ECONOMíA
› LA ECONOMIA DE BRASIL BAJO 0,2 POR CIENTO EL AÑO PASADO
Por hacerle caso al Fondo Monetario
Una vez más se probó que la receta del FMI tiene destino de recesión y suba del desempleo. Así le fue al Brasil “pro mercado” de Lula.
› Por Claudio Scaletta
La caída del 0,2 por ciento en el Producto Interno Bruto durante 2003 llevó a la economía brasileña a su peor desempeño en los últimos 11 años. El giro ortodoxo de Luiz Inácio Lula da Silva y los halagos de los organismos financieros internacionales no sólo no fueron suficientes para conjurar el peso del endeudamiento público sino que lo agravaron. Luego de subir 3 puntos el último año, la deuda ya representa el 58,2 por ciento del PIB. Las políticas “pro mercado” que despertaron el entusiasmo por “el realismo” del presidente obrero sí produjeron, en cambio, el efecto preanunciado por muchos economistas: el deterioro de la economía real, el desplome de la renta y el consumo y el aumento del desempleo.
La caída del Producto fue reconocida en la víspera por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). De acuerdo con el organismo público, el resultado negativo se debió a la combinación de tasas de interés altas para controlar la inflación y la baja del consumo de las familias, que cayó el 3,3 por ciento, provocado tanto por la caída de la renta per cápita en 1,5 por ciento como por el aumento del desempleo.
Siempre según el IBGE, el resultado no fue peor gracias al buen desempeño de la agricultura y de las exportaciones, que crecieron 21,1 por ciento en el 2003. En otras palabras, la economía brasileña no pudo crecer a pesar de las condiciones extremadamente favorables del contexto internacional.
En la campaña electoral de 2003, Lula había prometido que en su gestión el país volvería a crecer a tasas anuales promedio del 5 por ciento. Las ambiciones se recortaron al 3 por ciento a poco de asumir. Finalmente, el resultado negativo del 0,2 por ciento del año fue el peor desde 1992, cuando el PIB cayó el 0,54 por ciento.
Una vez más, los números finales de la economía resultan más contundentes que las lecturas ideológicas de quienes se entusiasmaron con la respuesta del gobierno del Partido de los Trabajadores a las demandas del FMI. El esfuerzo gestual de aumentar voluntariamente el superávit fiscal del 3,9 al 4,3 por ciento del Producto estuvo lejos de brindar los resultados esperados. No mejoró la situación de la deuda ni benefició a las actividades productivas. En contrapartida, las ganancias del sector financiero llegaron a niveles record.
La vieja receta del FMI de combatir la inflación mediante la elevación de las tasas de interés, “fracasada” en cuanto país se aplicó, sólo sirvió para el ingreso de capitales calientes que aprovecharon tasas de corto plazo reales (descontados los efectos de la inflación del 9 por ciento en el año) por encima del 7 por ciento, uno de los niveles más altos del mundo.
Este flujo de capitales, indispensable para que el país pueda mantener la constante refinanciación de su deuda, se vio favorecido por la liquidez y las bajas tasas en las economías centrales. Un cambio en el escenario financiero internacional, con tasas más altas, podría entonces tener efectos impredecibles.
Las necesidades de financiamiento del sector público ya llegan al 5 por ciento del PIB, un 13 por ciento más que en 2002. Debe considerarse además que en el corto plazo Brasil debe enfrentar importantes vencimientos de deuda.
Entre las críticas internas se destacan las provenientes de la alianza que llevó a Lula al poder. Además de las de sus compañeros de la CUT, que sencillamente le cuestionan el abandono del programa que lo llevó a la presidencia, los empresarios locales sostienen que el actual nivel de tasas de interés resulta “incompatible con el crecimiento sostenible”.
Los datos del empleo en lo que va del año tampoco son alentadores. Tras recuperarse levemente en los dos últimos meses de 2003, ayer se conoció que en enero de 2004 el desempleo subió en 0,8 puntos para ubicarse en el 11,7 por ciento de la población económicamente activa.
En cualquier caso, luego de las experiencias de Argentina y Brasil, los analistas deberán prestar mucha atención a las recomendaciones positivas del FMI. La historia –no como ciencia sino como instrumento de contrastación empírica– indica que el resultado de las previsiones del organismo es siempre su inversa.