Sáb 30.05.2015

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Perspectiva

› Por David Cufré

“Como pocas veces, este año hemos presenciado una lluvia de predicciones sobre el crecimiento económico, pero a medida que transcurrían los meses, lo único predecible fue que el número esperado para 2014 sería cada vez menor. Al finalizar el primer trimestre, el Banco Central pronosticaba que la inversión privada crecería 6 por ciento y la pública 15. Ciertamente, las proyecciones fueron equivocadas. La inversión privada creció 0 y la pública solo 1.” La decepción por los magros resultados no es atribuible a la gestión de Axel Kicillof, quien se convirtió en blanco de los economistas ortodoxos, sino a la de su colega peruano, Alonso Segura, egresado de la Universidad Católica de Lima. Perú finalizó el año pasado con un crecimiento del PBI del 2,8 por ciento, el nivel más bajo desde 2009, contra una estimación oficial de más de 6 puntos. La cita inicial refleja la preocupación de un sector de la prensa peruana por la fuerte desaceleración económica, tras la expansión de 5,0 por ciento en 2013, 6,0 por ciento en 2012, 6,5 en 2011 y 8,5 en 2010. Un recorrido por las estadísticas de los demás países de la región arroja los mismos resultados. Todos finalizaron 2014 con números más flojos que el año anterior y ocho de ellos –sobre diez– con la peor performance en un lustro. Brasil, la principal potencia de América latina, ocupó el podio de los más castigados, situación que se viene agravando en 2015 al ritmo de un violento ajuste fiscal.

El concepto de “viento de cola” que guió el análisis del pensamiento neoliberal en Argentina entre 2003 y 2008 quedó relegado hasta prácticamente desaparecer a partir de entonces, cuando estalló la crisis internacional y la influencia externa pasó a ser “viento de frente”. La sobrevaloración en el primer caso intentó justificar el error de cálculo de aquellos economistas, que interpretaban la recuperación a tasas chinas como un “veranito” o “el rebote del gato muerto”, y que advertían por las consecuencias de negociar con dureza la reestructuración de la deuda, cortar la relación con el FMI y por todo el arsenal heterodoxo que desplegó Néstor Kirchner como conductor de la economía, sin que sus pronósticos de inminentes catástrofes se cumplieran. Lo que no lograban digerir los voceros del establishment era el derrumbe del discurso único que los entronizaba como gurúes, y la comprobación de que el liderazgo político pasaba a estar por encima del supuesto saber técnico de los economistas.

Pasados los años y de cara a un proceso electoral, hasta Mauricio Macri sostiene que, de ser presidente, el ministro de Economía tendrá menos peso que en la actualidad. Sus economistas también se aggiornaron. Ya no reclaman por un ajuste fiscal para equilibrar las cuentas públicas, ni señalan a Brasil como modelo a imitar. Asumen resignados que el gurú en esta etapa es el estratega Jaime Duran Barba.

La evaluación que se hace de Kicillof como ministro de Economía desde sectores neoliberales deja de lado el contexto internacional. Remarcan el flojo desempeño económico, la contracción industrial y los menores ingresos por exportaciones desde que asumió en el Palacio de Hacienda, sin observar lo que ocurre fronteras afuera.

“El PBI de Chile anotó un alza del 1,9 por ciento en 2014, su menor registro en cinco años”, informó esta semana el diario La Tercera de ese país. “Con el agravamiento de la crisis económica, empresas de diferentes sectores ya adoptaron medidas, entre las que se destacan reducción de personal, eliminación de cargos, corte de departamentos o ampliación de la tercerización”, relató a su vez el diario Folha de Sao Paulo. El año pasado también fue el peor en Brasil desde 2009, con un crecimiento de sólo 0,1 por ciento, mientras que para 2015 se anticipa una caída del PBI de más de 1,0 por ciento. “El ministro de Economía, Danilo Astori, advirtió que las dificultades de Argentina y Brasil harán ‘sufrir’ a la economía uruguaya y bajó la estimación de crecimiento a menos de 3 por ciento para este año”, indicó el diario El País de Montevideo, desde el 3,5 por ciento de avance en 2014, también la menor variación desde 2009. En Colombia el crecimiento del año pasado fue de 4,6 por ciento, una caída de tres décimas respecto de 2013, el nivel más bajo en cuatro años. Bolivia es el único de la región que en 2014 creció más que en 2012 y 2011, con 5,3 por ciento. Argentina trepó 2,8 por ciento en 2013 y 0,5 el año pasado, aunque estimaciones privadas señalan que el resultado fue negativo entre 1 y 2 puntos.

El último informe de la Cepal –organismo que depende de Naciones Unidas– sobre la marcha de las economías de la región en 2014 destaca la ralentización del crecimiento. Lo explica básicamente como consecuencia de tres factores: una pronunciada baja de los precios internacionales de las materias primas, que componen la base exportable de los distintos países, y una caída de la demanda externa; el retroceso en los niveles de inversión privada y la salida de capitales hacia economías desarrolladas. El avance de la integración regional la última década, con un incremento en los volúmenes de intercambio comercial, amplifica los problemas en este momento de caída compartida. El derrumbe de Brasil retroalimenta el de Argentina, y el de éstos influye sobre Uruguay. La baja del índice de actividad industrial los últimos 21 meses se debe esencialmente a las menores ventas de autos a Brasil, cuyo mercado doméstico está sufriendo con mayor intensidad que el argentino.

Así como Argentina supo aprovechar el viento de cola para encarar transformaciones sobre la estructura económica y la distribución del ingreso, en esta etapa la respuesta del Gobierno debe ser evaluada por su destreza para enfrentar una coyuntura difícil sin alterar los objetivos de largo aliento, como el desarrollo industrial y la inclusión social. El Ministerio de Economía lo tuvo en cuenta, por ejemplo, cuando se negó a ceder a la presión de la Justicia estadounidense para que se les paguen miles de millones de dólares a los fondos buitre. Desde la ortodoxia, en cambio, se insistió en que afrontar los compromisos con los grupos especulativos como lo indicaba el juez Griesa era prácticamente la única salida. Incluso un grupo de banqueros presentó un plan para acatar la sentencia poniendo como garantía los depósitos de los argentinos. La resistencia de Kicillof a ese tipo de alternativas generó rencores que hoy reverberan en las críticas a su tarea.

En lugar de recurrir al ajuste de gastos y al achicamiento del déficit fiscal, como reclaman los economistas de la city, el Palacio de Hacienda viene insistiendo en aumentar los estímulos a la producción y el consumo. La Cepal, en el informe mencionado más arriba, valora las respuestas de ese tipo, lo mismo que la instrumentación de una política monetaria expansiva, a fin de que el Estado actúe de manera contracíclica a las tendencias de recesión económica. La contracara es Brasil, que decidió enfrentar su crisis con el manual del ajuste, con resultados cada vez más preocupantes. No advertir estas diferencias y escamotear del análisis la perspectiva regional tal vez le sirva a algunos sectores para sus disputas electorales, aunque no así para la rigurosidad de sus balances económicos.

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