ECONOMíA
Los combustibles y el transporte se preparan para pegar el salto
El autotransporte y el servicio ferroviario de pasajeros apuran un ajuste, que Economía sabe ineludible pero que busca demorar. El arma oficial para morigerar los ajustes es intentar persuadir a las petroleras para que desistan de nuevos aumentos del gasoil.
› Por Cledis Candelaresi
Por más empeño que ponga el Gobierno para contener la inflación, muchos precios que aún no se corrigieron, o que subieron moderadamente en relación con la estampida del dólar, van a dar un salto en las próximas semanas. Economía está intentando sin éxito persuadir a las petroleras para que frenen futuros aumentos del gasoil y, como mínimo, intenta que haya un valor diferencial y tope para el transporte, en particular para el autotransporte, cuyas tarifas podrían corregirse en cualquier momento. Ayer los concesionarios de trenes urbanos reiteraron ante funcionarios de Jorge Remes Lenicov un argumento que a juicio de este ministerio es sensato: es imposible mantener el actual diagrama de servicios cobrando “sólo el equivalente a 15 centavos de dólar la primera sección”.
Con un dólar rozando los 3 pesos es utópico pensar en tener precios en el freezer. Los propios técnicos del oficialismo descuentan que ese nivel de devaluación equivale a una inflación no menor al 120 por ciento, muy lejos de los registros que tuvieron lugar hasta ahora.
En Transporte daban casi como un hecho la firma de un inminente acuerdo con Repsol-YPF para comprometerse a proveer un gasoil más barato para los transportistas. Pero tal pacto no sólo es desconocido por la empresa, sino que hacia el atardecer el Ministerio de Economía no había conseguido garantías de que habrá un normal abastecimiento de combustible en el fin de semana largo, durante el que se esperan anuncios con impacto en precios.
Según aquella petrolera, el gasoil para el transporte está ahora un 10 por ciento abajo del promedio del año pasado. Especialistas del sector no ligados a las refinadoras admiten que, si se toma como base el precio internacional del crudo y se le añaden los costos de producción y comercialización, incluyendo el alto componente impositivo, el litro del gasoil debería costar 1,05 peso en lugar de los 65 centavos que cuesta hoy. O el Estado resigna tributos –utópico en crisis fiscal– o se aplican fortísimas retenciones para moderar el impacto que la suba internacional del crudo tiene en los precios internos.
El valor de los carburantes es clave para que el Gobierno pueda mantener otros precios de la economía, entre ellos el de las tarifas de autotransporte. Los empresarios del sector ya convencieron a Economía de que su negocio agoniza desde antes de la devaluación, por la mengua de pasajeros y alta deuda. A esto agregaron el encarecimiento del combustible y del equipamiento importado, entre otros lastres del dólar caro.
De movida, la apuesta oficial es ayudarlos a que reduzcan costos, no sólo por la vía del combustible o pesificando sus deudas internas sino flexibilizando drásticamente las exigencias de inversión: en breve vencen muchas licencias de unidades que, descuentan en Economía, será imposible renovarlas. Aun así, los funcionarios de Transporte descuentan que resultará difícil sostener el precio del boleto que los transportistas pugnan por subir desde antes de la devaluación.
Algo similar ocurre con los servicios de trenes urbanos, cuyo futuro está sujeto a los que decida la comisión renegociadora de privatizaciones, presidida por el propio Remes. Este grupo se propuso autorizar subas que preserven la ecuación contractual de los efectos de la devaluación, ímproba tarea para la que Economía solicitará el auxilio de consultoras internacionales.
El secretario de Transporte, Guillermo López del Punta, quiere aprovechar la ocasión para forzar a los concesionarios a eliminar sobre costos operativos y en los suspendidos planes de inversión, que hasta hace un tiempo se costeaban con subsidio estatal. De ese modo, especula, podría demorarse aunque sea un tiempo el aumento de las tarifas que en Economía todos admiten como “rezagadas”.
Aprovechando ese juicio, los empresarios prevén insistir con una propuesta que ya formularon durante la gestión delarruista, de aplicar la tarifa “plana”. Esta fórmula tiene un aspecto seductor para el Gobierno. Abarataría el precio de la tercera sección, que corresponde a los tramos más alejados de la Capital, con pasajeros de menores recursos. Pero encarecería mucho la primera sección, que concentra el grueso del pasaje y por lo tanto, es la principal fuente de ingreso para las empresas.
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