Sáb 15.02.2014

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Resistencia

› Por Alfredo Zaiat

Los dos gobiernos de CFK quedarán marcados como los de haber convivido con una corrida cambiaria permanente. El factor distintivo de este período en comparación con otros pasados es haber podido resistir tanto tiempo los embates del mercado. En julio de 2007, meses antes del primer triunfo presidencial de CFK, comenzó la carrera de fuga hacia el dólar. El otro aspecto particular de esta experiencia es que durante todos esos meses pudo enfrentar a las fieras dolarizadoras preservando márgenes de autonomía de la política impulsando el crecimiento económico con protección del empleo. Hasta el 22 y 23 de enero de 2014. La brusca devaluación del peso en relación con la estrategia de variación gradual del tipo de cambio ha sido una rajadura en esa resistencia.

¿Por qué el Gobierno pudo eludir durante 78 meses las presiones de una devaluación más fuerte? Porque el Banco Central contaba con abundantes reservas en dólares, alimentadas por el superávit comercial y no con deuda, para enfrentar las corridas. De esa forma pudo hacerle frente a varias movidas especulativas del mercado financiero y de los exportadores y grandes productores del complejo agrario. Cuando esa cuenta empezó a enflaquecer por la combinación de pagos de deudas, casi nulo ingreso de divisas por la cuenta capital motivado por el nuevo régimen de regulación de acceso al dólar, aumento de las importaciones de combustible y reducción del superávit comercial, lo que era una fortaleza empezó a debilitarse hasta desembocar en la devaluación.

Si el objetivo es recuperar el control del mercado cambiario y evitar otros cimbronazos en la paridad, queda en evidencia que una de las medidas del kirchnerismo más revulsivas para el mundo de la ortodoxia financiera ha encontrado una restricción: el desendeudamiento con el sector privado utilizando reservas del Banco Central. Esta política le ha servido al Gobierno para no estar subordinado a las presiones del mundo financiero ante cada refinanciación de vencimiento. De ese modo le ha permitido ampliar márgenes de autonomía de la política económica. Pero a la vez ha implicado una exigencia considerable, ya sea primero con superávit fiscal y después aplicando reservas para cancelar vencimientos.

El límite de esa estrategia ya se estaba avisando en los primeros pasos del segundo gobierno de CFK, más aún cuando se dispusieron restricciones al acceso a dólares con la consiguiente caída abrupta de ingreso de divisas por la vía financiera. En esta columna se había advertido en más de una ocasión que el pago de deuda con reservas en los últimos dos años se había convertido en un riesgo.

- “Saldar parte de la herencia perturbadora de décadas de casino financiero implica un esfuerzo mayor de la economía. Los primeros años con superávit fiscal y luego con reservas del Banco Central” (11 de agosto de 2012, “Esfuerzo mayor”);

- “El efecto de la fuga, neutralizada sólo con un estricto régimen de administración de divisas, y la débil acumulación de reservas en la actualidad, está estableciendo por ahora límites a una iniciativa (el desendeudamiento) de indudable salto cualitativo en la gestión de la política económica (6 de octubre de 2012, “Presupuesto y reservas”);

- “El interrogante en términos económico-financiero, ya no político como expresión de un activo de gestión, reside en definir cuál es el límite a esa estrategia de permanente reducción de deuda” (7 de julio de 2013, “Paradoja financiera”).

Después de la secuencia de crisis cambiarias y financieras de los años noventa en Asia y Latinoamérica, los países de esos dos continentes aprendieron que los flujos de capital especulativos tienen efectos desestabilizadores sobre los tipos de cambio. Para prevenir corridas contra la moneda local las bancas centrales acumularon dólares en cantidad. Según estadísticas del FMI, de 2003 al primer trimestre de 2012, los países en desarrollo (110) pasaron de 1,2 a 7,0 billones de dólares en reservas. En Argentina, de 2003 a 2010, subieron de 14.000 a 52.000 millones de dólares y hoy se encuentran en 28.000 millones.

El atesoramiento de reservas en las bancas centrales facilita la administración del tipo de cambio, ofrece un seguro frente a corridas cambiarias y modificaciones súbitas en los flujos de capitales, reduce la vulnerabilidad externa, permite contar con un prestamista de última instancia en moneda extranjera propio y disuade presiones devaluatorias y ataques especulativos.

Ningún país cancela deuda en términos netos con el sector privado en forma permanente, hasta extinguirla. Esa deuda se redujo del 105 por ciento del PBI en 2003 al 12 por ciento en 2013 (pasivo que en moneda extranjera es de apenas el 9 por ciento del Producto). Es el escenario ideal para un futuro gobierno amigable con el mercado. No es necesario esperar tanto. El actual contexto cambiario encamina hoy a utilizar el poder de las finanzas globales (dólares conseguidos con endeudamiento) para manejar las variables económicas, con el objetivo de preservar la estabilidad y el empleo.

Existen diferentes etapas en las medidas económicas, como la del desendeudamiento con reservas del BCRA. Lo que sirve en un momento no es necesariamente óptimo en otras circunstancias. No es conveniente el enamoramiento con herramientas alternativas de la política económica porque pueden terminar siendo costosas para la estabilidad. Una primera etapa del desendeudamiento fue útil para desprenderse de las condicionalidades del FMI, al pagar la totalidad de la deuda de 9510 millones de dólares el 3 de enero de 2006. Después, en 2010 y 2011 la utilización de las reservas para cubrir vencimiento de deuda fue parte de la recuperación del Banco Central y del sostenimiento de una política heterodoxa anticíclica para amortiguar los costos de la crisis internacional. Además, para desafiar la concepción de la ortodoxia que considera que el destino de las reservas sólo debe ser para financiar la fuga de capitales.

El uso de reservas para pagos a organismos internacionales (FMI, BID y Banco Mundial) y a acreedores privados en títulos públicos ha involucrado unos 43 mil millones de dólares. Ha sido una exigencia considerable que encierra una paradoja: la administración kirchnerista es la que más ha pagado deuda en términos netos desde el regreso de la democracia y por esa razón puede mostrar muy buenos indicadores de solvencia financiera en ese período y en comparación con otros países, pero es a la vez el gobierno que más rechazos ha reunido del mundo de las finanzas.

Además de subir la tasa de interés para depósitos en pesos y de flexibilizar el acceso de dólares para ahorro, al tiempo de articular una política de sustitución de importaciones y de buscar recuperar el autoabastecimiento energético, dejar de perder reservas y, fundamentalmente, aumentarlas, es una cuestión relevante para mantener el control del mercado cambiario. El pago de deuda con superávit fiscal no es una opción viable para el kirchnerismo debido a que exigiría un ajuste de las cuentas públicas de proporciones, que sólo derivaría en una fuerte recesión y, por lo tanto, no se lograría el objetivo porque por ese sendero disminuirían los ingresos fiscales.

La vía gradualista elegida por el equipo económica para defender la trinchera de las reservas es reducir la brecha cambiaria y esperar el ingreso de dólares financieros y de inversiones extranjeras (yacimiento Vaca Muerta), de financiamiento de obras de infraestructura (represas de Santa Cruz) y de inversiones privadas alentadas por el cierre del default con el Club de París, el acuerdo con Repsol y la cancelación de los juicios perdidos en el Ciadi.

Economistas cercanos al Gobierno consideran además la necesidad de una recomposición rápida e importante de las reservas colocando deuda en el mercado financiero local e internacional a una tasa de un dígito (el Bonar 17 devenga una tasa del 7,0 por ciento anual y el Global 17, 8,75 por ciento). Esos dólares se utilizarían para cancelar vencimientos de deuda, que en el mundo financiero globalizado es lo que hacen casi todos los países. La clave es determinar cuál es la orientación de esa refinanciación: si es para ingresar en el conocido círculo vicioso de la especulación o para mantener espacios de libertad para instrumentar medidas heterodoxas de sostenimiento de la demanda interna.

Se sabe que es un camino riesgoso, pero hoy puede terminar siendo una opción menos inquietante que no tener las reservas suficientes para mantener el control sobre la paridad cambiaria.

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