Dom 20.03.2016

ECONOMíA  › OPINION

Catequesis macrista

› Por Alfredo Zaiat

Devaluaron y eliminaron retenciones. Subieron, bajaron y volvieron a subir la tasa de interés. Redujeron alícuotas de impuestos y comenzaron una ola de despidos de empleados públicos, abriendo la misma puerta al sector privado (en total, 130 mil desocupados). Aplicaron un extraordinario tarifazo en la luz, que prometen que no será el último, y mantienen en espera el de gas y transporte. Desplegaron una política monetaria contractiva con un endeudamiento impresionante en pesos del Banco Central, hasta un nivel inquietante donde el stock de Lebac supera la base monetaria a un costo elevado. Liberaron de controles al sistema financiero e iniciaron el desmantelamiento de la protección de la industria nacional. Cerraron el acuerdo con fondos buitres en forma apresurada ante la de sesperación por conseguir dólares financieros, con emisión de bonos de deuda por parte de la Nación, provincias y empresas, para alimentar el stock de reservas. El saldo de estos meses de la labor del equipo económico integrado por Alfonso Prat-Gay y Federico Sturzenegger fue aceleración de la inflación, duplicando la tasa mensual, y derrumbe de la actividad económica. El impacto negativo de esa estrategia fue agudizado por la descoordinación entre el Ministerio de Hacienda y Finanzas y el Banco Central, entidad monetaria cuyo directorio ha demostrado una marcada inexperiencia en el manejo de las variables financiera y cambiaria. Los bancos se están haciendo un festín con Sturzenegger y sus muchachos sofisticados. Sus egos quedarían un poco dañados si supieran lo que hablan de ellos los financistas.

La política económica perdió los estrechos márgenes de autonomía que había logrado, y ahora quedó a merced de la voluntad inversora del sector privado y del aporte de dólares financieros. El programa ortodoxo del macrismo, que no es tanto como los ortodoxos quisieran, ha provocado una veloz redistribución del ingreso con la esperanza de que esa riqueza incremental en manos del sector privado pudiera generar una corriente de confianza para convocarlos a un intenso proceso de inversión. Fondos que permitirían la recuperación de la economía y la creación de empleo. La primera parte se ha desplegado en toda su dimensión. Los grupos concentrados han recibido una mejora sustancial en el reparto de la riqueza. La segunda parte de esa ecuación no se ha cumplido. Fue el primer tropiezo de la catequesis macrista.

Pese a todas las muestras de generosidad ofrecida por el gobierno de Macri al complejo agroexportador, a la banca y a conglomerados industriales locales y multinacionales no han ingresado a la economía dólares en términos netos. Por el contrario, se ha intensificado la fuga de capitales hasta casi 4000 millones de dólares en lo que va del año, monto impactante teniendo en cuenta el brusco cambio del contexto político y económico a favor de esos sectores beneficiados que son a la vez los que compran dólares en cantidad. Las reservas han bajado en forma persistente hasta evaporar más de la mitad del oneroso pase por 5000 millones de dólares con un grupo de bancos internacionales (el Banco Central entregó en garantía por esas divisas bonos por 10 mil millones de dólares, y terminará pagando intereses por 300 millones de dólares en el año). En las últimas jornadas fueron infladas por los dólares conseguidos por la provincia de Buenos en una colocación de bonos por 1250 millones a una tasa del 9,37 por ciento anual. Tal fue la desesperación del Banco Central por esos dólares que la provincia salió al mercado financiero internacional a pagar una tasa muy alta, cuando hubiera conseguido un costo más bajo, según postula el gobierno nacional si se cierra el capítulo con los buitres. La gobernadora de la provincia, María Eugenia Vidal, afirmó en su exposición en el Senado de apoyo al acuerdo con los buitres que el distrito que tiene que gestionar “está quebrado”. Lo que ha logrando entonces es algo inédito: una provincia supuestamente quebrada consiguió un crédito millonario de la banca internacional. La gobernadora está abusando de la ingenuidad de sus interlocutores.

Pese al intento fallido de depositar en el gaseoso objetivo de la confianza privada para conseguir dólares en estos meses de gestión, el gobierno de Macri insiste con esa estrategia, ahora con un muy oneroso acuerdo buitre y una redefinición geopolítica con resultado incierto. Este consiste en el desplazamiento de los capitales chinos (paralización del plan nuclear y de Atucha III, que cuenta con 85 por ciento de financiamiento, y la redefinición con achicamiento del proyecto de las centrales hidroeléctricas de Santa Cruz), y con la sobreactuación del hundimiento de un pesquero chino que operaba en forma ilegal en aguas argentinas. El realineamiento político con Estados Unidos, que tendrá su momento de esplendor con la visita del presidente Barack Obama esta semana, incluye avanzar en acuerdos de libre comercio. El objetivo económico es motivar al empresariado a concretar inversiones millonarias en el país. Otro acto de fe.

La catequesis macrista postula que la restricción monetaria y el ajuste fiscal gatillará un ciclo de ingreso de capitales (financieros vía deuda y bicicleta especulativa, y productivos por inversiones de empresas) para estabilizar el tipo de cambio y la tasa de inflación. Por ahora ese sendero hacia la tierra prometida está muy esquivo porque la fuga de capitales no se ha frenado. El resultado es inestabilidad cambiaria y tasa de inflación elevada. El mejor escenario sería la estanflación (estancamiento con aumento de precios), pero la dinámica de las variables claves puede profundizar ese deterioro para sumergir a la economía en una recesión con inflación. El caso brasileño de estos años es una referencia a observar.

La política elegida por el macrismo en materia fiscal fue dibujar con contabilidad creativa el déficit 2015 del último año de gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Esto fue señalado por el diario de negocios Clarín el sábado 12 de marzo pasado, con un título que no deja margen a la duda: “Estadísticas: los trucos del Gobierno para mostrar la herencia K”, para agregar en la presentación del artículo: “Incluye deuda flotante en el rojo fiscal y beneficiarios de planes en el desempleo. Así, construye un relato”. Más relevante que violentar el estado de las cuentas públicas fue que emprendió un rápido desfinanciamiento del sector público con una serie de medidas desordenadas: eliminación de retenciones, disminución de alícuotas de impuestos de bienes suntuarios, otro parche en el Impuesto a las Ganancias a los trabajadores en relación de dependencia, ampliación del fondo docente para apurar el cierre de las paritarias del sector y devolución de fondos coparticipables a las provincias. Además de abandonar el control de la cuenta capital fomentando la bicicleta financiera dólar-tasa, especulación que es un potente desestabilizador, ha provocado un marcado deterioro de las cuentas públicas no sólo desfinanciándolas, sino también con una política recesiva que debilita los ingresos fiscales. La menor actividad económica reduce el aporte por IVA y disminuye el cumplimiento impositivo de las empresas, y los despidos restan fondos en el rubro contribución social y previsional. Las cifras de febrero fueron un adelanto de ese deterioro: la recaudación impositiva aumentó sólo 26,5 por ciento interanual, con una inflación base del 33 por ciento en ese período.

El daño autoinfligido de debilitar las cuentas fiscales facilita el inicio de un ciclo de endeudamiento externo masivo que podrá amortiguar pero no eludir el ingreso al círculo vicioso de la ortodoxia del ajuste permanente. Ajuste que no será sólo contable sino que será una de las principales herramientas de reconfiguración del modo de acumulación de la economía argentina.

El sociólogo Artemio López apuntó que en los primeros 100 días de la administración Macri se desarrolló el mayor proceso de regresión distributiva acontecido en ese tramo de luna de miel de un gobierno con la sociedad desde la recuperación democrática en 1983. En la catequesis macrista no está incluida gran parte de la industria y sus trabajadores. El tarifazo en la luz y la caída de la actividad económica está asfixiando al sector productivo y a sus trabajadores. Muchos están perdiendo sus puestos y el resto está registrando una muy fuerte caída del poder de compra de sus ingresos, que en el mejor de los casos, en los sectores de mayor capacidad de negociación, terminarán el año con una caída del salario real del 6 al 10 por ciento.

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