Sáb 16.07.2016

ECONOMíA  › PANORAMA ECONOMICO

Vacaciones de invierno

› Por David Cufré

En las vacaciones de invierno de 2015 se movilizaron 13,2 millones de turistas en todo el país. Generaron actividad económica por 5100 millones de pesos, con un incremento del 4,5 por ciento respecto de 2014. En su evaluación de la temporada, la Cámara Argentina de Turismo la consideró un éxito. “Este panorama positivo y consolidado es consecuencia de múltiples factores, empezando por el modo articulado de trabajo entre el sector público y el privado”, destacó el presidente de la entidad, Oscar Ghezzi. En la Quebrada de Humahuaca hubo niveles de ocupación del 95 por ciento, un 15 por ciento más que el año anterior. “Argentina está viviendo un momento histórico en el turismo en toda su geografía. La temporada invernal superó todas nuestras expectativas”, resumió Enrique Meyer, entonces ministro del área. Mar del Plata recibió 442 mil turistas, lo que representó un aumento del 17 por ciento interanual, mientras que 161 mil personas eligieron algún destino del Partido de la Costa, 15 por ciento más que en julio de 2014. Las Cataratas del Iguazú alcanzaron un record histórico para el mes de 173 mil visitantes. San Juan reportó un alza del 35 por ciento. En Puerto Madryn fue del 38 por ciento y en San Martín de los Andes, del 10. La aerolínea LAN precisó que sus ventas subieron 7 por ciento en vuelos de cabotaje, con picos del 28 por ciento a Bariloche, 13 a Mendoza, 12 a Neuquén y 11 a Córdoba y Salta. Los datos reflejan el clima económico que se vivía para las vacaciones de invierno del año pasado. No era de crisis, sino de recuperación y expectativas en ascenso. No había una contracción del gasto de las familias ni angustia entre los empresarios. El propio Mauricio Macri lo reconoció en su discurso de celebración por el ajustado triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en el ballotage porteño. Fue el 19 de julio, hace un año, cuando prometió mantener las conquistas del kirchnerismo y hasta fue abucheado por sus seguidores por los elogios a políticas fundamentales del gobierno de Cristina. De esa realidad al discurso actual de Cambiemos que pretende asociar el pasado a un descalabro mayúsculo hay una distancia tan grande como las operaciones de prensa que pretenden instalar esa mentira.

La única defensa del Gobierno y de sus aliados por derecha, del peronismo y el radicalismo en sus distintas vertientes, por la crisis que desataron las medidas impulsadas por el Presidente es justificar esas acciones en una supuesta pesada herencia. No hay lugar común más grande en política que trasladar la responsabilidad de errores propios de un gobierno que asume a la pesada herencia, y eso es todo lo que ofrece Cambiemos como arsenal argumentativo. Sus otros recursos son el maquillaje estadístico –como también lo hizo el gobierno anterior– y la tergiversación de la realidad hasta caer en contradicciones grotescas. Una de las últimas fue la del jefe de Gabinete, Marcos Peña, diciendo que no había un camino alternativo al tarifazo del gas, que llegó al 2000 por ciento, en la misma conferencia de prensa en la que estaba planteando una opción a ese incremento, con un tope del 400 por ciento para usuarios residenciales y del 500 para el comercio y las pymes. Si se podía fijar ese tope era mentira que no hubiera un camino alternativo al aumento inicial del 2000 por ciento. Simplemente se lo había dejado de lado y la presión social y judicial forzó al Gobierno a volver sobre sus pasos. Es más, esa fue la segunda corrección, tras otra anterior que puso un límite del 400 y 500 por ciento sobre uno de los componentes de la tarifa del gas y no sobre el total de la factura, pero como tampoco funcionó para descomprimir la presión contra el aumento hubo que buscar una segunda fórmula, aún bajo discusión judicial. Pero Peña actuó como si nada de eso hubiera pasado y simplemente se amparó en que el Gobierno no tenía opciones. También mintió cuando dijo que las modificaciones habían sido producto del diálogo, como demostraron con contundencia el cacerolazo de anteanoche y la votación del Senado de toda la oposición rechazando el incremento. Y no parece muy cierto que el Gobierno haya decidido los cambios “juntos” y “en equipo”, a juzgar por las internas que estallaron en el gabinete por cómo se manejó todo el tema.

El tarifazo es una de las medidas que castigó la demanda interna. Los subsidios operaron durante el kirchnerismo como una forma de vehiculizar transferencias desde el Estado a los trabajadores, además de ser un aporte a la competitividad empresaria y al dinamismo económico general. El ingreso disponible creció gracias a esa contribución del sector público. La mejora resultante en el poder adquisitivo de los salarios se volcó mayormente al consumo, y eso es lo que entre otras cosas se apreciaba el año pasado en las vacaciones de inverno cuando más de 13 millones de personas salieron a recorrer el país. Que se pudieran practicar ajustes sobre los ciudadanos alcanzados por los subsidios o reasignaciones regionales o entre servicios, para bajar por ejemplo el costo de la garrafa a quienes no acceden al gas por redes, está muy lejos de lo que hizo Cambiemos. El Gobierno simplemente desconoce la importancia de la política de subsidios y se maneja con criterios de mercado, que no tienen en cuenta el derecho de los argentinos al acceso a prestaciones indispensables y determina su disponibilidad a lo que cada uno pueda pagar. Y si no les alcanza, que no consuman, como dijo sin sutilezas Juan José Aranguren. Ese es el cambio de enfoque que está detrás del tarifazo, no la pesada herencia. Es una vuelta a la lógica de los 90, cuando las tarifas eran de las más caras del mundo.

Si el problema era fiscal, como dicen las autoridades, entonces por qué bajaron las retenciones al complejo agroexportador, a las mineras y a las grandes industrias. O por qué disminuyeron el impuesto a los autos de alta gama o redujeron la incidencia del impuesto a los Bienes Personales hasta su virtual desintegración, como se hizo con la ley ómnibus que se aprobó hace tres semanas.

El argumento de que es justo que quien puede pagar más debe pagar más es otra falacia para convencer a la clase media de que pase por ventanilla sin chistar. Con la distribución actual de las cargas impositivas, por caso, no paga más el que puede, paga más el que tiene menos recursos para defenderse. De lo contrario no sería el IVA el impuesto estrella ni habría por lo bajo 200 mil millones de dólares de argentinos sin declarar en el exterior. Los Panamá Papers pusieron en evidencia quiénes son los que fugan, los que evaden y en la magnitud en que lo hacen. Sostener que el tarifazo tiende a la equidad y conseguir que muchos de los damnificados lo asuman como cierto es otro ejemplo del poder de convencimiento a través de la desinformación.

Las vacaciones de invierno de este año vienen con caídas generalizadas por el impacto en el poder adquisitivo de la devaluación, la quita de retenciones, el desmantelamiento de controles del Estado sobre la formación de precios, la destrucción de empleos, el ajuste en la obra pública, el menor financiamiento a las pymes, la apertura importadora que desplaza producción local y el aumento de tarifas, entre las principales medidas del Gobierno. Si este año hay menos posibilidades de viajar y de gastar no es por la herencia recibida, sino por la forma en que el nuevo modelo económico la está dilapidando.

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