Sáb 24.05.2014

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Los ricos

› Por Alfredo Zaiat

Las elites económicas heredan la riqueza y la concentración del capital es cada vez mayor, porque el retorno de ese patrimonio es superior al crecimiento global de la economía. Este es el postulado central de El capital en el siglo XXI, del economista francés Thomas Piketty, al analizar la evolución del capitalismo en países desarrollados, libro que está provocando un fuerte impacto mundial y fue reseñado hace dos sábados en esta columna. Al siguiente, continuando esa línea analítica para Argentina, se abordó el aspecto de los herederos, el proceso de reproducción de la riqueza y la transformación de las elites económicas en el país a partir de una investigación de Ana Castellani y Gastón Beltrán. Hoy se presenta un estudio sobre Argentina referido a la otra cuestión planteada por Piketty: la participación de los ricos en la distribución del ingreso. Esa investigación tiene la particularidad que forma parte de otra obra de Piketty realizada junto al británico Anthony Barnes Atkinson: Top Incomes. A Global Perspective, publicada por la Universidad de Oxford.

El libro son dos volúmenes y el primero se ocupa de países desarrollados (Francia, Alemania, Países Bajos, Suiza, Australia, Canadá, Irlanda, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos). El segundo incluye países de Asia y de América latina, sólo representada por Argentina (los autores dicen que hubieran querido incluir a Brasil, pero la información de series estadísticas largas no estaba disponible). Cada capítulo de este último volumen ha sido escrito por una red informal de académicos, estudiantes de doctorado y miembros de institutos de investigación. Son casi 800 páginas que incluyen, además de Argentina, el análisis de los ricos en India, China, Japón, Indonesia, Singapur, Suecia, Finlandia, Noruega, España, Portugal, Italia.

“Los ricos en Argentina en el siglo XX, 1932-2004” es el capítulo del libro de Piketty y Atkinson escrito por Facundo Alvaredo, investigador del Conicet y del Paris School of Economics. En la introducción explica que el uso de la información estadística del impuesto sobre la renta personal –sendero nunca explorado antes en el país, dice–, le permite cubrir un período extenso para llenar un vacío en el análisis de la dinámica a largo plazo de la concentración del ingreso en Argentina. Los muy ricos son el objeto de su investigación. En términos generales, Alvaredo menciona que tradicionalmente Argentina ha sido identificada como una de las economías con menor desigualdad relativa en América latina, a pesar de sus recurrentes crisis económicas. Pero apunta que durante los ochenta y noventa el aumento de la desigualdad en el país ha superado el promedio de América latina.

Las declaraciones del impuesto a los ingresos acumuladas en la administración tributaria son la principal fuente. El impuesto sobre la renta personal se aplicó por primera vez en 1932 (en ese año comienza la investigación con referencias estadísticas de Alvaredo), en respuesta al impacto negativo de la crisis mundial sobre el Presupuesto nacional. Pese a no contar con esa fuente estadística, afirma que entre 1875 y 1914 “fue la época dorada del proceso de desarrollo del país, cuando los ricos propietarios de las grandes estancias de la Pampa construyeron palacios urbanos en Buenos Aires, a imagen y semejanza de aquellos que vieron durante sus viajes a Europa. “Muchos observadores independientes han comentado extensamente sobre la riqueza extrema de los argentinos ricos de comienzos de siglo”, indica. Sin embargo, Alvaredo dice que el origen de la concentración de la riqueza no tiene que ser tratado sólo a partir de la estructura de propiedad de la tierra en la Pampa junto con el favorable patrón de inserción internacional del país, sino que “también fue el resultado de un proceso de construcción no tan pacífica de la nación”. Calcula que “es probable que antes de 1930 la proporción de los ingresos apropiados por los ricos haya sido más alta que el nivel de 1932 (18,7 por ciento para el 1 por ciento de la población) y, probablemente, incluso más alto que el máximo global del 25,9 por ciento en 1943.

El documento precisa que los años de Perón (1946-1955) coinciden con una clara disminución de la participación de los ricos (el grupo del 1 por ciento) en el reparto de la riqueza, que bajó a 15,3 por ciento en 1953. Ese 1 por ciento representa a 119.165 personas. “El gobierno (peronista) se embarcó en una fuerte política redistributiva durante tres años (entre 1946 y 1949), estableciendo las bases para el Estado del Bienestar y el desarrollo de la poderosa clase media que caracterizó al país hasta fines de la década de 1960”, explica. Para agregar que “este es el período en que permaneció en la ‘memoria colectiva’ como la expresión más clara de las políticas económicas del peronismo”. Alvaredo puntualiza que esa mejora no fue provocada por el desarrollo de un sistema de tributación progresivo –“que desempeñó un papel secundario”–, sino que la redistribución fue alcanzada por la ayuda pública directa, la tasa de interés subvencionada, los controles de precios, la política de salario mínimo y el control del comercio exterior.

Alvaredo calculó las pérdidas sufridas por los más ricos durante el peronismo en la participación sobre el ingreso total. El 1 por ciento de la población acomodada bajó de 25,9 a 15,3 por ciento de 1943 a 1953. Los más afectados fueron los más ricos entre los ricos: el 0,1 por ciento superior disminuyó de 11,6 por ciento a 5,1 por ciento y el 0,01 por ciento superior disminuyó del 4,1 por ciento al 1,4 por ciento en el mismo período. También menciona que ese proceso coincidió con una mejora general en términos de distribución del ingreso, como lo indica el hecho de que la participación de los asalariados en el ingreso total aumentó en 8 puntos porcentuales entre 1945 y 1954: la proporción de los salarios sobre el PIB alcanzó un máximo histórico de 50,8 por ciento en 1954, un año antes del golpe militar que depuso a Perón, consigna Alvaredo, tomando como referencia una investigación de la Cepal de Oscar Altimir y Luis Beccaria.

Después de 1955, los ciclos repetidos de expansión y contracción corta, elevada inflación y debilidad institucional fueron lo dominante. En ese período hubo un marcado aumento en la captura del ingreso por parte del top 0,1 por ciento (21.450 personas) y del ultra top 0,01 por ciento (2383 personas) de la población rica. Este último grupo duplicó su participación en la riqueza entre 1953 y 2004.

Entre 1975 y 1980 la desigualdad del ingreso experimentó un fuerte aumento, y esa tendencia creciente continuó, alcanzando un máximo en 1989 (hiperinflación). En términos de crecimiento, Alvaredo define que los ochenta fue la “década perdida”. Para los noventa indica que la política económica de convertibilidad, apertura y privatizaciones no fue neutral en términos de distribución del ingreso. La desigualdad global creció de manera constante en esos años, junto con los niveles de desempleo y pobreza. En ese período, la desigualdad aumentaba durante los años de crecimiento, y aumentaba aún más durante las recesiones, hasta que “la crisis 2001-2002 empujó esos indicadores a niveles sin precedentes”, indica. El 1 por ciento pasó de 12,4 por ciento en 1997 a 16,8 por ciento en 2003, y los muy ricos del 0,01 por ciento duplicaron su participación en el ingreso, al pasar de 1,4 al 2,8 por ciento.

Alvaredo concluye que “la crisis genera una redistribución masiva a favor de los muy ricos, que tienen una parte importante de sus ingresos en moneda extranjera debido a su participación en el comercio internacional”. Siguiendo la guía Piketty, a partir de un ciclo largo de la distribución de la riqueza en Argentina, el estudio de Alvaredo muestra que en los años del primer y segundo peronismo fueron los ricos quienes perdieron participación en el reparto de la torta, lo que permite entender la histórica resistencia de esos sectores a ese movimiento político. Hay que esperar a que Alvaredo extienda la investigación para los años posteriores al 2004 y a partir de ese resultado comprobar si el origen del rechazo de los sectores acomodados al actual ciclo político tiene ese mismo motivo.

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