ECONOMíA › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
Lo mejor de la semana pasada fue la aprobación en la Cámara de Diputados de la Ley de creación del Parque Nacional El Impenetrable-La Fidelidad. Si bien esa noticia recibió muy poca atención en la prensa y casi nula en televisión, puede considerarse otro éxito de la democracia. En un territorio de 130 mil hectáreas, desde ahora protegidas y próximamente en manos de la Administración de Parques Nacionales, decenas de especies animales autóctonas y una flora igualmente riquísima dejarán de estar sometidas a la bestialidad de la tala clandestina y los cazadores furtivos.
Esto, en el Chaco, es decir mucho, y debe verse como un gesto de sensatez y concordia realmente impactante, que augura nuevos, mejores tiempos para los pueblos originarios del extremo norte chaqueño. Sólo cabe lamentar que la porción de la vieja estancia correspondiente a la Provincia de Formosa (otras cien mil hectáreas) continúe siendo arrasada.
Pero si esa decisión legislativa fue estimulante para muchos argentinos, para muchos otros careció de mayor importancia. Y es que, al menos mediáticamente, lo que sobresalió de la semana pasada fue muy diferente. En primer lugar, la estridencia y los grandes titulares se los llevó el 50º Coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), celebrado en Mar del Plata, y en el cual se dijeron y aplaudieron todas las consignas y todos los lugares comunes antikirchneristas, incluso los más feroces.
Más allá de las expresiones ideológicas y las reiteraciones del sector empresarial acerca de la necesidad de que con el, para ellos, inminente fin del kirchnerismo se retorne a políticas neoliberales clásicas, hubo algunos hechos sorprendentes. Sin dudas, el más notable fue la realización de una encuesta alrededor de una pregunta un tanto ambigua en su formulación: “Si un acto de corrupción está destinado a obtener una aprobación (por ejemplo, una habilitación municipal) maliciosamente retenida, ¿es censurable la actitud del empresario?”.
Obviamente, la intención era interpelar a los empresarios participantes acerca de la aceptación o la condena de hipotéticos pagos de coimas. Cuestión moral que parece fundamental para un país en el que la corrupción parece ser una de sus peores características (por lo menos es la más señalada por la oposición y las clases privilegiadas), y que por eso mismo era interesantísima como indagación.
Las respuestas de más de 160 empresarios, sin embargo, no dejaron de ser sorprendentes, e incluso desconcertantes. El 47 por ciento de los hombres de negocios que asistieron al coloquio consideró que pagar una coima no es “condenable”. Un resultado impactante, si se recuerda que la coima o mordida o como se la llame es considerada en la Argentina y universalmente un delito.
Igualmente notable fue la constatación de que algo más de la mitad de ese 47 por ciento consideró a la coima como una acción a realizar “sólo en casos extremos” (28 por ciento), mientras que la mitad más pequeña (19 por ciento de los empresarios, o sea uno de cada cinco) estimó que la acción ilegal “nunca sería un acto condenable”. Sólo el 53 por ciento del empresariado restante dijo que la coima “siempre” es condenable y éticamente reprochable.
Otra perla del mencionado coloquio fue la propuesta del presidente de IDEA, Sr. Guillermo Blanco, de que los candidatos presidenciales acepten firmar “una especie de pacto, un acuerdo mínimo sobre temas que son políticas de Estado”. Blanco aseguró que ésa es la intención de los empresarios, y que “nos alegraría que todos los que tienen representación parlamentaria acuerden, por lo menos, un marco mínimo”. Eso, dijo, “le haría ganar mucho tiempo al próximo Congreso”.
Seguramente el Sr. Blanco no se dio cuenta de la envergadura de su idea, que necesariamente se da de patadas con la esencia de la democracia, que es el voto popular. El cual no puede, ni debe, estar condicionado por pactos o acuerdos extra o preelectorales con los candidatos, de cualquier signo político que ellos sean. Pero así son las cosas en este país, que siempre es capaz de sorprender a sus ciudadanos.
Finalmente, hay que subrayar otros dos temas que también pueden verse como extremos opuestos: por un lado el mayor entertainer argentino, el Sr. Marcelo Tinelli, fue declarado Personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires en el ámbito de la Cultura. Recibió la distinción de manos del jefe de Gobierno capitalino, Sr. Mauricio Macri, pero recibió también la reprobación de muchas personalidades de la cultura. Lo impresionante, sin embargo, fue que en la Legislatura porteña tal declaración se aprobó con 29 votos positivos, sólo cuatro negativos y cinco abstenciones.
Y por el otro lado, en opinión de esta columna, mucho más positivo: se conoció un nuevo documento de la Pastoral Social argentina, a través del titular del Episcopado, monseñor José María Arancedo, por el que se pide a los fieles católicos que aporten información sobre hijos sustraídos a madres desaparecidas durante la última dictadura. Ese sí es un cambio impactante, también, del que el papa Francisco seguramente no es ajeno. Y ya era hora.
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