ECONOMíA › OPINIóN
› Por Alan B. Cibils *
El presidente Mauricio Macri afirmó muchas veces durante la campaña electoral que Argentina debía “volver al mundo.” Tenemos que volver al mundo dijeron también los ministros/CEOs mientras viajaban a Nueva York a tejer acuerdos ruinosos con sus amigos y ex-colegas de los poderes financieros mundiales. Queda implícito en la frase “volver al mundo” que Argentina no estaba en el mundo. O sea, que las políticas de los últimos doce años orientadas a priorizar el mercado interno, a distribuir el ingreso nacional de una manera un poco más equitativa, a priorizar el rol del Estado como regulador y orientador de la actividad económica nos habían sacado del mundo.
Pues bien, a casi cinco meses de la llegada de Macri a la presidencia, ¿qué podemos adivinar del significado de “volver al mundo” macrista?
Volver al mundo significa implementar políticas que resultan en una brutal transferencia de ingresos de asalariados a sectores concentrados (financieros y exportadores). Este es el resultado del levantamiento de las retenciones al agro y a las mineras y la devaluación del 40 por ciento de la moneda nacional. O sea, política distributiva para favorecer la concentración del ingreso.
Volver al mundo significa implementar la política monetaria de “metas de inflación”, promovida por el FMI y los poderes financieros/neoliberales mundiales. Esta política monetaria tiene como único objetivo mantener la inflación lo más baja posible, aun si es necesaria una recesión con sus nefastos resultados. El pleno empleo, la industrialización y el desarrollo ya no son prioridades de la política macroeconómica.
Volver al mundo significa volver a la “utopía del Estado mínimo” (más correctamente una distopía), con el discurso de que el Estado es ineficiente y los empleados públicos “ñoquis”. Así, a pesar de discursos de campaña que iban en el sentido opuesto, ni bien llegó al poder el macrismo comenzó una escalada en contra de los trabajadores del sector público, echando a decenas de miles de sus puestos de trabajo sin ninguna evaluación previa sobre la necesidad de las funciones que desempeñaban. De este modo, se vuelve a reducir la capacidad del Estado de regular y orientar la actividad económica, tal como se hizo en la década de 1990.
Volver al mundo significa rendirse incondicionalmente ante el poder financiero de Wall Street, acordando un pago ruinoso a los bien llamados fondos buitre, cuya única función es la especulación y el abuso de países y empresas en crisis. El pago a los buitres implicó un aumento del 10 por ciento del stock de deuda pública argentina en dólares, iniciando un nuevo ciclo de endeudamiento en divisa como ocurrió en la dictadura y durante el menemismo-delaruísmo.
Por último, volver al mundo significa el regreso a las relaciones carnales con los EE.UU. Los acuerdos de libre comercio, de “seguridad”, de propiedad intelectual entre otros, dejan claro que los intereses de los EE.UU son los que vuelven a determinar la política nacional e internacional argentina.
Resumiendo, el volver al mundo macrista significa que los trabajadores y las trabajadoras argentinas pierden frente al poder económico concentrado, que tan generosamente proveyó de ministros y secretarios al macrismo. Significa que la promesa de “pobreza cero” no fue más que una expresión del profundo cinismo de Macri y sus CEOs. Significa, también, que la Argentina se somete voluntaria y unilateralmente a los intereses de los EE.UU., sin recibir nada a cambio. Vayamos, rápidamente, desempolvando conceptos y terminología sobre el imperialismo.
Argentina ya tuvo la experiencia de “volver al mundo” en 1991-2001. Sabemos demasiado bien como nos fue. Como decimos coloquialmente, esta película ya la vimos. Y claro, todos conocemos el final. La pregunta es por qué un poco más del 50 por ciento de los argentinos creyó que esta vez tendría un final feliz.
El problema es que nunca nos habíamos ido del mundo. Sólo habíamos elegido estar en el mundo de una manera distinta, ejerciendo nuestra soberanía política y monetaria y conscientes de nuestros intereses, necesidades y prioridades. Después de todo, de eso debería tratarse, ¿no?
* Investigador docente, Area de Economía Política, Instituto de Industria, Universidad Nacional de General Sarmiento.
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