ECONOMíA › OPINION
› Por Roberto Kozulj
En los últimos tiempos el debate público se ha concentrado exclusivamente en las tarifas de gas, donde se realizó la maratónica Audiencia Pública posponiendo para este mes nuevas decisiones al respecto. La supuesta gradualidad que se propuso ha calmado así ciertas ansiedades. Sin embargo, este debate ha oscurecido y dejado a un lado el impacto que tiene sobre el gasto público una serie de nuevas regulaciones que han afectado al precio del gas para la generación eléctrica. Como es sabido, tanto el precio del gas como las importaciones de gas oil son las principales componentes del denominado sobrecosto de despacho eléctrico, que a su vez es el principal componente del conjunto de subsidios a la energía que tiene desvelada a la Argentina en los últimos años.
Así, a pesar de que los cuadros tarifarios de Edenor y Edesur sufrieron incrementos entre 578 y 980 por ciento a comienzos de 2016, esta corrección de las tarifas eléctricas se halla muy lejos de haber resuelto el problema fiscal, el cual por el contrario se ha agravado aun mucho más. De hecho por decisión administrativa 886 del 22 de agosto de 2016 publicada en el Boletín Oficial (LEG80197) se ha ampliado el presupuesto para atender el Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas en más de 7200 millones de pesos. La razón de ello poco tiene que ver con el resultado de la Audiencia Pública, sino con otras decisiones administrativas de calidad dudosa. Por ejemplo, la Resolución 41/2016 del Ministerio de Energía y Minería, referida a “Precios en Punto de Ingreso al Sistema de Transporte, por cuenca de origen del gas natural, con destino a la generación de electricidad”, de fecha 07/04/2016, ha establecido precios para el gas que van desde USD/MMBTU (dólares por millón de BTU) 4,5 a 5,5. Estos valores se hallaban antes de la citada resolución ministerial en cerca de 3 dólares por MBTU en Argentina. En Brasil, dicho valor se ha fijado en U$S 3,8, es decir un 24 por ciento menos respecto del valor normativo en Argentina, siendo el último cerca del doble de lo que Brasil le ha pagado a Bolivia por el gas importado durante 2016. A su vez las importaciones de GNL y otros combustibles continúan siendo necesarias especialmente en invierno a fin de satisfacer el conjunto de las demandas de energía.
Al respecto, se añade que de las licitaciones efectuadas para la provisión de gas oil para generación eléctrica en 2016, muchas de ellas se han adjudicado a Shell Trading US Company (“STUSCO”), compañía que presenta antecedentes de sanciones en 2006 por pre-arreglos en condiciones no competitivas con otras comercializadoras para influir sobre el mercado de futuros en Nueva York conocido como el NYMEX. Por otra parte ha sido llamativo el alto despacho hidráulico en mayo –a pesar de que 2016 tuvo muy bajos niveles de hidraulicidad–, lo que condujo de modo directo a un máximo uso de gas oil en junio y julio según se desprende del informe síntesis del mercado eléctrico mayorista que publica la Comisión Nacional de Energía Atómica. Por supuesto una gran parte de ese gas oil fue el adjudicado a STUSCO.
En síntesis, como resultado se tiene que el costo total de generación por MWH se ha incrementado en más de 66 por ciento entre julio de 2015 y julio de 2016 y la brecha media entre el costo de generación y el precio medio a distribuidoras lo hizo en un 50 por ciento a pesar de que el precio medio de venta a las distribuidoras eléctricas se multiplicó por 3,3 veces. El costo de generación se ha ubicado así en los 82 dólares por MWH como valor medio de abril a julio de 2016, pero en julio llego a u$S 100 lo que lo ubica entre los más altos del mundo desarrollado aún si se incluyeran costos de U$S 300 por tonelada de CO2 emitido cosa que no ocurre. En 2015 ese costo, supuestos sobreprecios de ENARSA y dólar retrasado, era del orden de los 72 U$S MWH y fueron del orden de 60 U$S MWH entre enero y marzo de 2016 merced generación máxima por exigencias del verano y devaluación ya realizada.
Dado que la corrección de las tarifas eléctricas no supuso el traspaso de la totalidad del costo de generación a lo que pagan los usuarios residenciales y comerciales (en tanto ello supondría aún nuevos y mucho mayores niveles de tarifas ya incrementadas en cerca de 1000% para el grueso de ellos) la brecha es ahora mayor que antes.
Los sobrecostos de despacho eléctrico (costo adicional de generación por uso de combustibles más caros) se casi duplicaron en pesos y crecieron 30% en dólares. Por supuesto esto alerta sobre varios aspectos de la macroeconomía: a) emisión monetaria; b) mercado cambiario toda vez que la moneda se halla en un bajo nivel de competitividad sea con los Estados Unidos, sea con China, con Europa o aún con Brasil; c) presión inflacionaria latente; d) destino del endeudamiento externo para pagarle a las petroleras.
Cuando no hay límites al ejercicio de poder de mercado, y cuando reguladores y regulados no se distinguen ya como figuras con intereses contrapuestos, un solo sector de la economía podría arrasar con el resto y esto ya viene ocurriendo en cámara oculta.
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