ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: EL ESTADO EN INDUSTRIAS CON ALTO VALOR AGREGADO

Los pasos del desarrollo

La profundización del modelo industrial requiere de una intervención activa del Estado para promover actividades como la espacial o la industria de la defensa, que generan desarrollos que luego derraman sobre la esfera privada.

La experiencia espacial

Por Guillermo Rus* y Lorena Drewes**

El desarrollo de la industria espacial requiere una prolongada acumulación de conocimientos, grandes inversiones y un fuerte trabajo en mitigación de riesgos, factores que hacen que muy pocos países emprendan este camino. Entre otras cosas, se debe considerar que los componentes y productos de esta industria presentan una complejidad técnica superior a la de otras, sobre todo porque las partes y sistemas deben ser aptos para funcionar en las muy hostiles condiciones ambientales del espacio.

A diferencia de otros sectores tecnológicos en los que se impone la lógica del mercado, la dinámica del sector espacial está determinada por las políticas de los estados nacionales y la inversión pública. En este sentido, la Argentina avanzó fuertemente en los últimos años, con instituciones públicas en todos los eslabones de la cadena: diseño (Conae y Arsat), fabricación (Invap), ensayos (Ceatsa) y lanzamiento de satélites de observación de la Tierra (VENG). Consecuente con esto, la inversión del Estado también creció exponencialmente. En paralelo aparecieron numerosas empresas de base tecnológica cuyo surgimiento es el resultado del crecimiento de los proyectos espaciales, en el marco de los cuales se formaron muchos profesionales. Estas pymes utilizan idénticos estándares de calidad que las empresas líderes de la industria espacial mundial. Su perfil tecnológico se manifiesta en la proporción de ingenieros y profesionales técnicos en relación con el total de empleados, característica distintiva de las empresas del sector.

La industria espacial genera impactos positivos en otros sectores. Los productos y tecnologías utilizados deben garantizar el éxito de las misiones cumpliendo con la confiabilidad y disponibilidad de servicios requeridas (los satélites, por caso, no pueden ser reparados en el espacio). Ello genera un conocimiento en el diseño, fabricación, integración y ensayos muy robusto, seguro y fiable que se puede utilizar en otras industrias para mejorar su calidad y volverlas más competitivas. Además, las actividades de observación terrestre y las telecomunicaciones por satélite tienen una creciente aplicación comercial. En este sentido, la actividad espacial no constituye todo el mercado, sino que crea las condiciones básicas para un gran número de actividades y generación de productos.

Alrededor de los satélites de comunicación se constituye un subsector clave para la industria espacial, ya que es el que genera los mayores ingresos. Estos satélites cumplen un importante papel como componentes fundamentales de las infraestructuras de telecomunicaciones actuales, tanto dando servicios directos a los usuarios finales (radiodifusión, comunicaciones móviles o acceso a Internet) como formando parte de las redes troncales de telecomunicación.

Argentina ha decido ingresar al reducido número de países que diseñan, fabrican y ensayan satélites de este tipo. Las capacidades tecnológicas logradas hasta el momento son un importante avance teniendo en cuenta que en este sector el cambio tecnológico presenta un gran dinamismo, generando oportunidades comerciales de alta rentabilidad.

Latinoamérica, por su parte, acunó algunos operadores satelitales exitosos, pero ningún proyecto de fabricación de satélites geoestacionarios. En este sentido, el proyecto de Arsat es único por sus características centrales: manufactura, ensamble, integración y ensayos en territorio local, fuerte inversión estatal en generación de recursos humanos, involucramiento del sistema científico tecnológico nacional y estructuración alrededor de una operación comercial existente, probablemente la característica más importante, ya que impone altos niveles de calidad, bajo nivel de riesgo y estricto cumplimiento de cronogramas.

Todo esto crea un ambiente altamente propicio para avanzar en una mayor participación del componente local, una mayor planificación sectorial y mayor integración regional a través de mecanismos de complementación productiva que respeten la determinación de los países, eviten las asimetrías y favorezcan el crecimiento y la competitividad sistémica del sector a nivel regional.

* Vicepresidente de Arsat.

** Responsable del desarrollo de proveedores en Arsat y coordinadora editorial del libro El sector espacial argentino: instituciones, empresas y desafíos.


Soberanía tecnológica

Por Santiago J. Rodríguez *

La generación de conocimiento y la innovación tecnológica son cuestiones centrales desde múltiples perspectivas. Por un lado, una estrategia dirigida a promover el desarrollo y la inclusión social sólo es viable si tiene como columna vertebral la creación masiva de empleo de calidad, y esto solamente es posible en un país como la Argentina, con el desarrollo de una industria fuerte, dinámica, densa y federal. Esto, a su vez, sólo puede sostenerse con una intervención activa e inteligente por parte del Estado, que incluya, por un lado, la promoción de sectores o actividades de alto valor agregado, y por el otro que promueva inversiones fuertes y sostenidas en educación, ciencia y tecnología. Es que el desarrollo industrial tiene un carácter sistémico, de modo que la industria sólo puede crecer si crecen los diferentes lugares donde se produce y difunde el conocimiento, como las universidades, institutos de investigación o centros tecnológicos, y si se generan los recursos humanos calificados que requiere el sistema científico-tecnológico e industrial. La existencia de un Estado fuerte, eficaz e inteligente es una condición indispensable.

Dentro de todas las ramas industriales se pueden destacar algunas de carácter estratégico. Una de ellas es la industria para la defensa. Se trata de un sector muy intensivo en conocimiento que tiene la característica de ser dual. Esto significa que la ciencia, la tecnología y la producción en esta área no sólo poseen aplicaciones militares, sino que también tienen uso y brindan beneficios en el ámbito civil. La industria naval o aeronáutica, los nuevos materiales, el software, la química, la electrónica, los equipos de comunicación o los radares son sólo una muestra de la enorme variedad de sus campos de investigación y desarrollo.

Por otra parte, aparece la dimensión de la soberanía. Más que nunca, la mayor o menor autonomía de las naciones en el aspecto tecnológico es un factor decisivo no sólo para el bie-nestar de sus sociedades, sino también para el grado de libertad al momento de diseñar e implementar políticas propias. La soberanía en el actual contexto histórico no es, por lo tanto, una idea o un concepto inmóvil, por el contrario, es un proceso continuo que se ve materializado en diversas líneas de acción política. La soberanía tecnológica se vuelve más trascendente cuando se trata de tecnologías estratégicas para la defensa del territorio nacional y sus recursos, ya que es evidente que este tipo de conocimiento es particularmente sensible.

La labor científica en terrenos tales como la plataforma continental, el Mar Argentino o la Antártida se ha convertido en una tarea que no se puede realizar en forma aislada, sino que requiere de una visión multidisciplinaria por parte de científicos, ingenieros, tecnólogos y militares. Cuestiones como el monitoreo del clima o el resguardo de la producción agrícola y de los recursos naturales necesitan contar con herramientas tecnológicas a la altura de semejante desafío. Aunque pudieran ser compradas en el exterior (algo que no siempre es posible), las necesidades locales suelen ser muy específicas, y serían necesarias capacidades tecnológicas y humanas para lograr su adecuación.

La vinculación entre ciencia, tecnología y soberanía es por lo tanto una materia con múltiples aristas, que abarca aspectos relacionados con el escenario regional y los intereses geopolíticos de los grandes actores del poder global, y que es fundamental para las políticas de defensa del país.

En el ámbito específico de la industria para la defensa un ejemplo categórico es el desarrollo de tecnología radar. En 2004 el presidente Néstor Kirchner dispuso la creación del Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial (Sinvica), un plan que promovió el desarrollo de capacidades tecnológicas y elevó exponencialmente el número de radares primarios (para defensa y seguridad), secundarios (destinados al control de la aviación aerocomercial) y meteorológicos en Argentina. En los diez años transcurridos desde entonces, a través de un proceso que involucró cientos de miles de horas de investigación y desarrollo, de ingeniería y de implementación de nuevas técnicas productivas complejas, con la participación de instituciones públicas de excelencia, y de cientos de pymes en la cadena de valor, nuestro país pasó a formar parte del reducido grupo de países que hoy dominan esta tecnología estratégica.

El Gobierno sigue asumiendo a pleno el desafío de sostener y redoblar sus políticas en este sentido. Recientemente se presentó el Polo Industrial-Tecnológico para la Defensa, que nuclea y articula las empresas productivas e institutos bajo la órbita del MinDef. El objetivo es generar masa crítica de conocimiento, recursos y capacidades y profundizar la interrelación con el resto del sistema científico y tecnológico nacional, para poder planificar estratégicamente qué tipo de ciencia debemos impulsar, qué tecnología queremos producir y qué tipo de investigaciones son las fundamentales para los próximos treinta años.

* Secretario de Ciencia, Tecnología y Producción para la Defensa - Economista en Desarrollo Industrial.

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