Mié 04.05.2016

ECONOMíA  › OPINIóN

Ley antidespido, síntoma del fracaso

› Por Nicolás Trotta *

El país se encuentra en transformación. Transitamos otra Argentina. Una que reemplazó inseguridad por desempleo como principal preocupación social. Eso no implica que hoy la inseguridad sea solo una sensación. La desocupación acecha y el temor al desempleo se propaga y es utilizado para domar pretensiones en las paritarias, debilitando el poder de compra del salario. No siempre cambiar implica mejorar.

La inmensa mayoría de los argentinos deseamos que al nuevo gobierno le vaya bien. Pero se ha vuelto a cometer un error que nos condena, denostar y desconocer todo lo realizado en el pasado. El pecado de la política fundacional alcanzó también a la gestión macrista. Las decisiones en los primeros meses nos reintroducen en caminos errados que parecían superados.

Algunos pueden esgrimir que es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas, pero los trazos centrales también son concluyentes. La actual administración pretende liberar las fuerzas del mercado para crear riqueza, abrazando la teoría del derrame como solución distributiva. El crecimiento de nuestra economía, esgrimen, terminará beneficiando a todos. La teoría del goteo (traducción precisa del inglés “trickle down effect”) fue un contundente fracaso experimental en la década menemista. Su aplicación demanda una obscena retracción de la presencia estatal, no sólo en su rol dinamizador de la economía, sino también en la regulación del accionar de los diferentes actores del mercado, y una consagración al modelo de bienestar individualista.

La media sanción de la denominada Ley Antidespidos reafirma el fracaso del actual gobierno, y es el preludio de una crisis social. Es evidente que una Ley no destruye empleo, como tampoco lo crea el Ministerio de Trabajo. Los indicadores de empleo responden al modelo económico que se pretende construir, y en un país estado-céntrico, el gobierno es el actor central. Las erráticas decisiones gubernamentales, su pasividad frente a la desocupación y el despido de trabajadores estatales, fuerza a las organizaciones sindicales a centrar su agenda en sostener el empleo, el impuesto a las Ganancias es un privilegio del pasado. No solo aterra la Argentina que pretende construirse, la incertidumbre social, que no hace distinción de clase, sino también las insuficientes políticas sociales que procuran contener lo inevitable, el crecimiento de la pobreza y de la precariedad laboral.

Podemos debatir las políticas de las administraciones anteriores, sus aciertos, errores y desafíos no abordados, pero el futuro se construye sobre el cambio del presente. Aún es posible, desde la construcción y reclamo de los diversos actores sociales, un cambio de rumbo del gobierno. No sólo para evitar la primarización de nuestra economía, con la consecuente destrucción y precarización del empleo, sino también para evitar una política de endeudamiento que a lo largo de nuestra historia solo permitió la fuga de divisas y la pérdida de soberanía política.

La Ley Antidespidos no es la solución al desempleo, solo un remedio transitorio que debe permitir una reflexión y accionar diferente del Poder Ejecutivo. Es tiempo que el prometido diálogo deje de ser una serie de cuidados encuentros fotográficos para traducirse en espacios de acuerdo de políticas públicas que, de una vez por todas, dejen de beneficiar sólo a las fuerzas del capital.

* Rector de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo.

@trottanico

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