temprana de políticas lineales para alcanzar ese único objetivo y de la falta de regulación a los bancos. “Todos creían que el problema de la Argentina era idiosincrásico y no del sistema financiero económico global. Y en 2001 recibimos el claro mensaje de que la Argentina debía resolver los problemas dentro de las leyes de mercado”, recordó Pesce. “Nosotros aceptamos el desafío y nos llevó un tremendo esfuerzo poder reestructurar nuestra deuda luego de dos intentos de canje y con el 93 por ciento de aceptación”, agregó. El funcionario consideró que “posiblemente estemos recorriendo el último tramo de ese traumático proceso”. “Nosotros, a diferencia de Grecia, Portugal e Irlanda, no recibimos ayuda externa para enfrentar la crisis de 2001”, señaló.
La falta de ayuda externa permitió evitar condicionantes de parte de los organismos de crédito, de los cuales Pesce se focalizó en las “metas de inflación”, como la que se utilizó en los noventa. “En esos años nos atribuimos algunos éxitos en la baja inflación, pero no fue producto del manejo monetario sino de la irrupción de China en la economía global (como oferente)”, explicó. También criticó que se haya abandonado la supervisión del sistema financiero, a partir de la creencia de que la sola exigencia de mínimos de liquidez iba a poder garantizar la estabilidad del sistema bancario.
Este eje de discusión atravesó el panel anterior. Gerald Epstein, de la University of Massachusetts, aseguró que Estados Unidos atraviesa una parálisis, mientras se exhibe una enorme experimentación en política monetaria en ese país y Europa. El economista resaltó que debe aprenderse de los cambios que realizó el Banco Central argentino a partir de la reforma de su Carta Orgánica, que le permite contar con múltiples objetivos y le otorga más herramientas. Epstein consideró que se requiere de programas para apuntalar sectores productivos que lo necesitan, mientras que las bancas centrales de Estados Unidos y Reino Unido sólo se focalizan en “dar soporte al sistema financiero”. “No sólo debe haber un cambio en las normas sino también en la conducta. La idea de un Banco Central independiente es un mito. No existe un Banco Central puramente independiente. Debe trabajar en coordinación con los gobiernos”, sentenció el economista y docente.
En esa mesa participó Paul McCulley, de Society of Fellows of the Global Interdependence Center, quien respaldó a la Reserva Federal en la decisión de llevar adelante una fuerte expansión monetaria para salvar a las entidades financieras de la bancarrota. El argumento de quien fuera asesor de la Fed –actualmente jubilado– es que si no se hubiese tomado esa medida, la crisis sería todavía más profunda. El economista reconoció que esa política tiene muchas externalidades negativas, pero justificó que eso se debe a que no fue acompañada también por una expansión fiscal. “Tuvimos austeridad fiscal en un contexto de emisión monetaria expansiva sin coordinación. Es una combinación terriblemente mala”, afirmó. Por su parte, Mark Setterfield, de Trinity College, buscó reflotar dentro de la corriente de creación endógena del dinero el manejo de la tasa de interés como política monetaria, pero acompañada de medidas que generen expectativas en sintonía con el objetivo buscado. “Las metas de política para generar expectativas pueden suplir algunas herramientas, lo que permite seguir dos objetivos con un solo instrumento”, aseguró.
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