ECONOMíA
› ASUME RATO TRAS LA COMPONENDA Y DESPACHA UNA NUEVA MISION
El Fondo cumple... pero sólo años
Con Rodrigo Rato como auriga, el poder sigue en manos de la misma patota, y el organismo llega a sus 60 sin medios ni ideas.
› Por Julio Nudler
Lo que la Argentina espera hoy del FMI es que apruebe sin chicanas la revisión del cumplimiento de las metas del acuerdo vigente, correspondientes al primer trimestre de este año, y que, en relación a la pulseada con los acreedores privados, adopte una actitud prescindente si es que no piensa echar una mano. Una nueva misión del organismo llegará a Buenos Aires a mediados de mes, pero antes de ello viajarán para hablar con Anne Krüger representantes de los bancos de inversión que asisten al país en este intento de reprogramación. En principio, según cuentan en el Ministerio de Economía, a Rodrigo Rato no le cayó mal la nueva oferta argentina (que se sepa, él no tiene bonos), versión tiernizada de la esbozada en Dubai.
Como se sabe, el país sobrecumplió las metas fiscales y monetarias cuantitativas, pero habrá que ver si la dudosa situación de las cualitativas es usada como pretexto para retacear el visto bueno. Un punto débil es la nueva ley de coparticipación, cuyo tablero pateó Felipe Solá, pero al menos puede mostrarse un mapa de provincias con sanas cuentas presupuestarias y una proyectada ley de Responsabilidad Fiscal, que es una declaración de buenas intenciones. Queda por último la cuestión de la buena fe: ¿se darán por satisfechos con el drástico aumento del valor presente de la deuda en el nuevo esquema ofertado?
El funambulismo brasileño y el afán argentino de redención marcan el inminente debut del populista español Rato al frente del Fondo (¿o al fondo del frente?), como fruto de lo que The Economist considera ejemplo vivo del incumplimiento fondomonetarista de las dos nuevas exigencias que el organismo les plantea a sus clientes de crédito: transparencia y buen gobierno. El hombre del PP gobernará según la ley no escrita que le reserva el cargo a un europeo, a condición de que sea aceptable para Estados Unidos. Pero, además, su nombre se impuso tras una componenda que desde el vamos dejó sin chance a otros candidatos.
Lo cierto es que el paquete de control del FMI se ha desviado notoriamente de la estructura de la economía mundial. EE.UU. acumula un tercio del directorio, y en sociedad con los europeos hace y deshace, más aún si se toma en cuenta el poder de veto que confieren a esos países las normas que exigen mayorías calificadas para cualquierdecisión significativa. Nuevas potencias económicas, como China, India y otras naciones asiáticas, o incluso Brasil (ver la sección Deseconomías, en la última página del suplemento Cash de hoy), no inciden en absoluto.
Al mismo tiempo, y según señalaba el viernes a este diario un alto cargo de Economía, “la política de la Reserva Federal le hace marcar el paso a toda Asia. Países como China o Corea no pueden ejercer políticas monetarias autónomas”. En realidad, ante la estrategia expansiva de la banca central norteamericana, que contribuye a la depreciación del dólar, los orientales defienden a sus monedas de una apreciación que no desean, para no afectar su competitividad, comprando dólares y títulos del Tesoro estadounidense. De ese modo alcanzan su propósito, pero convalidando los déficits gemelos del llamado G1 y acumulando gigantescos activos monetarios y financieros que podrían licuarse si se derrumbase el dólar.
Estos acomodos inestables no resuelven ningún desequilibrio estructural y amontonan amenazas sobre los mercados financieros. En ese clima de incertidumbre, economías periféricas como la argentina se ven expuestas a shocks negativos. Mientras tanto, los capitales se comportan con una marcada aversión al riesgo, lo que explica, por ejemplo, que el riesgo país brasileño haya aumentado un 50 por ciento desde comienzos de año. Por tanto, la estrategia más segura consiste –según se ve desde el equipo de Lavagna– en mantener un tipo de cambio competitivo para no volver a caer en déficits de cuenta corriente y en basar el crecimiento en el ahorro interno, y sólo complementariamente el externo. Tanto es así que, en determinado momento, se temió que la eventual salida del default desatase una afluencia de capitales al país, inflando una burbuja muy peligrosa. Afortunadamente, el deterioro brasileño colocó un vallado protector contra esa posibilidad porque afuera sigue analizándose a estos países en bloque. Pero más allá de estas estrategias defensivas, gobiernos como el argentino y otros comparten la visión de que debe conseguirse que se vuelva a barajar en los organismos multilaterales para reducir la influencia asfixiante de Washington y Bruselas. “El G7 ya no es relevante; el que cuenta es el G20”, expresó un hombre muy cercano a Lavagna.
Si se utilizan los tipos de cambio de mercado (más o menos manipulados por la intervención política) para medir la economía mundial se obtiene que ésta dio de sí en 2003 un Producto igual a 36 billones de dólares, y que aproximadamente la mitad de esa torta correspondió a Estados Unidos y la Unión Europea. Pero si, como recomienda The Economist, se mira cuánto se compra con un dólar en cada país, resultando que por el mismo billete se adquiere más o mucho más en los países más pobres, se concluye que la producción de éstos es subestimada por aquel primer cálculo. Rehaciendo entonces la cuenta en base a la llamada paridad de poder adquisitivo (PPP en inglés), que iguala el poder de compra de un dólar en todas partes, el Producto mundial trepa a 50 billones. De este modo, la participación de EE.UU. y Los 25 desciende al 36 por ciento.
El cumpleaños 60 del Fondo recuerda, a todo esto, que fue creado en un mundo muy diferente, de tipos de cambio fijos y flujos de capital controlados, y para movimientos financieros infinitesimales en relación a los actuales. Además de un problema de enfoque y de tamaño –Ken Rogoff, ex economista jefe del organismo, dice que el Fondo es o demasiado grande o demasiado chico– carga con un enorme desprestigio. Como sostiene Miguel Bein, “si Brasil se cae, el Fondo deberá autodisolverse”. ¿Con qué cara seguiría existiendo?