ECONOMíA
› KIRCHNER NO SE SENTARA EN EL BANQUILLO DE LA RURAL
Habrá mugidos, pero ningún abucheo
El predio de Plaza Italia, que Menem y De la Rúa concedieron generosamente a la Sociedad Rural, no tendrá la oportunidad de someter al Presidente al juicio del picadero. Rebosante de plata, el sector no amagaba con ningún apriete alevoso, pero igual se quedará sin visita.
› Por Julio Nudler
Jorge Rafael Videla acudía en carroza. Carlos Menem, en automóvil descapotable. Néstor Kirchner no irá de ninguna manera, como tampoco fue Eduardo Duhalde el año pasado para ahorrarse abucheos por las retenciones. Cada agosto, en el picadero de la Exposición Rural se montaba un simbólico banquillo donde el presidente de la República era sometido al juicio de los hacendados. La rechifla a Raúl Alfonsín fue un recordado caso de condena. Tanto él como otros presidentes procuraban ganarse la simpatía o al menos la indulgencia de los ruralistas, sedándolos con obsequios: nadie se aventuraba hasta el predio palermitano sin portar un paquete de anuncios placenteros para los autodenominados “productores”. Otras entidades, como la Unión Industrial o la Bolsa de Comercio, intentaron imitar a la SRA, para conseguir que en los fastos del “día de ...” el Presidente, o como mínimo el ministro de Economía, se sintieran obligados a arrojarles algún hueso, como quien organiza su fiesta de cumpleaños calculando los regalos que los demás deberán hacerle. Esta modalidad fiestera nunca se propagó a otros sectores sociales más necesitados.
Aun así, la decisión del presidente Kirchner de no comparecer resuena como una nota falsa, una anomalía. Por imperio de la costumbre, debería someterse al veredicto de los socios de una entidad poco representativa del campo, pero con imagen de serlo. Y hay quienes juzgan inexplicable la deserción del patagónico porque el presidente de la Rural, Luciano Miguens, no pensaba pronunciar un discurso agresivo, aunque reiterará la crítica al impuesto que les priva del dólar pleno. El razonamiento es peculiar: ¿Por qué no asiste K. si no lo van a atacar? Implícitamente significa que los miembros de la SRA tienen el derecho de hospedar al jefe de Estado y vapulearlo.
Lo cierto es que el agro ganó demasiada plata en los últimos tiempos como para exteriorizar alguna cólera. La devaluación y los altos precios mundiales se combinaron para enriquecerlo, a pesar de las retenciones y del repliegue del dólar en los últimos meses. A ello se sumó un año climáticamente irrepetible. Aunque haya nubarrones en el horizonte por el retroceso que están sufriendo la soja y otros granos y oleaginosas, todavía sobra dinero, que proviene de los propios terratenientes y de otros inversores, atraídos hacia un sector que consolida su imagen de único puerto seguro en el largo plazo.
Cebados por una rentabilidad agrícola que osciló entre el 22 y el 28 por ciento en dólares durante la campaña 02/03, y sin alternativas a la vista, muchos capitalistas invirtieron en mutuos que aseguran una renta fija mínima del 4 por ciento en soja, y que crece en proporción a la productividad alcanzada. El entusiasmo infló una auténtica burbuja, en la que el alquiler de una hectárea se disparó hasta los 240 dólares, un costo que ya no deja margen de ganancia, salvo para el feliz terrateniente que arrendó así sus campos.
En medio de esta fiebre, el plantón de Kirchner puede asestarle un golpe noqueador al secretario de Agricultura, Miguel Santiago Campos, el hombre que puso el gobernador Felipe Solá. Quizá suene así la hora de Javier María de Urquiza, ex presidente del Consejo Agrario Provincial de Santa Cruz, un radical de buen nexo con el matrimonio Kirchner y ubicado hoy en la Subsecretaría de Economía Agropecuaria. El y el lavagnista Claudio Ernesto Sabsay, subsecretario de Política Agropecuaria y Alimentos, protagonizan frecuentes roces con Campos, dentro de un organismo que atraviesa episodios litigiosos.
No pocos ven el desaire presidencial a la SRA como una sobreactuación de Kirchner, quien disfruta regañando a empresarios o volviéndoles la espalda. Aunque estas actitudes le prodiguen réditos ante el pueblo, se duda –con buena o mala fe– sobre los costos que deberá pagar más a largo plazo por no generar un “clima de negocios”. En cuanto a Roberto Lavagna, sus allegados dijeron que “si es por él, iría”, pero que espera reunirse con el presidente para saber si le toca o no representarlo en la fríatribuna ruralista, para aburrirse con la típica ceremonia de un sector al que, por no ser industrial, estima bastante poco.
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